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Me crié en una iglesia protestante de otra denominación religiosa.

Del número de marzo de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me crié en una iglesia protestante de otra denominación religiosa. Aunque sentía un profundo amor por Dios, tenía poco entendimiento de cómo El podía ayudarme en mi vida.

Supe de la Ciencia Cristiana durante el verano en que me gradué de la escuela secundaria, cuando una amiga y yo visitamos a su tía en una ciudad distante. La tía era Científica Cristiana, y durante las varias semanas que estuvimos con ella, nos llevó regularmente a los cultos dominicales y a las reuniones de testimonios de los miércoles en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Yo estaba tremendamente impresionada con los testimonios de curación. La gente relataba cómo estaban usando su entendimiento de Dios para traer armonía y salud a sus vidas cotidianas. Sin embargo, cuando volví a casa, no pensé más en la Ciencia Cristiana.

Años más tarde, casada y con tres pequeños hijos, me sentía muy infeliz. Emocional y físicamente mal, pasaba tiempo preguntándome de qué se trataba la vida y cómo encajaba yo en ella. Estaba sola mucho tiempo durante la noche, sintiéndome siempre cansada e irritable, y continuamente recurría al alcohol para fortalecerme y ayudarme a pasar la noche.

En aquel tiempo, la Ciencia Cristiana vino a mi vida otra vez, a través de una vecina. Vi su amor y devoción a Dios y a la iglesia; y su libertad, alegría y confianza en sí misma fueron una inspiración para mí. Finalmente, en desesperación, le pedí algo para leer que pudiera ayudarme. Me dio un ejemplar del Christian Science Sentinel, y lo leí de tapa a tapa, dos veces. Comencé a vislumbrar un poco sobre qué es la Verdad, Dios. No me podía saciar. De hecho, parecía que mi sed por la verdad era insaciable. Me sentía renovada y limpia. Estaba extremadamente feliz por mi nuevo entendimiento de Dios perfecto y hombre perfecto, y la naciente realización de que mi propósito para vivir era el de expresar todas las cualidades semejantes a Dios.

Un par de días más tarde, me di cuenta de que ya no me interesaba más el alcohol, ni dependía de él. Estaba completamente libre. Esto probó ser una curación permanente. Han pasado cerca de veinte años, y no he tenido deseo ni necesidad de alcohol. ¡Qué bendición ha sido esta curación!

Después de haber sanado de la afición a la bebida, inmediatamente sentí el deseo de hacer propia esta religión. Entonces comencé el estudio diligente de la Biblia, y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Pronto tuve la oportunidad de ver la Ciencia divina demostrada en una curación física. Un día, mi pequeño hijo de dos años y medio estaba llorando lastimosamente; tenía fiebre y un dedo del pie infectado. Estudié y oré, y la curación completa pronto tuvo lugar.

No mucho tiempo después, yo misma fui afligida por un desorden físico. Era una dificultad digestiva que se había repetido varias veces en el pasado y para la cual los doctores habían recetado muchas drogas y dietas restrictivas. Yo quería sanar esto por medio de la Ciencia Cristiana, pero a medida que pasaban los días y semanas, me debilitaba.

Un día, mientras trataba realmente de orar por la situación y también de tener algún descanso, los chicos, que jugaban arriba en la buhardilla, me molestaban tremendamente. Estaba iracunda, pues ellos sabían que yo estaba tratando de descansar. Salté de la cama y a zancadas subí a la buhardilla, y a todo pulmón les grité que no hicieran ruido. Me miraron asombrados y asustados. Entonces volví a zancadas a mi dormitorio y me acosté, golpeando la almohada con el puño y llorando desconsoladamente.

Estaba tan avergonzada. Oré: “Padre, este temperamento es lo que necesita curación” (ya que de modo alguno ésta era la primera vez que les gritaba). Lloré hasta que me sentí calmada, y finalmente me dormí. Cuando desperté, el problema digestivo había desaparecido. Había sido curado permanentemente. Y nunca les volví a gritar a los niños. ¡Cuán agradecidos estábamos todos por esta curación!

Estoy muy agradecida por todos los practicistas de la Ciencia Cristiana que me han ayudado a lo largo del camino desde aquel tiempo. He tenido muchas curaciones, incluso aquellas de fiebre del heno, resfríos, gripe, párpados inflamados, una mano herida, tendencia a sufrir dolores de cabeza, intoxicación por hiedra venenosa, culebrilla, y falta de armonía en relaciones personales. También, recurrentes protuberancias bajo la piel han desaparecido a medida que afirmaba y reafirmaba mi verdadera identidad espiritual como la armoniosa y amante hija de Dios, quien no está sujeta a los desórdenes emocionales del resentimiento y sentimientos heridos. Estas curaciones me han traído mucho crecimiento espiritual y una renovada dedicación a servir a Dios.

El estudio de la Ciencia divina ha realmente cambiado mi vida. En las palabras de uno de nuestros himnos (Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 64): “La calma siento de inmortales cosas”. Mi vida se ha vuelto hermosamente armoniosa, y cada día veo los frutos de mis oraciones y mi creciente entendimiento espiritual. “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).


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