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¡Siempre hay suficiente!

Del número de diciembre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todo el mundo está interesado en la abundancia. Salud abundante, abundancia en el banco, abundancia de bien, abundancia de amigos. Sin embargo, es la escasez la que nos confronta a menudo. El pensamiento basado en la materia poco nos puede decir. Su naturaleza misma es limitación. ¿Por qué no dejar que la verdad de las Escrituras venga a nuestro rescate? La Biblia declara que la generosa provisión de Dios se lleva a cabo sin esfuerzos. Leemos en los Salmos: “Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente”. Salmo 145:16.

Una viuda, cuyo nombre ni siquiera se menciona, se encontraba ante una situación desesperada. Ver 2 Reyes 4:1–7. El acreedor había venido a llevarse a sus dos hijos como esclavos. La Biblia nos dice que en esta situación extrema, ella recurrió al profeta Eliseo, el hombre de Dios, para que la ayudara. El le preguntó: “Declárame qué tienes en casa”. Sólo una vasija de aceite, ella contestó. El le dijo que pidiera prestadas a sus vecinos vasijas vacías, y que vertiera aceite en ellas. Así lo hizo, hasta que todas las vasijas estuvieron llenas. El dinero de la venta del aceite sirvió para pagar la deuda, y le sobró algo para seguir viviendo.

Ningún poder humano produjo este acontecimiento. La ley del bien abundante ya estaba presente para bendecir y para ser utilizada. Sin esfuerzos, sin dudas, sin retener nada; sólo el continuo fluir del Amor divino. Siempre hay suficiente.

Este ejemplo bíblico ilustra un aspecto de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Estas enseñanzas derraman una luz refulgente y resplandeciente sobre todo lo que hacemos y, más importante aún, sobre lo que pensamos, ya que nuestros pensamientos determinan nuestra experiencia. La Ciencia Cristiana nos hace ver cómo nosotros mismos nos cargamos con el pesado e innecesario equipaje de limitación y escasez, y aprendemos cómo podemos dejar de estar apesadumbrados por la escasez y, en lugar de ello, aceptar la abundancia del ser.

La ciencia Cristiana no nos deja donde nos encontró. Su propósito cabal es el de elevar; de iluminar; de remover el peso, la pesada carga de los conceptos temerosos acerca de nuestro mundo, de nosotros mismos y de aquellos a quienes amamos. La Sra. Eddy nos alienta al escribir: “Sabed, pues, que poseéis poder soberano para pensar y actuar correctamente, y que nada puede despojaros de esta herencia y pecar contra el Amor”.Pulpit and Press, pág. 3.

La Ciencia del Cristianismo ilumina las verdades de la Biblia. Un pasaje de la Biblia que ha significado mucho para mí se halla en una carta que San Pablo escribió a los primeros cristianos de Galacia: “Ya no eres esclavo, sino hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. Gál. 4:7.

Podemos elevar de tal manera nuestro pensamiento que andemos como hijos, como herederos de Dios. Un heredero: aquel que hereda toda la abundancia de Dios, aquel que sabe que esta afluencia constituye la ley de su ser. Podríamos decir que la Mente divina vierte bondad del mismo modo que el sol vierte su luz. No hay parcelación alguna, no existe eso de “tanta salud por aquí, y no tanta por allá; tanta provisión por aquí, y sólo un poco por allá”. Dios está presente en todas partes. El mantiene Su resplandor inmutable sin variación alguna.

Al caminar en esta luz, nos damos cuenta de que podemos hacer, sin fatigarnos, todas las cosas amables y semejantes al Cristo que deseamos hacer por los demás. Estas palabras de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud son inspiradoras: “Dios descansa en actividad. El dar no ha empobrecido, ni puede jamás empobrecer, a la Mente divina. A la actividad de esa Mente no le sigue ningún agotamiento, según la aprehensión de la Ciencia divina. El descanso más elevado y dulce, aun desde un punto de vista humano, se encuentra en la labor sagrada”.Ciencia y Salud, págs. 519–520.

El Amor nos impulsa a dar, y este Amor no conoce límites. ¡Dar es vivir! Damos porque tenemos o reflejamos todo el bien que viene de Dios. ¡Qué bendición es ver que todo lo que tenemos está firmemente establecido en Dios Mismo! Ninguna idea puede estar más allá de Su cuidado, o fuera de Su totalidad.

Cristo Jesús dijo: “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano”. Juan 3:35. La Ciencia nos capacita para aceptar los dones de Dios. Al abandonar el sentido limitado que tenemos de nosotros mismos, avanzamos para sentir y experimentar más de la abundancia de Dios. Comenzamos a ver la creación como realmente es. Alguien ha comparado esto con el acto de cambiar los espejos por ventanas: dejamos de contemplar el cuadro mortal acerca de nosotros mismos — egocéntrico y egoísta — para mirar en vez hacia afuera, desde las ventanas abiertas del Alma, viendo desde las alturas de un Dios perfecto y un hombre perfecto, el modelo que está presente para cada uno de nosotros. Comenzamos a conocernos, a vernos como Dios nos creó.

La Sra. Eddy nos da un sentido maravilloso de la plenitud — de la abundancia del ser — cuando, al referirse al sueño de Adán, escribe en un artículo titulado “ ‘Choose Ye’ ” (Escoged vosotros): “Completamente aparte de este sueño mortal, esta ilusión y engaño de los sentidos, la Ciencia Cristiana viene a revelar que el hombre es la imagen de Dios, Su idea, coexistente con El; Dios dando todo y el hombre poseyendo todo lo que Dios da”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 5.

Como un hijo, como heredero de Dios —“poseyendo todo lo que Dios da”— es así como podemos andar, pues, ¡eso es lo que en realidad somos!

Hermanos míos amados, oíd:
¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo,
para que sean ricos en fe
y herederos del reino
que ha prometido a los que le aman?

Santiago 2:5

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