Mediante sus Escuelas Dominicales, nuestras iglesias enseñan a los niños las leyes morales y espirituales del cristianismo científico que los fortalecen y apoyan. Desde las primeras clases, los alumnos adquieren un conocimiento de la constante presencia y proximidad de Dios. Aprenden que el Principio divino nos sostiene y nos sana, y nos muestra cómo recurrir obedientemente a nuestro Padre-Madre. Comienzan a percibir cuánto nos ama a todos el Amor divino.
¿Cuál es la tarea del maestro? Enseñar mediante su ejemplo y sus palabras la ley espiritual y moral que la Biblia expone, ley que encuentra su más clara interpretación en la Ciencia Cristiana. Enseñar de acuerdo con esta norma es cumplir la promesa del Salmista: “Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza... Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos”. Salmo 145:3, 4.
Enseñar a la juventud es, entonces, un requisito divino, y nuestra comprensión aumenta cuando hacemos lo que Dios requiere de nosotros. ¿No es ésta la razón por la cual la Sra. Eddy, la Fundadora de nuestra Iglesia y su Escuela Dominical, pone tanto énfasis en la importancia de aprender y vivir la ley moral y espiritual expuesta en las Escrituras? Los Diez Mandamientos y las Bienaventuranzas son los preceptos primordiales, las primeras lecciones para todos los Científicos Cristianos, de la misma manera que aparentemente ocuparon un lugar principal en las enseñanzas que Cristo Jesús impartió a sus discípulos.
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