Como nueva estudiante de Ciencia Cristiana, y no muy segura de toda su terminología, me hice de valor y visité por primera vez a una practicista de la Ciencia Cristiana registrada en el The Christian Science Journal. Yo estaba completamente preparada para divulgar mi historia pasada, y, ya sentada en su oficina, empecé a desenredar mi relato de infortunio. Después de unos momentos, la practicista me interrumpió y me dijo que yo era la hija perfecta de Dios.
El concepto de que yo era perfecta, desintegró por completo la imagen distorsionada que tenía de mí misma. La practicista, percibiendo que la perfección era una nueva idea para mí, siguió explicándome que cada uno de nosotros realmente tiene un solo Padre, y que ese Padre es Dios. Por lo tanto, expresamos solamente cualidades divinas. Todo lo que no sea divino, no tiene poder sobre nosotros. Dijo enfáticamente que sólo Dios tiene poder.
Esta idea era tan nueva para mí, que me sentí perpleja y le dije que estaba divorciada, que tenía una hija muy pequeña, y que mi ex marido no nos estaba manteniendo. Todo lo que yo tenía era un diploma de la escuela comercial de segunda enseñanza. Luego, para estar segura de que realmente había comprendido mi difícil situación económica y emocional, agregué: “Mi situación es realmente desesperada”.
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