Durante mi adolescencia comencé a interesarme en la fotografía, y un vecino mío se ofreció para ser mi mentor. Una tarde de verano, después de una tormenta, salí precipitadamente de mi casa para fotografiar un arco iris que se veía extraordinariamente brillante y en toda su extensión. Mi vecino también salió, y empezamos a comparar el ajuste de las cámaras. Me sorprendió ver que el de él era muy distinto de lo que yo había pensado, de modo que le pregunté qué clase de película estaba usando. “Bueno”, me dijo, después de una pausa desconcertante, “estoy usando blanco y negro”. Pero, a diferencia de un fotógrafo refinado y entusiasta, que lo hubiera planeado así, ¡él sencillamente se había olvidado de cargar la máquina con película de color!
En estos tiempos, gran parte del mundo enfoca los valores espirituales y la realidad espiritual desde el punto de vista de mi vecino, con su película en blanco y negro. Puede que el resultado sea una escena tan gris como la del sentido material de la existencia.
Como Dag Hammarskjöld, el gran estadista sueco y uno de los primeros Secretarios Generales de las Naciones Unidas, escribió en su libro Markings: “Dios no muere el día en que dejamos de creer en una deidad personal, pero nosotros sí morimos el día en que nuestra vida deja de ser iluminada por la constante irradiación, que se renueva cada día, de una maravilla, la fuente de la cual es superior a toda explicación”.Markings (New York: Alfred A. Knopf, 1965), pág. 56.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!