He estudiado la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) y confiado en ella para mi curación desde que tenía veinte años de edad. Sin embargo, durante mi niñez y mi adolescencia, tuve dos dificultades físicas que fueron atendidas médicamente y declaradas incurables: tiña y sinusitis. Me dijeron que sufriría de ellas toda mi vida.
Cuando comencé a interesarme por la Ciencia Cristiana, la sinusitis se había convertido en un doloroso problema diario. (Los calmantes que me habían recetado no me hacían ningún efecto.) En una sola visita a un practicista de la Ciencia Cristiana, sané de la sinusitis. Absorbí las explicaciones del practicista sobre Dios y Su cuidado amoroso y constante. Siempre se me había dicho que, cuando sufríamos, era por la voluntad de Dios. Aprender que esto no era verdad rompió el hielo de mi corazón y me trajo un sentido de paz que nunca antes había experimentado.
Durante dos semanas, estuve temerosa de que la sinusitis recurriera. Volvía a llamar al practicista, quien siempre me aseguraba del cuidado tierno de Dios. Finalmente, acepté la curación, y ha sido permanente. (Todavía vivo en el mismo clima, el que supuestamente era causante de este tipo de enfermedad.)
La enfermedad de la piel, o tiña, me había mortificado desde mi niñez. Poco tiempo después de la curación de la sinusitis, me casé con el hombre que me había presentado la Ciencia Cristiana. Un día durante nuestra luna de miel, me apareció esta enfermedad en la cara. Naturalmente me angustié, especialmente cuando recordé lo horrible que esta condición se había puesto en el pasado y el tiempo que había permanecido. Mi esposo me sugirió que escribiera en un trozo de papel esta declaración de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy (pág. 463): “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”. Luego me recomendó que reflexionara sobre esto cuando me sintiera tentada a mirarme la cara. Lo hice, y pronto me olvidé de la condición durante el curso de las actividades diarias. Esa tarde, al llegar al hotel, mientras me lavaba la cara y me preparaba para la cena, de repente me acordé del problema y me fui a mirar al espejo. Sólo había una piel limpia allí mismo donde poco antes se manifestaban esos horribles síntomas. La curación ha sido permanente.
Esta curación tuvo también una interesante consecuencia. Alrededor de un año después, aunque no había vuelto a tener ningún síntoma, nuevamente comencé a sentir temor acerca de esta enfermedad. Sin embargo, para entonces ya había aprendido, por medio del estudio de la Ciencia Cristiana, a no permitir que pensamientos erróneos permaneciesen en mi consciencia. Así pues, me dirigí a Dios en oración para que corrigiese mis pensamientos. Como si alguien me hubiera hablado, oí las palabras: “No te has deshecho del ungüento que utilizabas para tratar la enfermedad de la piel antes de recurrir a la Ciencia Cristiana para curarte. ¿Por qué? ¿Pensabas usarlo de nuevo?” Inmediatamente encontré el ungüento (lo que demostró que yo sabía dónde estaba) y lo eché a la basura. El miedo me dejó, y la condición de la piel jamás retornó. Este incidente me probó que no podemos tener éxito sirviendo a dos señores, sino que debemos servir solamente a uno: solamente a Dios. Debemos obedecer el Primer Mandamiento (Exodo 20:3): “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, si queremos ser libres.
Estas curaciones me han sido de gran ayuda en los años siguientes, cuando he tenido problemas que solucionar. Verdaderamente, la comprensión de Dios que se obtiene por medio del estudio de la Biblia junto con el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, sana. Según se lee en el libro de texto (pág. 390): “Nuestra ignorancia respecto a Dios, el Principio divino, es lo que produce la aparente discordancia, y comprenderlo a El correctamente restaura la armonía”. La curación de la sinusitis vino con la comprensión del tierno amor y cuidado que Dios tiene por mí. La curación de la enfermedad de la piel ocurrió por medio de la comprensión de que Dios, la Verdad divina, jamás querría ni podría permitir que Su obra tuviera un sólo elemento de error.
No tengo palabras para expresar mi gratitud por Cristo Jesús, quien nos mostró el camino, y por la Sra. Eddy, quien perseveró en descubrir la manera de hacer que este camino sea práctico hoy en día por medio de la demostración de la Ciencia Cristiana. Mi humilde deseo es el de ayudar a otros a comprender el gran cuidado y amor que Dios tiene por ellos, animarlos a utilizar la comprensión de Sus leyes para solucionar toda dificultad en sus vidas diarias.
Dayton, Ohio, E.U.A.
He sido testigo de las curaciones relatadas por mi esposa en su testimonio. Estas, y muchas otras curaciones que he visto en su experiencia, han sido el resultado de su inspirador estudio y práctica de la Ciencia Cristiana.
    