Hace muchos años estuve presente mientras se hipnotizaba a una mujer. Como si fuera un robot, obedecía a todo lo que llegaba a su pensamiento por conducto de la voz que le daba órdenes. Lloraba y reía, sintiendo aparentemente los sentimientos de odio, temor y alegría que se le sugerían. Era obvio que no estaba consciente de quienes la rodeaban.
Muchas veces he pensado en esa situación. Por medio de la Ciencia Cristiana aprendemos cómo el mundo material y su visión superficial de la existencia parecen influirnos. Los medios de comunicación social, la educación institucionalizada y las teorías especulativas de antiguas filosofías y doctrinas pretenden llevar la voz cantante. Sin embargo, nuestra naturaleza como hijos puros de Dios prohibe que esta urgencia compulsiva sea o haga algo contrario a nuestra herencia espiritual. La influencia hipnótica es el error y está basada en creencias físicas. En Escritos Misceláneos la Sra. Eddy nos dice: “La Ciencia Cristiana clasifica el pensamiento como sigue: Los pensamientos correctos son realidad y poder; los pensamientos incorrectos son irrealidad y carecen de poder, y tienen la natualeza de sueños”.Esc. Mis., pág. 252.
A la mente carnal la podemos clasificar correctamente en la misma categoría que la sugestión hipnótica, puesto que Dios, la Mente única que gobierna el universo, es completamente bueno. Pablo nos dice: “...los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”. Rom. 8:7. La mente carnal, con sus falsas sugestiones de vida y de ser, carece de percepción espiritual.
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