En cierta ocasión un hombre regañó a su esposa por permitir que la hermana de él le quitara el tiempo contándole sus penas. “No es necesario que lo hagas sólo por el hecho de que es mi hermana”, le dijo.
Su esposa le respondió: “¡Tengo que hacerlo, no porque ella sea tu hermana, sino porque ella es mi ‘hermano’!”
Los dos esbozaron una sonrisa. La de él indicaba comprensión, pues sabía que su esposa se esforzaba por obedecer el mandamiento bíblico: “El que ama a Dios, ame también a su hermano”. 1 Juan 4:21. La sonrisa de la esposa se desvaneció de pronto al pensar: “¿Por qué tengo que escuchar el relato de sus enfermedades, de sus desgracias y pesares? ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?”
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