¿Es el poder de Dios para cuidar a Sus hijos inferior a las fuerzas sociales, políticas y económicas? El poder de Dios es supremo y omnipotente; y puede probarse que es eficaz para producir cambios dondequiera que los cambios sean necesarios. En realidad, ni circunstancias individuales ni condiciones mundiales pueden negar — a quienes confían en la Mente divina, Dios, para obtener comprensión y dirección — lo que Dios da al hombre: un hogar permanente, un cielo que le pertenece. Debido a que el hombre es la idea espiritual de Dios, la Mente divina, él es inseparable del cielo de armonía de la Mente.
Quizás algunos crean que el cielo se alcanza sólo después de la muerte. Pero cuando los fariseos preguntaron a Cristo Jesús cuándo habría de venir el reino de Dios, él respondió: “He aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:21.
Mediante nuestra comprensión espiritual de Dios y el hombre, abrimos la puerta del cielo, el verdadero hogar que tiene el hombre como idea espiritual. Empezamos a demostrar el cielo de Dios, el hogar sobre la tierra. Cuando la comprensión espiritual se pone en práctica en la cristianización del carácter, el hogar celestial inherente a nuestra consciencia verdadera aparece paso a paso en la escena humana, manifestándose en alrededores más armoniosos y residencia apropiada.
Los tiempos actuales nos exigen de manera apremiante que trabajemos más sinceramente en esa dirección para superar falsos conceptos humanos acerca del hogar y despertar espiritualmente a las posibilidades presentes para morar en la realidad divina. A través del mundo, la situación de refugiados por razones económicas alcanza, en algunos países, proporciones alarmantes. Sólo para citar un ejemplo: el año pasado, aproximadamente un millón y medio de ghaneses tuvieron que ser repatriados de Nigeria para ser establecidos de nuevo en su tierra natal, la cual no estaba preparada para recibirlos.
La compasiva caridad tal vez ayude temporariamente, pero no puede de sí misma cambiar permanentemente el curso de vidas individuales, mucho menos la historia mundial. Tenemos, no obstante, precedente bien fundado para esperar que la oración traiga soluciones permanentes para quienes son desplazados y quedan sin hogar. Siguiendo el éxodo bíblico de los israelitas que salieron de Egipto, un desarraigo tan total como cualesquiera de los que se han experimentado hoy en día, vino un esfuerzo masivo por obtener un hogar, un hogar que incluía entonces, como ahora, un propósito en la vida y una oportunidad para ganarse la vida. El Salmista combina esas memorias históricas de su pueblo con sus experiencias en busca de un hogar en el tiempo en que él vive, cuando escribe: “Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino, sin hallar ciudad en donde vivir. Hambrientos y sedientos, su alma desfallecía en ellos. Entonces clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Los dirigió por camino derecho, para que viniesen a ciudad habitable”. Salmos 107:4–7.
A quienes anhelan encontrar, o anhelan ayudar a otros a encontrar, una moderna tierra prometida de abrigo y seguridad, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, indica la manera de proceder. El libro específicamente asegura: “Así como los hijos de Israel fueron guiados triunfalmente a través del Mar Rojo, el oscuro flujo y reflujo del temor humano — así como fueron conducidos a través del desierto, caminando cansados por el gran yermo de las esperanzas humanas, en espera del goce prometido — así la idea espiritual guiará todos los deseos justos en su jornada de los sentidos al Alma, de un concepto material de la existencia al espiritual, hasta alcanzar la gloria preparada para los que aman a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 566.
Dondequiera que estemos en nuestra jornada de los sentidos al Alma, la idea espiritual nos ha guiado hasta ahora y nos seguirá guiando hasta alcanzar el gozo y la paz del reino de los cielos, comprendido, hasta cierto grado, aquí mismo en la tierra. La Sra. Eddy escribió Ciencia y Salud durante tiempos difíciles en que, según se informa, cambió de residencia ocho veces en un sólo año. Después que se radicó cómodamente en una casa hermosa y espaciosa de su propiedad, la Sra. Eddy dijo a los miembros de esa casa: “El hogar no es un lugar, sino un poder. Encontramos hogar cuando llegamos a la plena comprensión de Dios. ¡Hogar! ¡Pensad en ello! Donde los sentidos nada pueden pretender, y el Alma satisface”. Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1966), pág. 156.
Quizás, entonces, en nuestros esfuerzos basados en la oración por asociarnos nosotros mismos y a toda la humanidad con las condiciones de vida humanas y armoniosas, necesitemos aún más que una comprensión espiritual de hogar. Necesitamos comprender que Dios es omnipotente. Necesitamos demostrar que ninguna influencia social, política o económica, sino Dios, gobierna al hombre.
El poder divino actúa en la vida individual mediante el discipulado cristiano individual. El Cristo, la Verdad, se mueve en los corazones receptivos para demostrar la impotencia del desamparo y para liberar a los individuos del mesmerismo masivo de tendencias desintegrantes. El Cristo produce curaciones que satisfacen las necesidades de todos los días y de toda hora de quienes confían en la Verdad.
No tenemos por qué padecer crueles privaciones mientras estemos dispuestos a admitir al Cristo y activamente abandonemos la creencia de que estamos separados del bien. No tenemos por qué temer al futuro cuando claramente comprendemos — y nos esforzamos por demostrar más plenamente — que el hogar es omnipresente y espiritual.
Siempre que oramos, encontramos un refuguio contra el desalentador sentido material en el baluarte invulnerable del sentido espiritual. Sentimos el consuelo de nuestro divino Padre-Madre que tiernamente nos asegura que todo está bien. Y siempre que demostremos, aun en pequeño grado, que Dios, el bien, es Todo-en-todo, despertaremos más ampliamente a la comprensión divina de que el cielo siempre ha estado inmediatamente a mano, y que cada uno de nosotros, como hombre de Dios, incluye el hogar, el reino de los cielos.
    