Mediante sus Escuelas Dominicales, nuestras iglesias enseñan a los niños las leyes morales y espirituales del cristianismo científico que los fortalecen y apoyan. Desde las primeras clases, los alumnos adquieren un conocimiento de la constante presencia y proximidad de Dios. Aprenden que el Principio divino nos sostiene y nos sana, y nos muestra cómo recurrir obedientemente a nuestro Padre-Madre. Comienzan a percibir cuánto nos ama a todos el Amor divino.
¿Cuál es la tarea del maestro? Enseñar mediante su ejemplo y sus palabras la ley espiritual y moral que la Biblia expone, ley que encuentra su más clara interpretación en la Ciencia Cristiana. Enseñar de acuerdo con esta norma es cumplir la promesa del Salmista: “Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza... Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos”. Salmo 145:3, 4.
Enseñar a la juventud es, entonces, un requisito divino, y nuestra comprensión aumenta cuando hacemos lo que Dios requiere de nosotros. ¿No es ésta la razón por la cual la Sra. Eddy, la Fundadora de nuestra Iglesia y su Escuela Dominical, pone tanto énfasis en la importancia de aprender y vivir la ley moral y espiritual expuesta en las Escrituras? Los Diez Mandamientos y las Bienaventuranzas son los preceptos primordiales, las primeras lecciones para todos los Científicos Cristianos, de la misma manera que aparentemente ocuparon un lugar principal en las enseñanzas que Cristo Jesús impartió a sus discípulos.
Las instrucciones sobre las “primeras lecciones” Ver Man., Art. XX, Sec. 3. a enseñarse en la Escuela Dominical, que se encuentran en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, incluyen también otro elemento esencial: el Padre Nuestro, junto con su interpretación espiritual por Mary Baker Eddy, que complementa los mandamientos y las Bienaventuranzas. El Manual dice: “Las primeras lecciones para los niños serán los Diez Mandamientos (Éxodo 20:3–17), el Padrenuestro (Mateo 6:9–13) y su Interpretación Espiritual por Mary Baker Eddy, y el Sermón del Monte (Mateo 5:3–12)”.
Los requisitos morales y espirituales establecidos por Dios en los Mandamientos y en las Bienaventuranzas pueden cumplirse mediante la oración llevada a la práctica en el diario vivir. El niño aprende a orar por él mismo tal como enseñó Cristo Jesús, el cristiano por excelencia, y con la profunda percepción que la Sra. Eddy llama “el sentido espiritual del Padre Nuestro”.Ciencia y Salud, pág. 16. La espiritualidad y la agilidad mental se acrecientan con la oración. Nosotros mismos comenzamos a comprender más de la Ciencia Cristiana a medida que vivimos nuestras oraciones. La obediencia conduce hacia la comprensión. La comprensión fortalece la obediencia. La fibra moral aumenta. Así continúan los ciclos de la comprensión espiritual.
¿Cómo? He aquí un ejemplo: El segundo mandamiento nos enseña a no hacer ni adorar ninguna “imagen” (Éxodo 20:4). La Biblia abunda en ilustraciones de imágenes físicas o mentales que han sido rechazadas. José rechazó las seducciones de la esposa de su amo; los tres jóvenes hebreos rehusaron postrarse ante la estatua de oro; en el desierto, Cristo Jesús rechazó las imágenes mentales del tentador. Éstos, y muchos otros ejemplos bíblicos, dan al maestro y a los alumnos una clara comprensión de lo que este mandamiento significa mostrando cómo se pone en práctica, y cómo la simple obediencia a Dios trae libertad.
Los niños pequeños pueden aprender cómo este mandamiento los ayuda. Pueden verlo como una promesa de que ningún cuadro mental tiene por qué grabárseles jamás en el pensamiento. Las creencias que causan temor y las experiencias aterradoras realmente carecen de poder para hacerles daño, porque el amor de Dios está por siempre con ellos. No tienen que temer la oscuridad, o escenas o imágenes de violencia que ven en la televisión, o temer al niño valentón que vive en la misma cuadra, o al perro agresivo del vecino, ni a ninguna imagen que trate de grabárseles en el pensamiento. Con la ayuda de Dios, pueden tener total dominio de la situación y actuar sabiamente. (La Sra. Eddy ofrece a los padres y a los maestros ayuda adicional sobre este tema en la página 237, líneas 1–23 de Ciencia y Salud.)
El segundo mandamiento es indiscutiblemente una ayuda inmediata para los adolescentes que están luchando con las creencias de temor y dudas acerca de sí mismos; creencias que pueden parecerles muy difíciles, como, por ejemplo, falta de oportunidades, inestabilidad emocional, ser juzgados erróneamente, y así por el estilo. Este mandamiento actúa como una promesa de que las impresiones equivocadas de otras personas, o las opiniones profundamente arraigadas que ellos mismos abrigan acerca de otros, o aun hasta la propia falta de confianza en sí mismos, no tienen por qué ser grabadas en el pensamiento. Sus experiencias y pensamientos pueden ser puestos en las manos de la Mente divina y única, la cual conoce a cada uno como realmente es: perfectamente estable, capaz, veraz a esta Mente. La manera espiritualmente humilde con la que José enfrentó las falsas opiniones y criterios de otros le resultó una fuente de energía. Mantuvo su confianza. El propósito de Dios venció completamente el encarcelamiento, el odio y la venganza; y todo fue rectificado. José dejó que esta difícil experiencia fuera una preparación para cualquier buen proyecto que Dios tuviera para él. Se vio que la simple obediencia al segundo mandamiento demostró ser la puerta que lo condujo hacia la liberación y hacia una misión más elevada.
Las “primeras lecciones”, al igual que el segundo mandamiento, ayudándonos por siempre. No tienen límite de tiempo. Los Mandamientos, el Padre Nuestro con su interpretación espiritual y las Bienaventuranzas desempeñan un papel importante en cada clase de la Escuela Dominical, desde la de los niños más pequeños hasta la de los adolescentes. Lo que hace que estos requisitos divinos cobren vida cada vez que pensamos en ellos, no es meramente el saber las palabras de las leyes morales y espirituales, sino el practicar su significado.
Estas “primeras lecciones”, tan importantes en la vislumbre que tuvo nuestra Guía sobre la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, son el apoyo principal en la enseñanza. Son los grandes temas que ella quiso que enseñáramos. Por lo tanto, lo que enseñamos no está en disputa. La Ciencia de la Vida es un campo abierto, variado e infinito para explorar y disfrutar con nuestros alumnos. La instrucción que impartimos en obediencia a las estipulaciones del Manual es pura, fuerte y flexible, y apropiada para toda necesidad.