Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Protección por medio de la ley espiritual

Del número de junio de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando el temor parece excesivo — temor al crimen en las calles, a los accidentes, a la contaminación del ambiente, a conflictos sociales y hasta temor a una guerra nuclear — nada puede ser más oportuno o necesitarse más urgentemente que las alentadoras verdades contenidas en la Biblia que ofrecen seguridad por medio del poder divino. En la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) estas tranquilizadoras verdades cobran impacto y eficacia mediante la iluminada comprensión de que nuestro Padre-Madre Dios, omnipresente y omnipotente, está siempre con nosotros para ser reconocido y confiar en El.

Desde las experiencias de Abraham y Moisés hasta la vida de los discípulos y los viajes de Pablo, las Escrituras abundan en afirmaciones e ilustraciones acerca del poder protector y salvador del Amor divino. El mensaje alcanza su culminación en las compasivas curaciones efectuadas por Cristo Jesús y en su final y triunfante victoria. Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana sobre el desarrollo de esta verdad: “El hecho central presentado por la Biblia es la superioridad del poder espiritual sobre el poder físico”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 131. Solamente hemos comenzado a explorar la magnitud de lo que esto significa y de las posibilidades que encierra para satisfacer las necesidades de hoy en día.

Si recurrimos a una concordancia y estudiamos las numerosas promesas de protección, fortaleza y seguridad que se relatan en la Biblia, ciertamente obtendremos renovada inspiración y encontraremos instrucción inestimable que indica cómo experimentar la protección y el cuidado del Amor divino.

Si observamos, por ejemplo, la promesa que hallamos en el tan querido Salmo 91: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”, podemos preguntarnos dónde estará esta morada al “abrigo del Altísimo”, y cómo podemos habitar allí. Pero más adelante el salmo indica la respuesta al afirmar: “Escudo y adarga es su verdad”. Salmo 91:1, 4. Cristo Jesús desarrolló este punto más explícitamente cuando dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32. Vemos, entonces, que la morada al “abrigo del Altísimo” es un estado de consciencia siempre disponible en todas partes. Es un estado mental que se obtiene al saber la verdad, la verdad, por ejemplo, de la relación inseparable del hombre con su omnisapiente Padre celestial, y de la omnipresencia de Dios y Su tierno cuidado que eliminan todo peligro. Podemos elevarnos a este devoto estado de pensamiento donde moramos en la verdad; y al hacerlo, esta verdad actúa como una ley que nos protege y resguarda.

La Biblia dice acerca de Dios: “Tu ley [es] la verdad”. Salmo 119:142. Tal declaración señala hacia el gran descubrimiento presentado por la Ciencia Cristiana, a saber, que todas las promesas y pruebas relatadas en la Biblia se basan en una inamovible ley espiritual: ley que es demostrable cuando se la comprende. Ley que anula la supuesta acción del mal y saca a luz la sostenedora presencia y el poder protector del Amor.

Esta ley es universal, imparcial, eterna porque expresa la naturaleza misma de su fuente, el Principio divino, el Amor, que todo lo abarca. Transforma el pensamiento humano y, por lo tanto, la experiencia humana. Expresa y mantiene el inteligente gobierno de Dios, de la Mente divina, en todo lo que Él crea, y así constituye Su Ciencia divina.

Podemos morar con esta ley y conocer la verdad, morar al “abrigo del Altísimo”. Las verdades de la Ciencia nos capacitan para destruir el temor, discernir la naturaleza ilusoria de las discordancias mortales, ver las realidades del ser espiritual del hombre, y así obtener la prueba de que en realidad vivimos en la presencia de Dios y que Él está con nosotros. De esta manera tenemos la dirección que necesitamos, encontramos un sentido de paz y experimentamos protección divina por medio de un creciente sentido de la unión del hombre con la Verdad y el Amor divinos.

Esta forma de seguridad no significa una mera tranquilidad en la materia. Significa ir obteniendo, paso a paso, la victoria sobre los peligros materiales. Jesús dijo a sus discípulos que en el mundo tendrían aflicción, pero les aseguró que él había vencido al mundo por medio de la Verdad que representaba. Ver Juan 16:33. Por lo tanto, cuando encaremos el peligro podemos unir nuestro pensamiento con el Cristo inmortal, la Verdad, que revela la unidad del hombre con el Padre. Podemos encontrar refugio contra las discordancias materiales en la Verdad, como Cristo Jesús lo hizo.

La Sra. Eddy dice: “El verdadero Cristo no tenía consciencia de la materia, el pecado, la enfermedad y la muerte; pues sólo estaba consciente de Dios, del bien, de la Vida eterna y de la armonía. Por consiguiente Jesús, el humano, podía recurrir a su individualidad superior y a su relación con el Padre, para encontrar allí descanso de las tribulaciones irreales en la consciente realidad y realeza de su ser, — teniendo lo mortal por irreal, y lo divino por real. Fue esta retirada de la individualidad material a la espiritual, lo que le fortaleció para triunfar sobre el pecado, la enfermedad y la muerte”.No y Sí, pág. 36.

Es este mismo recurrir a nuestra “individualidad superior” y a nuestra “relación con el Padre”, es esta “retirada de la individualidad material a la espiritual”, lo que nos trae un palpable sentido de la sostenedora omnipresencia del Amor divino y de su inteligente poder salvador. Este inspirado sentido del ser establece dentro de nosotros el punto de vista mental y espiritual donde profundamente sentimos y comprobamos las sublimes palabras de Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? ... Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 8:35, 37–39.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / junio de 1984

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.