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Hace unos pocos años fui a Florida de vacaciones, y allí me saturé...

Del número de marzo de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos pocos años fui a Florida de vacaciones, y allí me saturé de su cálido sol. Me encanta nadar, y todas las mañanas temprano me zambullía en la piscina cuando no había nadie, para poder disfrutar de la piscina yo sola. Una mañana, cuando estaba nadando debajo del agua, tuve una sensación de terrible quemadura en la piel y en los ojos. Cuando llegué a la superficie me di cuenta de que el encargado de la piscina, sin intención, había echado una cubeta de cloro en el lugar en que yo estaba nadando. El inmediatamente me sacó del agua, y empujándome, me puso bajo una de las regaderas exteriores adyacentes a la piscina. Después de haberme enjuagado, me llevó a mi cuarto en el hotel.

La sensación de ardor en los ojos y piel había cesado para cuando llegué a mi cuarto. Paro después de un rato me sentí afiebrada, y me di cuenta de que me había descuidado y no había tratado mi problema por medio de la oración, como lo debía haber hecho. Recurrí a mis libros, la Biblia, y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, aferrándome a ellos como quien se aferra a un bote salvavidas en medio del océano. Me vino a la mente esta cita en la página 412 en Ciencia y Salud: “Percibid la presencia de la salud y la realidad del ser armonioso, hasta que el cuerpo corresponda con las condiciones normales de salud y armonía”. Me aferré a esta verdad hasta el amanecer, pero la fiebre todavía persistía.

Aunque la fiebre había disminuido, era tan grande mi temor de enfermarme justamente antes de volver a casa por avión, que pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana. Ella calmó mi temor, y me puso a trabajar, a memorizar el primer verso del himno número 412 del Himnario de la Ciencia Cristiana:

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