Todo aquel que haya estado luchando por largo tiempo con algunas desafiantes dificultades físicas o mentales, tal vez piense: “¡Si tan sólo pudiera ir hacia Cristo Jesús. El no pediría mucho de mí, y me sanaría inmediatamente!”
Si se leen superficialmente los relatos bíblicos de las obras sanadoras de Jesús, pareciera que las personas que necesitaban curación no tenían mucho que hacer para obtener la ayuda de Jesús. Consideremos esta ilustración en Lucas: “Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios”. Lucas 13:10-13.
A pesar de que estos cuatro versículos nos dan muy pocos detalles, revelan que la mujer tuvo que hacer algo para poder recibir su curación. Y lo que hizo puede ser un ejemplo útil para mostrarnos lo que debemos hacer para recibir el toque sanador del Cristo.
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