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Fidelidad y convicción sincera: compañeros en la curación

Del número de junio de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El capítulo diecinueve en Hechos nos da un relato interesante acerca de los hijos de Esceva. Evidentemente habían quedado impresionados por la obra sanadora de San Pablo y los cristianos y decidieron probar copiando dicha obra. Los resultados que obtuvieron no tenían punto de comparación con los de Pablo. La Biblia nos dice: “Respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos”. Hechos 19:15, 16.

Es muy probable que los hijos de Esceva dijeran exactamente lo que habían oído decir a Pablo y a otros cristianos mientras éstos hacían sus curaciones. Pero juzgando por los resultados, esas palabras no bastaban. Estaban repitiendo palabras inspiradas de otros, pero no tenían su propia fidelidad para curar como Cristo Jesús o Pablo. Hasta podríamos decir que sus palabras no eran sinceras porque no surgían de la convicción y cristianismo de esos hombres. The One-Volume Bible Commentary, editado por J. R. Dummelow, dice: “El exorcismo de esos judíos vagabundos era simplemente la expresión de formulas mágicas. Ellos pensaban que las meras palabras ‘en el nombre de Jesús’ producirían el efecto necesario”.The One-Volume Bible Commentary (New York: The Macmillan Co., 1936), pág. 845.

La Ciencia Cristiana enseña que la curación con éxito se logra mediante una convicción sincera y fidelidad a la Verdad. Estas cualidades reflejan el amor de Dios que es “derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Rom. 5:5. Y siempre es el poder de Dios, y no el poder o las palabras humanas, lo que sana. Una convicción sincera puede, con frecuencia, ser expresada con palabras, pero esa convicción no está en las palabras mismas. Va mucho más profundo que eso. Arraigada en la espiritualización y cristianización que ocurren en nuestra vida, la verdadera convicción es una característica del Cristo sanador. Armados con tal poder, nuestras fieles oraciones sanarán. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy instruye al sanador: “Abogad con sincera convicción de la verdad y con clara percepción del efecto invariable, infalible y seguro de la Ciencia divina. Entonces, si vuestra fidelidad es sólo semiigual a la verdad de vuestro alegato, sanaréis al enfermo”.Ciencia y Salud, pág. 418.

Un sanador conoce y habla la verdad basado en su creciente experiencia personal, desde el punto de vista de la fidelidad, de la confiabilidad, y práctica consagrada. La repetición de las palabras o la teorización acerca de la caramente adquirida sabiduría de la experiencia de otra persona no efectúa la curación. Un cristiano tiene que combinar el estudio de la vida de Jesús con el esfuerzo de pensar y actuar como él para ser un obrador de maravillas. Dios exige que aprendamos por propia experiencia, por mucha humildad que esto algunas veces requiera, así como mediante palabras inspiradas. Desde el punto de vista de la convicción sincera, tenemos que usar fielmente las verdades que aprendemos, y de esa manera podemos obtener su pleno y verdadero significado y sanar mediante ellas.

Ésta fue la lección que un Científico Cristiano aprendió de una curación. Estaba cocinando y sin quererlo levantó un objeto al rojo vivo que había estado en el fuego. Se quemó la mano gravemente, y el dolor era intenso. Instantáneamente empezó a orar como se le había enseñado en la Ciencia Cristiana. Negó que fuera real cualquier dolor o accidente, impidiéndolo con la convicción del poder y de la gracia sanadores de Dios. A medida que continuaba orando, tuvo más confianza en Dios y más poder sobre el dolor.

Pero al cabo de un rato estaba diciendo un torrente de versículos de la Biblia y pasajes de Ciencia y Salud que le venían a la memoria. Pronto se dio cuenta de que estaba expresando más de lo que comprendía, derramando palabras que tenían poco fundamento o expresión en su vida. Tuvo que admitir que sinceramente no comprendía lo que estaba diciendo. ¿Acaso no nos previno Jesús contra esta clase de esfuerzo desperdiciado cuando dijo: “Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”? Marcos 11:24. Jesús también nos previno contra vanas repeticiones. Ver Mateo 6:7. Este hombre que se había quemado había sobrepasado el punto de convicción sincera y había caído en vanas repeticiones de lo que, para él, eran meras teorías en lugar de hechos. El resultado fue que el dolor otra vez era más intenso.

De manera que dejó de decir un torrente de teorías y palabras prestadas, y volvió a una de las verdades con las que sinceramente podía razonar y utilizar; fue una declaración de San Pablo que había leído un poco antes ese mismo día. El versículo dice: “Pero cuando agradó a Dios. .. revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre”. Gál. 1:15, 16.

No consultando con el cuadro de carne y sangre sino con el Espíritu, Dios, el hombre recurrió de todo corazón a lo que la Ciencia Cristiana enseña acerca de la naturaleza verdadera y espiritual del hombre. La seguridad y bienestar del hombre son mantenidos por Dios, quien infaliblemente gobierna todo efecto. Dios, el bien, es la única causa verdadera. Un accidente no procede del bien; por tanto, no tiene sustancia esencial o realidad. Los accidentes son ilusiones de la limitada percepción humana, la cual el Cristo sanador de Dios corrige y domina.

Este hombre comenzó a ver que su fidelidad y convicción se habían debilitado por estar argumentando sin cesar con el dolor y no contra éste, sabiendo su falsedad. Sin quererlo, se había estado inclinando ante el dolor tanto como se había inclinado ante Dios. Esto tenía que terminar. Siempre había creído en un hecho fundamental de la Ciencia Cristiana: que Dios le ha dado al hombre la habilidad y el poder de expulsar el dolor porque es irreal. Pero ahora se dio cuenta de que tenía que actuar desde el punto de vista de la comprensión y convicción.

Inmediatamente le vino el pensamiento: “He estado afirmando en mis oraciones que el gobierno de Dios realmente jamás permitió que este accidente ocurriera. Entonces, esta quemadura es una ilusión. Pues bien, ¿qué estaría yo haciendo ahora si esta quemadura jamás hubiera ocurrido?” La respuesta fue: “Estaría lavando los platos”. De manera que empezó a hacer justamente eso, mostrando mayor fidelidad a su tratamiento, al Cristo sanador. Empezó a proceder de acuerdo con sus oraciones, con la convicción de que eran la verdad y no sólo palabras.

El agua jabonosa caliente no hizo que su mano se sintiera mejor, pero se sentía seguro de que estaba haciendo lo correcto. Y tuvo que ser así, porque en pocos minutos el dolor desapareció inadvertidamente, y el incidente pasó al olvido por completo. Más tarde esa misma noche lo recordó. La curación fue tan completa, que ni siquiera podía recordar qué mano se había quemado. Toda evidencia de la herida había desaparecido, y el dolor jamás volvió. No había ampollas, ni vestigios de dolor o cicatriz. La convicción y fidelidad sinceras habían dado paso a una curación completa, demostrando verdaderamente que la totalidad de Dios excluye todo dolor y accidente y que Él expresa esta verdad mediante el hombre y el universo.

La fidelidad y la convicción sincera siempre son compañeros en la curación. Esta lección puede ayudarnos a vigilar nuestras palabras y evitar la expresión verbosa de ellas sin comprensión o fe. No tenemos por qué fracasar en la curación como los hijos de Esceva. Podemos aprender de su equivocación — y de nuestra propia experiencia — y ser mejores sanadores por ello.

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