Todo el mundo está interesado en la abundancia. Salud abundante, abundancia en el banco, abundancia de bien, abundancia de amigos. Sin embargo, es la escasez la que nos confronta a menudo. El pensamiento basado en la materia poco nos puede decir. Su naturaleza misma es limitación. ¿Por qué no dejar que la verdad de las Escrituras venga a nuestro rescate? La Biblia declara que la generosa provisión de Dios se lleva a cabo sin esfuerzos. Leemos en los Salmos: “Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente”. Salmo 145:16.
Una viuda, cuyo nombre ni siquiera se menciona, se encontraba ante una situación desesperada. Ver 2 Reyes 4:1–7. El acreedor había venido a llevarse a sus dos hijos como esclavos. La Biblia nos dice que en esta situación extrema, ella recurrió al profeta Eliseo, el hombre de Dios, para que la ayudara. El le preguntó: “Declárame qué tienes en casa”. Sólo una vasija de aceite, ella contestó. El le dijo que pidiera prestadas a sus vecinos vasijas vacías, y que vertiera aceite en ellas. Así lo hizo, hasta que todas las vasijas estuvieron llenas. El dinero de la venta del aceite sirvió para pagar la deuda, y le sobró algo para seguir viviendo.
Ningún poder humano produjo este acontecimiento. La ley del bien abundante ya estaba presente para bendecir y para ser utilizada. Sin esfuerzos, sin dudas, sin retener nada; sólo el continuo fluir del Amor divino. Siempre hay suficiente.
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