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“Los cánticos” de la Ciencia

Del número de junio de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La música se considera a menudo portadora de mucha inspiración. En cada culto religioso que se celebra en una Iglesia de Cristo, Científico, la música tiene una función que desempeñar.

Pero la Ciencia Cristiana también se refiere a la música en sentido figurado cuando compara los pensamientos con notas musicales. El despertar espiritual que esta Ciencia trae es más que un alivio temporario, pues revigoriza y sana permanentemente. Esto se logra apartándonos de un punto de vista material para adoptar uno espiritual. La Sra. Eddy escribe: “La música es el ritmo de la cabeza y del corazón. La mente mortal es el arpa de muchas cuerdas, que expresa discordancia o armonía, según sea humana o divina la mano que la pulse”. Ciencia y Salud, pág. 213.

Es evidente de por sí que las cuerdas del arpa no pueden emitir sonido por sí mismas; deben ser pulsadas. Y nuestras cuerdas mentales, cuando sólo las toca la mente humana, tienden a permanecer en concordancia con los conceptos, limitaciones, fracasos, hábitos, recuerdos y obsesiones mortales. Éstos a su vez parecen producir tensión y frustración. Con desviar la atención de ello no se logra la curación, porque esta actitud solamente no puede establecer una base más espiritual de pensamiento.

Sin embargo, cuando se permite que la mano divina asuma el mando, ésta trae consigo un toque diferente; nos conmueve, nos da una dimensión más profunda, nos espiritualiza. Entonces lo que parecía ser repetición compulsiva se rompe, y muchos conceptos nuevos fluyen copiosamente. Se presentan ideas inspiradas, interesantes, que revelan un nuevo campo de posibilidades. Este proceso no adormece, sino que despierta y anima.

Más aún: el aparente conflicto entre la cabeza y el corazón queda resuelto cuando comenzamos a vernos como expresiones espirituales de Dios, quien es a la vez Mente y Amor. Entonces la sabiduría y la compasión van mano en mano. Ni el pensamiento frío, calculador, sin una chispa de la benevolencia del Amor, ni los impulsos emocionales, irracionales, que parecen estar fuera del control de la Mente, pueden dominarnos. Y la pesada inercia, que no responde ni a la Mente ni al Amor, puede descartarse.

La Sra. Eddy desarrolla la metáfora musical todavía más en su poema “Cristo, mi refugio”, el cual comienza:

Resuena el arpa del pensar
con la canción
que triste y dulce calma ya
todo dolor. La idea surge angelical
en su claror,
y es ella canto celestial
de fe y amor.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 253.

La oración receptiva abre la consciencia a la armonía de la Mente divina, donde se originan los pensamientos promotores de salud. En otras palabras, la Mente divina impele en nosotros los pensamientos correctos. Pues nosotros siempre estamos representados por las cuerdas del arpa, no por el arpista. Nuestra parte es mantenernos a la expectativa y responder a la acción de la Mente.

Es entonces que despertamos al reconocimiento de que no somos mortales perturbados, zarandeados por la tensión y la presión de las condiciones reinantes y reaccionando ya sea con apatía o con actividad excesiva, sino que somos la expresión del Amor. La dirección y el cuidado de la Mente, el Amor, controla toda situación y nos imparte los pensamientos que necesitamos según los vamos necesitando. Éstos se reflejan entonces en aplomo, dominio de sí mismo y ecuanimidad, sean cuales fueren las circunstancias prevalecientes.

Siglos atrás, a David, un joven pastor, se le pidió que tocara su arpa para alegrar al rey Saúl, quien estaba sufriendo de depresión mental. La Biblia registra lo siguiente sobre ello: “Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él”. 1 Sam. 16:23. David debe haber percibido algo del vigor espiritual insinuado en la música; quizás haya vislumbrado algo de la verdad expresada en este salmo: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. Salmo 17:15.

El estar conscientes de nuestra identidad espiritual a semejanza de Dios constituye una parte importante del método terapéutico de la Ciencia Cristiana, que está basado en la obra sanadora de Cristo Jesús. Él echaba fuera los demonios de la depresión y la demencia, y esperaba que sus seguidores también lo hicieran.

La Mente divina nunca está confundida, deprimida, temerosa, llena de repeticiones, indecisa, limitada o bajo presión. Las cualidades expansivas de la Mente penetran la consciencia. Los pensamientos discordantes y mórbidos son desterrados. En su lugar, se presentan pensamientos armoniosos y saludables. Entonces la experiencia humana comienza a reflejar este adelanto.

¿Cómo podemos cerciorarnos de que estamos espiritualmente despiertos? No es por medio de la concentración humana, ni por medio de la prisa mental frenética, ni por confusión mental sino por medio de la oración. La oración trae paz mediante un concepto más espiritual y una mayor receptividad a los mandatos de la Mente divina. Estos estados superiores: percibir sabiamente, no forjarse ilusiones; vigilar, no soñar; orar, no pontificar, no se manifiestan por medio de la fortaleza o voluntad humanas, sino mediante la confianza y el interés espirituales.

La Sra. Eddy nos dice: “El canto de la Ciencia Cristiana es: ‘Trabajar — trabajar — trabajar — vigilar y orar’ ”.Message to The Mother Church for 1900, pág. 2. Puesto que es un canto, nuestro trabajo siempre debe tener ritmo, melodía y gozo. Este trabajo jamás es agotador. A esta clase de vigilancia le encanta cuidar. Esta oración es un cántico en el corazón. Y por medio de esta oración toda persona puede sentirse vivificada y bien.

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