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Norita ayuda a su mamá

Del número de diciembre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Norita ayudó a su mamá a aprender una lección importante. Y ocurrió así:

Estaba en Hawai con sus padres. Un día, fueron a la playa “Arena Negra”, donde la arena es formada por la lava negra que ha sido triturada por las olas del mar.

Norita y su mamá decidieron caminar a lo largo de la playa. Podían ver caracoles y pedazos de coral entrando y saliendo suavemente con el vaivén de las olas. También encontraron lindos pedazos de coral blancos y naranja. Había un caracol pequeñito que era el más bello que jamás había visto la mamá de Norita. Era de un color cremoso, de unos dos centímetros de largo, con pequeñas ondulaciones en la orilla. Un delicado punto negro decoraba el extremo de cada arco pequeño alrededor de la abertura.

Más tarde, al mostrarle el caracol al papá, una patita pequeña salía por la abertura. Un cangrejito ermitaño vivía allí, y se asomaba como si quisiera preguntar qué estaba pasando. “Bueno”, dijo Norita, “parece que tendremos que dejarlo donde estaba”.

Fue entonces que la mamá tuvo problemas. Ella realmente no quería devolver el caracol, aunque entendía que era la casa del cangrejito. Sin embargo, sabía que Norita tenía razón. Pensó en el Décimo Mandamiento, que empieza así: “No codiciarás la casa de tu prójimo”, Ex. 20:17. y sintió que no podría desalojar al cangrejito ermitaño y dejarlo sin casa. La mamá puso el caracol en la mano de Norita. Ella corrió entre las olas y lo tiró al agua lo más lejos que pudo.

Más tarde, ese mismo día, la familia cenó en un restaurante y luego fueron a una tienda. Entonces Norita se dio cuenta de que no tenía su cartera, ella y su papá regresaron al restaurante. La mamá encontró un lugar tranquilo para orar. Y se acordó del bello caracol y el cangrejito ermitaño. Pensó qué rápido había comprendido Norita que la felicidad se encuentra en respetar lo que le pertenece a otros y no en quitar lo ajeno. Y puesto que Dios provee para todos Sus hijos por igual, nadie podría codiciar lo que le pertenecía a Norita.

Cuando Norita y su papá regresaron, ella traía su cartera. Alguien la había devuelto a la joven cajera del restaurante.

Después, la mamá le dijo a Norita que había dado un buen ejemplo. Al preocuparse por un cangrejito ermitaño, ella había ayudado a su mamá a aprender una lección importante, es decir, que respetar lo ajeno, es siempre lo correcto.

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