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Examinemos una realidad más profunda

Del número de marzo de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi adolescencia comencé a interesarme en la fotografía, y un vecino mío se ofreció para ser mi mentor. Una tarde de verano, después de una tormenta, salí precipitadamente de mi casa para fotografiar un arco iris que se veía extraordinariamente brillante y en toda su extensión. Mi vecino también salió, y empezamos a comparar el ajuste de las cámaras. Me sorprendió ver que el de él era muy distinto de lo que yo había pensado, de modo que le pregunté qué clase de película estaba usando. “Bueno”, me dijo, después de una pausa desconcertante, “estoy usando blanco y negro”. Pero, a diferencia de un fotógrafo refinado y entusiasta, que lo hubiera planeado así, ¡él sencillamente se había olvidado de cargar la máquina con película de color!

En estos tiempos, gran parte del mundo enfoca los valores espirituales y la realidad espiritual desde el punto de vista de mi vecino, con su película en blanco y negro. Puede que el resultado sea una escena tan gris como la del sentido material de la existencia.

Como Dag Hammarskjöld, el gran estadista sueco y uno de los primeros Secretarios Generales de las Naciones Unidas, escribió en su libro Markings: “Dios no muere el día en que dejamos de creer en una deidad personal, pero nosotros sí morimos el día en que nuestra vida deja de ser iluminada por la constante irradiación, que se renueva cada día, de una maravilla, la fuente de la cual es superior a toda explicación”.Markings (New York: Alfred A. Knopf, 1965), pág. 56.

Si nos hemos saturado del triste conocimiento de la existencia mortal, y lo aceptamos como nuestro único medio para medir a Dios y la realidad, tenemos poca probabilidad de ver la irradiación de las cosas espirituales. No obstante, la realidad espiritual permanece presente y operativa en su totalidad, y somos nosotros los que necesitamos un enfoque diferente para darnos cuenta de ella. Cuando el corazón está dispuesto, el espíritu del Cristo abre el pensamiento para percibir y recibir lo que ya está allí.

Mary Baker Eddy, quien hizo el descubrimiento espiritual conocido como Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), describe la naturaleza del pensamiento mundano que quisiera excluir la percepción espiritual, cuando escribe: “Los falsos conceptos realistas menoscaban la Ciencia del Principio y de la idea; hacen de la Deidad algo irreal e inconcebible, ya sea como mente o materia; mas la Verdad viene al rescate de la razón y de la inmortalidad, y revela la verdadera naturaleza de Dios y del universo al sentido espiritual, el cual da testimonio de las cosas espirituales y no de las materiales”.Escritos Misceláneos, pág. 218.

Frecuentemente, el falso realismo se presenta como la primera y única elección en las situaciones humanas, hasta que aprendemos a recurrir a la Verdad divina y su poder para que nos muestre una posibilidad enteramente diferente. Entonces empezamos a comprender la diferencia entre el supuesto realismo — basado en una evaluación humana de las circunstancias — y la realidad espiritual. Aprendemos a ver un realismo más profundo; el realismo de la bondad omnipresente de Dios.

Esta lección la aprendieron dos padres jóvenes que eran Científicos Cristianos. Se vieron enfrentados a la enfermedad llamada difteria, que sus hijos padecían. Cuando ésta apareció por primera vez, se alarmaron considerablemente, pero la oración en la que habían aprendido a confiar — la oración en la que se elige afirmar la realidad activa y presente de Dios y la consecuente irrealidad de cualquier cosa desemejante a El — produjo un notable alivio de la condición, sin ninguna medicina u otro medio material.

No obstante, la condición se presentaba repetidas veces, y, cada vez, el falso realismo sugería temor y una larga y difícil noche. En cada ocasión, la determinación de dirigir el pensamiento hacia Dios traía en forma concluyente la sensación tierna y sanadora de Su solicitud, y en seguida se manifestaba el alivio físico. Pero no fue sino hasta que el problema resultó en una crisis en uno de sus hijos a altas horas de la noche, que ocurrió el cambio de pensamiento que produjo la curación completa.

Al llegar a ese punto, la evaluación “realista” de la situación era tal, que no había tiempo para la contemplación ni para obtener una gradual certeza espiritual. Lo que se necesitaba era la inmediata consciencia de que Dios mantiene al hombre y a toda Su creación en estado de perfección, y la evidencia de ello en la experiencia humana.

De manera que los padres tuvieron que dejar de pensar en términos de una llamada evaluación realista de los síntomas, basada en la apariencia física, y recurrir de todo corazón a Dios como real y presente en toda circunstancia concebible. Así lo hicieron, y se sintieron conscientes de la presencia del Amor que quita el temor y anula la opresión de la enfermedad. Los síntomas se desvanecieron, y el niño respiró normalmente. Sanó, y durmió apaciblemente toda la noche. La enfermedad jamás volvió.

Los padres aprendieron varias lecciones de esta experiencia, que fueron provechosas para llevar a cabo curaciones ulteriores en ellos mismos y en los demás. Una de estas lecciones fue que toda confianza en la realidad de la discordia que presenten los sentidos materiales, prolonga la discordia. De hecho, tal confianza es la fuente básica de la discordia, y necesitamos una comprensión mayor de que Dios, el Espíritu, no la materia, constituye la realidad en toda circunstancia. La Sra. Eddy comenta en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, el libro que escribió para compartir su descubrimiento espiritual: “Debemos examinar profundamente la realidad en vez de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”.Ciencia y Salud, pág. 129.

Como Dag Hammarskjöld y muchos otros hombres y mujeres de ánimo espiritual han intuido, no se puede encontrar a Dios al mirar en la dirección equivocada. No se encuentra en el concepto material de la existencia, ni es El el creador de un mundo material y sus males. El se encuentra en el sentido espiritual. La Biblia habla de la auténtica experiencia espiritual de esta manera: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”. 1 Juan 1:5.

Podemos dejar de suponer que la materia y el mal tienen que ser reales y que tienen que ser la creación de Dios. La Ciencia Cristiana invalida el dominio de esta suposición hipnótica, mostrando que es una equivocación aceptar que el mal es real y que emana de Dios.

Dios es la fuente de la irradiación y maravilla que algunas veces vislumbramos en la experiencia humana. Por tanto, no podemos conocer en mayor profundidad lo que Dios es, cuando empezamos con lo que incluso la inteligencia humana común estaría de acuerdo que es totalmente incompatible con un Dios infinitamente bueno, quien es la única medida de la realidad.

“La Ciencia”, escribe la Sra. Eddy, “es el prisma de la Verdad, que difracta sus rayos y presenta los matices de la Deidad”.Retrospección e Introspección, pág. 35. Examinando directamente este bien, radiante y total, y no el pensamiento humano que se ha vuelto indiferente y gris, encontraremos a Dios. Y al ver a Dios más claramente, conoceremos y veremos más vívidamente Su creación, en todo su brillante espectro, sustancia y bondad. Tal realidad reemplaza los puntos de vista meramente humanos y trae la curación divina a la experiencia humana.

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