Era Navidad, la primera después del fallecimiento de mi madre. Yo era la hija mayor, de modo que la preparación de la cena estaba a mi cargo, y me sentía triste y agobiada.
Desde hacía algunas semanas, había notado algo como un tumor en el abdomen, más o menos del tamaño de mi puño. Y mientras estaba de pie revolviendo la salsa, sentía un fuerte dolor. Entonces, me vino esto al pensamiento: “Bueno, puedes quedarte aquí simplemente revolviendo la salsa, o puedes pensar sobre el verdadero significado de los símbolos de la Navidad”.
Así comencé a pensar en el significado de la estrella de Belén. Para mí, la función de la estrella fue la de proveer esperanza, luz y guía en medio de la oscuridad de la noche. Los navegantes a menudo se guían por las estrellas, así que esta estrella guiadora bien podía representar la orientación espiritual, guiando a través de una noche de materialismo o de oscuridad mental hacia el Mesías o Salvador. Esta orientación espiritual significaba para mí que el Cristo, la Verdad, trae la luz constante mediante la cual mis decisiones, objetivos y motivos puedan estar divinamente establecidos, libres del método de buscar la aprobación o desaprobación de opiniones humanas o de caprichos personales.
Parecía muy natural que los pastores — vigilantes, alerta y cuidadosos — hubiesen estado entre los primeros que notaron ese prodigio celestial. De manera que estas cualidades mentales expresadas por los pastores (la vigilancia, la ternura, el deseo de expresar un amor desinteresado aun bajo condiciones desfavorables para uno mismo) podían muy bien serme útiles, a medida que yo también, humildemente reconocía y seguía esta guía espiritual en mi consciencia, adondequiera que me llevara.
Los reyes magos — que viajaron una gran distancia para presentar sus excelentes ofrendas — le rindieron homenaje al niño. Pienso que estos reyes magos simbolizaban el deseo de abandonar voluntariamente los sistemas más avanzados de sabiduría humana y sus hallazgos más preciados. Ellos se inclinaron ante Cristo Jesús, el representante humano de la sabiduría divina, quien podía explicar, y explicó, todos los misterios; derrotó toda forma de materia, y demostró que la vida no podía ser encerrada en una tumba.
Comprendí que el dar regalos (al niño Jesús y en las celebraciones actuales) era una expresión de amor y de bondad, era el acompañamiento natural de esta modalidad cristiana “en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”. Lucas 2:14.
A medida que meditaba en la razón de que este hecho divino hubiese tenido lugar en el pesebre y no en el abarrotado mesón, vi la lógica de una humilde bienvenida como en el pesebre, símbolo de la receptividad. De modo similar, si yo escuchaba tranquila y humildemente, estaría mejor dispuesta a oír y evidenciar el mensaje divino sanador, que con el pensamiento lleno del clamor de la voluntad humana ruidosa e inquieta. Los pensamientos centrados en sí mismos apagan la tierna voz callada y apacible. Esa apacible voz de la Verdad en cada consciencia, nos ayuda a elegir lo correcto, lo bueno, lo puro.
Me vinieron al pensamiento las palabras de un himno adaptadas de un poema de John Greenleaf Whittier:
Salude el mundo el nacer
del santo niño de la luz;
divina gracia librará
de todo sueño material.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 170.
¡Eso fue precisamente lo que ocurrió ese día de Navidad! Yo encontré la liberación “de todo sueño material”. La sensación de cansancio, tristeza y abatimiento desapareció. Ya no estaba simplemente revolviendo la salsa, sino que me sentía inspirada por lo que estaba meditando. Los cambios, a mi modo de ver las cosas, tuvieron lugar a medida que consideraba el significado espiritual de esos símbolos.
De modo que terminé de preparar la cena, y la reunión familiar fue jubilosa y armoniosa. Más tarde, esa noche, al estarme bañando noté que ya no tenía el tumor. Simplemente había desaparecido y mi piel estaba suave, sin ninguna marca. Era el Cristo, la Verdad, operando en la consciencia humana, lo que me había sanado. Me había demostrado que mi verdadero ser espiritual, nunca había sido tocado por la enfermedad. El advenimiento de la comprensión espiritual había invalidado y silenciado la creencia humana evidenciada en un tipo de discordancia.
La celebración de la Navidad a través de sus diferentes tradiciones y símbolos ahora ha cambiado para mí. Y como dicen las palabras finales del mismo himno:
Los símbolos se esfuman ya
cuando la vista clara es;
los días pasan sin cesar
en alabanzas al Señor.
De Navidad podéis guardar
humano símbolo exterior,
mas no juzguéis a quien halló
al Cristo en su corazón.
Este sentimiento en nuestros corazones de que la idea divina ha nacido, este esclarecimiento en la consciencia del más profundo significado de las cosas, puede ser nuestro cada día. El despertar espiritual interior y su percepción traen renovación; nos sentimos limpios y renovados. ¿Puede causar sorpresa que el gozo, la alabanza, la gratitud y la curación acompañen este discernimiento celestial?
La fundadora de esta publicación periódica, la Sra. Eddy, brinda esperanzas a todos aquellos que en la actualidad buscan el método de curación a través del Cristo: esperanza de victoria sobre el pesar, el agobio, el desaliento, la enfermedad, la desesperación y el temor.
Ella nos dice: “Jesús fue el concepto humano más elevado del hombre perfecto. Era inseparable del Cristo, el Mesías — la idea divina de Dios, afuera de la carne. Eso capacitó a Jesús para demostrar su dominio sobre la materia. Los ángeles anunciaron a los Magos de antaño ese aparecimiento dual, y los ángeles lo susurran, por medio de la fe, al corazón hambriento en todas las épocas”.Ciencia y Salud, pág. 482.
¡Qué maravilloso es conocer el significado más profundo de los símbolos de la historia tan amada de la Navidad, y ver que el hacerlo trae también curación genuina. Entonces podemos tener una Navidad sanadora, cada día!
 
    
