¿Se dio usted cuenta alguna vez de que tendemos a pensar en imágenes? Si estudiamos detenidamente nuestros procesos mentales, veremos que la mayor parte de nuestro pensamiento consiste en cuadros mentales de gente, lugares y cosas.
A menudo, las imágenes que evoca la memoria nos causan placer. Pero frecuentemente nos causan sufrimiento. El temor, la pena o la culpa, pueden evocar imágenes dolorosas que luego se repiten en nuestra mente a todo color y sonido. Pero hay una manera de detener estas repeticiones mentales, de eliminar las molestias que ocasionan y de borrarlas permanentemente del pensamiento.
El Apóstol Pablo explica cómo podemos lograr esta paz mental: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Filip. 4:8.
Las cosas que son verdaderas, justas, puras, son las ideas espirituales que Dios nos proporciona. Estas ideas o ideales pueden ser descritas como modelos de pensamiento. A medida que pensamos en estas cosas, las imágenes mentales perturbadoras se desvanecen del pensamiento.
La Ciencia Cristiana enseña el efecto sanador y regenerador que se produce al modelar el pensamiento según modelos espirituales o los ideales del Cristo, tales como los que Cristo Jesús despliega ante nosotros en el Sermón del Monte. Las cualidades que Jesús nos encomienda en las Bienaventuranzas — humildad, pureza, misericordia, receptividad, y demás — necesitan ser cultivadas por aquel que desea sanar o ser sanado.
Para modelar los pensamientos espiritualmente, se requiere un esfuerzo persistente. La Sra. Eddy compara la disciplina mental que esto implica con el modo en que trabaja un escultor. En el libro de texto Ciencia y Salud, ella pregunta: “¿Cuál es el modelo ante la mente mortal? ¿Es la imperfección, el gozo, el pesar, el pecado, el sufrimiento?” Un poco más adelante inquiere: “¿No oís a toda la humanidad hablar del modelo imperfecto? El mundo lo pone delante de vuestra vista continuamente. El resultado es que estáis propensos a seguir esos patrones inferiores, a limitar así la obra de vuestra vida y a adoptar en vuestra existencia el diseño anguloso y la deformidad de los modelos de la materia”. Luego presenta la solución sanadora: “Para remediar eso, debemos primero dirigir nuestra mirada en la dirección correcta y luego seguir por ese camino. Debemos formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o nunca los esculpiremos en vidas grandes y nobles”.Ciencia y Salud, pág. 248.
Hace algunos años, tuve una experiencia que me enseñó cómo el sufrimiento causado por imágenes mentales perturbadoras puede ser sanado por medio de la formación de modelos de pensamiento espirituales. Una practicista de la Ciencia Cristiana compartió conmigo la curación que tuvo del intenso temor que sentía por las víboras. La curación se produjo cuando vislumbró el hecho de que todo lo que existe en la creación espiritual de Dios expresa amor. Cuando percibió esto, pudo tocar una víbora de gran tamaño sin sentir temor. Al escucharla, vi muy claramente que por algún tiempo yo había abrigado un temor similar a las víboras.
Poco tiempo después, comenzaron a asediarme imágenes mentales feas, día y noche. Empecé a orar para superar este temor y para aprender la lección espiritual que hiciera falta.
Recordé que, en la Biblia, la serpiente es un símbolo del mal. También recordé la profecía de Jesús respecto a todos los que creyesen en él: “Tomarán en las manos serpientes”. Marcos 16:18. Pedí a Dios la visión espiritual que me permitiese manejar y sojuzgar la creencia del mal, para poder, figurativamente, “tomar en las manos serpientes”. (¡Debo admitir que no esperaba, tan pronto, tener que literalmente tocar serpientes! Pero sí quería sanar las desagradables imágenes mentales del mal que el temor a las serpientes había despertado en mí.)
Después de varios días de tormento mental, mi oración encontró respuesta en la siguiente declaración de Ciencia y Salud: “La Mente inmortal alimenta al cuerpo con frescura y belleza celestiales, impartiéndole bellas imágenes de pensamiento y destruyendo los sufrimientos de los sentidos, que cada día se acercan más a su propia tumba”.Ciencia y Salud, pág. 248.
Percibí que las “bellas imágenes de pensamiento” que Dios, la Mente inmortal, imparte constantemente al hombre, no son imágenes de cosas malas y repulsivas, sino ideas espirituales del bien, que revelan Su amor siempre presente y el tierno y grandioso cuidado de Su creación. Razoné pensando que como Dios es la única Mente del hombre, y esta Mente en ese preciso momento me estaba proporcionando ideas hermosas, las imágenes mentales feas ya no podían hacerme sufrir más. Me di cuenta de que puesto que sólo las ideas de Dios son reales y tienen poder, éstas destruyen “los sufrimientos de los sentidos”. A medida que continuaba regocijándome de que Dios me estaba dando a cada instante modelos de pensamiento perfectos, los cuadros del mal que me atemorizaban se desvanecieron, y recobré la paz.
A partir de ese momento, toda vez que cualquier tipo de imagen mental perturbadora trata de ocupar mi pensamiento, doy la espalda a esos modelos materiales y me vuelvo hacia las ideas espirituales que la Mente divina provee constantemente, y encuentro la curación.
Esta comprensión se puede aplicar en forma práctica en nuestra vida diaria. Por ejemplo, mucha gente se siente preocupada por la imagen que tienen de sí mismos. Se ven a sí mismos como incompetentes, poco atractivos o faltos de amor. Cuando éste es el modelo ante el pensamiento, es probable que se reproduzca en vidas desdichadas e insatisfechas.
Los medios de publicidad, utilizando técnicas persuasivas, nos presionan constantemente para que mejoremos nuestra imagen por medio de métodos materiales: dietas, gimnasia, la ropa que usamos, los autos que conducimos, y así por el estilo. Pero ningún cambio exterior y cosmético puede cambiar en forma permanente la imagen que tenemos de nosotros mismos. Esto sólo puede lograrse a través de la comprensión de nuestra identidad espiritual como hijos amados de Dios. Tenemos que reemplazar las imágenes imperfectas que tenemos de nosotros mismos por el modelo perfecto del hombre como la idea espiritual o imagen de Dios.
Luego que Jesús fue bautizado por Juan, se escuchó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Mateo 3:17. Aunque estas palabras se refieren específicamente a Cristo Jesús, Dios está eternamente satisfecho con la individualidad espiritual de cada uno de Sus hijos e hijas. Sabiendo que nuestra entidad real proviene de Dios y que El tiene complacencia en ella, podemos mantener una consciencia profundamente satisfecha de nuestra verdadera valía.
También, las imágenes mentales aflictivas de enfermedad pueden ser borradas del pensamiento y del cuerpo por medio de la oración cristianamente científica.
Las descripciones de enfermedades que aparecen en los periódicos, las revistas y la televisión, tienden a crear imágenes mentales perturbadoras. Si estos modelos de imperfección y sufrimiento permanecen en el pensamiento, más adelante pueden llegar a expresarse en el cuerpo. Como explica el libro de texto: “La enfermedad siempre es producida por un concepto falso que se abriga mentalmente y no se ha destruido. La enfermedad es una imagen de pensamiento exteriorizada. El estado mental es llamado estado material”.Ciencia y Salud, pág. 411.
En contraste con algunos sistemas de curación por la mente que usan imágenes mentales para producir la salud, la Ciencia Cristiana de ningún modo emplea cuadros mentales de materia sana en vez de materia enferma. Nuestros modelos de pensamiento son las verdades espirituales del hombre hecho a la imagen de Dios. Estas ideas, que Dios imparte, sanan el pensamiento perturbado que produce la enfermedad.
La eficacia de esta manera de curación por medio del Cristo, fue demostrada hace algunos años por una Científica Cristiana que descubrió una pequeña protuberancia en su pecho. No volvió a examinarse más. Ella sabía que debía apartar su mirada del cuerpo y dirigirla hacia Dios, la Mente divina, la fuente de la salud del hombre.
Luego, comenzó a orar por ella misma. Afirmó que la Vida es Dios y que su vida era la expresión individual de Dios, sostenida por la ley divina. Razonó pensando que puesto que Dios es Espíritu, su vida era enteramente espiritual y, por lo tanto, indestructible. Sabía que los deseos tan grandes que tenía de aumentar su comprensión de Dios eran la evidencia del único crecimiento que verdaderamente se estaba llevando a cabo.
Pero durante algún tiempo las sugestiones de temor persistieron, especialmente el pensamiento que quizás ella no viviría para criar a sus tres hijos. Percibiendo su necesidad de lograr una visión espiritual más profunda, la joven habló con un practicista de la Ciencia Cristiana. El practicista le ayudó a ver con mayor claridad que la condición física era una manifestación exteriorizada de temor. Le recordó que Dios es la única Mente del hombre y que ella podía recibir sus pensamientos sólo de El. En la Mente divina, que el hombre refleja, no hay temor ni creencias de enfermedad impartidas por la educación. Esta Mente está constantemente expresando en el hombre la verdad acerca de su totalidad y armonía como el reflejo de Dios.
El practicista se sintió impulsado a preguntarle a la joven madre si estaba abrigando algún tipo de resentimiento. Después de pensarlo un momento, la mujer dijo que sí. Había tenido algunos desacuerdos con su marido respecto a algunas exigencias que ella consideraba injustas. Ello produjo un creciente resentimiento.
El practicista le señaló la necesidad de disolver ese estado de pensamiento viéndose a sí misma y a su marido como Dios los había creado, como la expresión pura del Amor divino.
En las semanas siguientes, la mujer oró diligentemente para borrar del pensamiento tanto el temor como el resentimiento. Cada vez que el temor pretendía hacer valer sus derechos, lo silenciaba percibiendo que el Espíritu, y no la materia, preservaba su vida. El resentimiento desapareció a medida que se fue identificando firmemente, tanto a sí misma como a su marido, como hijos amados de Dios, que expresan Su tierna naturaleza. Percibió que el Amor divino podía ser expresado humanamente por ambos a través de la tierna consideración mutua.
Muy pronto, la relación matrimonial se tornó más feliz y más fuerte que antes. No había transcurrido mucho tiempo cuando también comprobó con gran regocijo que la protuberancia se había disuelto. La curación tuvo lugar a medida que mantenía firmemente en su pensamiento el modelo del Cristo, el hombre espiritual y perfecto, como la imagen del Amor.
El sufrimiento producido por las imágenes mentales materiales del temor, del menosprecio de sí mismo y de la enfermedad, siempre puede ser disipado al reemplazar estos modelos materiales con modelos de pensamiento espirituales, las ideas sanadoras que Dios nos da. La posibilidad de esculpir nuestras vidas con abundancia de belleza, sentido de dirección y utilidad, existe para cada uno de nosotros, aquí y ahora.
Sea cual fuere la imagen de imperfección que el mundo le esté sugiriendo, puede ser desplazada por el modelo del Cristo, el hombre creado a la imagen de Dios. Mantenga ante su vista este ideal, modele fielmente su vida de acuerdo con él, y aparecerá su modelo individual de armonía, salud y santidad.
    