Si ha estado usted leyendo esta revista, y, hasta el presente, desconocía la Ciencia Cristiana, es posible que haya llegado a la conclusión de que los Científicos Cristianos tienen un concepto del mundo bastante diferente. Eso es verdad. Si se le pidiera a un Científico Cristiano que nos diera una explicación sobre la naturaleza de la realidad, la respuesta ciertamente estaría en contraposición con los conceptos generales y materiales sobre la existencia.
Es posible que un estudiante de Ciencia Cristiana responda, por ejemplo, que para él la realidad esencial está compuesta sólo por aquello creado por Dios. Debido a que cree que Dios, quien es la Mente divina que todo lo sabe, es el único creador y es todo el bien, llega a la conclusión de que todo lo que es verdaderamente real debe ser verdaderamente bueno, sin ningún elemento del mal. Además, puesto que Dios es Espíritu omnipotente y Vida siempre presente, Su creación, la cual Lo representa perfectamente, debe ser espiritual y eterna. La creación está ordenada y gobernada armoniosamente por la ley divina. La realidad no consiste de materia ni posee ninguna cualidad transitoria. Nada en el reino de Dios se deteriora o está sujeto a casualidad o a discordia de cualquier índole.
Estas conclusiones sobre la realidad ciertamente pueden parecer un tanto notables, especialmente cuando contemplamos la existencia humana, que parece estar tan sujeta a la materia. El hambre, la pobreza, las guerras, la enfermedad, la carencia de tantas cosas, sencillamente no pueden ignorarse. La Ciencia Cristiana no enseña que se ignoren tales males ni que uno se tape los ojos al afrontar estas situaciones. Todos podemos reconocer que hay mucho que sanar.
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