En cierta ocasión un hombre regañó a su esposa por permitir que la hermana de él le quitara el tiempo contándole sus penas. “No es necesario que lo hagas sólo por el hecho de que es mi hermana”, le dijo.
Su esposa le respondió: “¡Tengo que hacerlo, no porque ella sea tu hermana, sino porque ella es mi ‘hermano’!”
Los dos esbozaron una sonrisa. La de él indicaba comprensión, pues sabía que su esposa se esforzaba por obedecer el mandamiento bíblico: “El que ama a Dios, ame también a su hermano”. 1 Juan 4:21. La sonrisa de la esposa se desvaneció de pronto al pensar: “¿Por qué tengo que escuchar el relato de sus enfermedades, de sus desgracias y pesares? ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?”
Al instante, un pensamiento le dio la respuesta: “¡Sí! Debes ocuparte de tu hermano y también de tu hermana, en la Ciencia”. Como estudiante de Ciencia Cristiana, reconoció la frase “en la Ciencia” como parte de un párrafo que había leído con frecuencia en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. La frase completa dice: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales”.Ciencia y Salud, págs. 476‒477.
Meditó en esa frase. Comparó las respuestas consoladoras que le había dado a su cuñada con el método que utilizaba Cristo Jesús. No hay ninguna evidencia bíblica de que él estimulara o solicitara escuchar largas descripciones acerca de la enfermedad, o de que él hablara extensivamente sobre un problema o que le diera realidad. Los que venían a Jesús buscaban la curación, y no a alguien que escuchara sus pesares. Y ¡él los sanaba! La frase que sigue a la mencionada anteriormente de Ciencia y Salud dice: “En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ibid., pág. 477.
Durante los días siguientes, la esposa se aferró a la admonición “Ocúpate de tu ‘hermana / hermano’ en la Ciencia”. Esas dos frases de Ciencia y Salud le fueron básicas para esta manera de pensar. Reflexionó sobre ellas más detenidamente.
Para ella, Jesús significaba su Maestro, Señor y Mostrador del Camino, impartiendo enseñanzas que son totalmente aplicables para el progreso de la humanidad y para la salvación en esta época. El manifestó el Cristo con tal perfección, que pudo demostrar que el pecado, la enfermedad y la muerte no tenían ningún poder.
En su estudio de la palabra “Ciencia” la esposa encontró ayuda en las Concordancias de los escritos de la Sra. Eddy, que le permitió hallar numerosas referencias al respecto. En el resumen que hizo de su estudio, comprendió que la Ciencia era la verdad exacta y demostrable de Dios y la manifestación de Dios: el hombre y el universo.
Nuevamente con la ayuda de las Concordancias, obtuvo una visión más clara acerca de la verdad del hombre, no de un mortal pecador y enfermo, sino la idea de Dios. Repasó el primer capítulo del Génesis en la Biblia y concentró su atención en el versículo: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Gén. 1:27.
Al llegar a este punto de su estudio, el pensamiento de la esposa se detuvo. Allí estaba la clave. Jesús veía, no a un mortal que debía ser consolado, alentado, sanado, sino al hombre de Dios que debía ser revelado como la idea perfecta de la Mente.
La curación del hombre de la mano seca proporcionaba un buen ejemplo. Pensó en la escena. Cuando Jesús entró en la sinagoga, las personas que lo criticaban lo acechaban para encontrar una manera de acusarlo por sanar en el día de reposo. Quizás esta hostilidad fue lo que hizo que el hombre que tenía la mano seca retrocediese, lleno de timidez y confusión. Jesús no sintió meramente misericordia por él. Por el contrario, imbuido del entendimiento que da el Cristo acerca de la comprensión de la presencia y poder sanadores de Dios, Jesús habló al hijo amado de Dios: “Levántate y ponte en medio”. A continuación, refutó a sus enemigos con una declaración clara y lógica de la verdadera ley. Luego dijo al hombre: “Extiende tu mano”. El hombre obedeció, “y la mano le fue restaurada sana”. Marcos 3:3, 5.
Durante el estudio realizado en días subsiguientes, la esposa mantenía en su pensamiento “Una Regla para móviles y actos” pos la Sra. Eddy, en el Manual de La Iglesia Madre. Humildemente se sintió más agradecida que nunca por esta Regla. En particular, le fue de gran ayuda la frase que dice: “En la Ciencia, sólo el Amor divino gobierna al hombre, y el Científico Cristiano refleja la dulce amenidad del Amor al reprender el pecado, al expresar verdadera confraternidad, caridad y perdón”.Man., Art. VIII, Sec. 1.
La próxima llamada telefónica que recibió de su cuñada comenzó con la entusiasta descripción de una nueva y absorbente actividad que había comenzado recientemente. La conversación concluyó con la observación de que, en vista de la atención que debía dedicarle a esta agradable actividad, sus llamadas serían menos frecuentes.
Con una gran paz y gratitud, la esposa continuó con su estudio, el cual le proporcionó un enfoque más amplio de maneras todavía mejores de expresar amor. Estaba descubriendo una confianza más profunda en Dios como guía y gobernante de ella misma, de los miembros más cercanos de su familia y de toda la humanidad. El resultado sólo podía ser una expresión cada vez más expansiva de verdadera confraternidad.
Amaos los unos a los otros
con amor fraternal;
en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.
Romanos 12:10
