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Vigor espiritual

Del número de marzo de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pensemos en Pablo. Los naufragios, los encarcelamientos y los azotes que soportó, hubieran hecho a la mayoría de las personas volverse presurosos al terreno más seguro de los dogmas comúnmente aceptados y las creencias religiosas que no son tan radicalmente espirituales. Pero Pablo, uno de los primeros cristianos, decía de esas penurias: “De ninguna cosa hago caso”. Hechos 20:24. Para tener éxito en medio de pruebas como las que él soportó, se requiere una comprensión profunda del cuidado de Dios, junto a una cualidad especial que podríamos llamar “vigor espiritual”.

Si el vigor espiritual hubiera sido logrado solamente por Pablo y otros gigantes de la Biblia, esta cualidad tendría poca importancia hoy en día. Pero ésta es una fortaleza que nos es posible obtener porque Dios, quien es Espíritu, se expresa a Sí mismo por medio del hombre. La fortaleza espiritual, siendo un aspecto de la verdadera naturaleza semejante al Cristo que el hombre creado por Dios posee, es posible para cada uno de nosotros en la medida en que la reclamemos con energía. La persona que sabe que, en realidad, es el hombre creado por Dios, posee toda la vitalidad, fortaleza, flexibilidad — vigor espiritual — que necesita. A medida que comprendamos que el hombre es realmente el reflejo de Dios, la Vida, quien es fuente de todas las cualidades espirituales, obtendremos lo que se requiere para conquistar la cumbre de cualquier desafío, así sea grande como una montaña. Aunque sea difícil o impopular, podemos ponernos del lado de la verdad, y con éxito podemos desarraigar del pensamiento todo lo que sea débil y sin energía.

Aunque usted conozca la Biblia superficialmente, es probable que esté familiarizado con algunas ilustraciones de la cualidad que estamos hablando. Repetidas veces, la fe que una persona tenía en Dios, fue la causa de que la apresaran, que la echaran en un foso de leones o en un horno de fuego ardiendo. Pero estos personajes bíblicos no se quedaron en la prisión, ni en el foso, ni en el horno. En cada caso, la misma fe firme en Dios, que aparentemente había provocado la prueba, también trajo la liberación, así como mayores bendiciones. Inevitablemente, el efecto final que el triunfo sobre un obstáculo tiene sobre la integridad espiritual, es una mayor fortaleza y no debilidad. “Cada prueba de nuestra fe en Dios nos hace más fuertes”,Ciencia y Salud, pág. 410. nos dice la Sra. Eddy.

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