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Juanita fue muy valiente

Del número de marzo de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Casi todos los fines de semana, Marquitos y Juanita iban con sus padres a una casa en las cercanías del bosque. Toda la semana, los niños esperaban ansiosamente que llegara el día de ir a ese lugar que tanto les gustaba. Tenían un hermoso jardín. Y, ¡cuánto silencio y paz había! La presencia de Dios se sentía muy real. A veces, por las noches, todos en la familia se sentaban en el patio y cantaban canciones; algunas de ellas eran himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana. Juanita le enseñaba a su hermanito la letra.

Durante el día, estaban ocupados realizando toda clase de actividades, incluso tareas para ayudar en la casa. Una tarde, cuando el papá había ido a juntar hongos, la mamá necesitaba leña para el fuego. Tomó un hacha y trató de cortar la leña. De pronto, dio un grito. Se había cortado la mano gravemente. Al ver la sangre, Marquitos empezó a llorar, pero Juanita fue muy valiente.

Dijo: — Cúbrete la mano, mamá, y siéntate aquí en la silla, por favor —. Juanita fue corriendo a la casa y tomó una Biblia y un ejemplar de Ciencia y Salud. Recordaba bien lo que había aprendido en la Escuela Dominical sobre los accidentes: que no tienen absolutamente ningún lugar en el reino de Dios. Le temblaban las manos y apretó fuertemente los labios, haciendo un esfuerzo para no llorar, pero le dijo a su hermanito: — Marquitos, ahora tienes que orar un poquito. Después, vamos a cantar algunos de los himnos que aprendimos ayer.

De la Lección Bíblica En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. de la semana anterior, Juanita recordó algo que dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud sobre los accidentes. Buscó la página y leyó estas palabras: “Cuando ocurre un accidente pensáis o exclamáis: ¡Estoy lesionado! Vuestro pensamiento es más poderoso que vuestras palabras, más poderoso que el accidente en sí, como para hacer real la lesión”.Ciencia y Salud, pág. 397. Juanita no dudó en lo más mínimo sobre la veracidad de lo que estaba leyendo, y ahora, con todo el fervor de una hija cariñosa, leyó en voz alta a su mamá esas valiosas palabras. Estaba segura de que el amor y la presencia de Dios eran más poderosos que los pensamientos de accidente.

Pasó el tiempo, pero nadie lo notó. Cuando el papá de Juanita volvió del bosque, la mamá le explicó brevemente lo sucedido. Mientras tanto, la herida había dejado de sangrar. Ahora Juanita estalló en llanto, pero eran lágrimas de gratitud. En pocos días, desapareció la cicatriz.

Todos se alegraron por esta experiencia, pero lo que permaneció con ellos fue una profunda gratitud y la certeza de que podemos confiar en el cuidado de Dios.

Las experiencias de curaciones en los artículos del Heraldo se verifican cuidadosamente, incluso en los artículos escritos por niños o para niños.

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