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“Glorificad... a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los...

Del número de mayo de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Glorificad... a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20).

En una ocasión, me caí del techo de nuestra casa, una altura de dos pisos y medio. Nadie más estaba en la casa en ese momento, y permanecí tirado en la fría piedra de la terraza por varias horas, expuesto a la lluvia. Durante ese lapso de tiempo, aunque traté de orar a Dios, me fue difícil hacerlo.

Finalmente, me hallaron dos policías; y, sin mi conocimiento, hicieron arreglos para llevarme a un hospital cercano. Pero esto sirvió para un inesperado y buen propósito. Cuando me llevaron al departamento de emergencia del hospital, el médico encargado me reconoció. El sabía que yo había sido Lector en la filial local de la Iglesia de Cristo, Científico. Expresó su respeto por mi confianza en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), y me aseguró de que no se me suministraría tratamiento médico.

Después que me tomaron los rayos X de rigor, y mientras estaba en una cama, el ortopedista me dijo: “Esto es todo lo que podemos hacer por usted”. Los rayos X revelaron que tenía tres facturas en la pelvis, una fractura en la cavidad de la articulación de una pierna, constricción de la vejiga y dislocación de la articulación de la cadera. En ese momento, me di cuenta de que lo que yo necesitaba era crecer en mi comprensión de Dios y en mi relación con El como idea espiritual; radicalmente confiar en el Cristo, la Verdad, como yo había aprendido hacer durante los muchos años que había estudiado Ciencia Cristiana. Mary Baker Eddy dice (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 323): “Tenemos que recordar que la Verdad es demostrable cuando es comprendida y que el bien no se comprende mientras no se demuestre”.

Lo primero que yo necesitaba era liberarme de un abrumador sentido físico de identidad y de autocondenación. Simplemente debía amarme a mí mismo, pero, ¿cómo? Decidí que podía poner en práctica el mandamiento (Mateo 22:39): “Amarás a tu prójimo como a tí mismo”, expresando mi amor por el personal del hospital, porque sabía que el sentir un genuino amor por otros, era un medio por el cual yo llegaría a sentir amor por mi propia identidad. Un provechoso pensamiento que vino a mi mente fue éste: Yo había estado en el techo para hacer reparaciones, lo cual era una expresión de amor por el hogar y mi familia. La Sra. Eddy escribe (Ciencia y Salud, pág. 385): “Sea cual fuere vuestro deber, lo podéis hacer sin perjudicaros”. El estudio de la Lección Bíblica para esa semana, delineada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, sobre el tema “Adán y el hombre caído”, fue muy tranquilizador.

Durante la primera noche y el día siguiente, me afirmé en las declaraciones arriba citadas y en las verdades espirituales que se encontraban en la Lección Bíblica. La segunda noche, pude finalmente descansar un poco. A la mañana siguiente, desperté consciente de los cambios que habían tenido lugar en el cuerpo, cambios que mostraban evidencia de un paso adelante hacia una completa curación.

Más tarde durante aquella semana, la dislocación de la articulación de la cadera y las fracturas de la pelvis encajaron naturalmente, sin necesidad de cirugía u otro medio físico. Seis días más tarde, yo estaba en mi hogar en una atmósfera de amor, por lo que estaba sumamente agradecido. Seis meses después, jugué al golf otra vez en completa libertad.

Esos varios meses que pasé en casa resultaron en una bendición: tiempo para un meticuloso estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud, para ganar una comprensión de estas inspiradoras líneas que se encuentran en la página 425 del libro de texto: “La consciencia construye un cuerpo mejor cuando la fe en la materia se ha vencido. Corregid la creencia material con la comprensión espiritual, y el Espíritu os formará de nuevo”. Conjuntamente con mi estudio, aprendí a dejar que esta verdad se demostrara en mi experiencia individual, para gloria de Dios, el bien.

Hace algún tiempo, tenía una profunda y muy visible llaga en la frente. Pero no sentía dolor, así que continué con mis actividades usuales sin prestar mucha atención a este asunto. Un compañero con el que jugaba al golf, quien, dio la casualidad, que era médico, un día notó la llaga y la diagnosticó como cáncer, advirtiéndome de su seriedad. Entonces me recomendó que viera a cierto médico especialista lo antes posible.

Esto me alertó a la necesidad de orar específicamente en la Ciencia Cristiana respecto al problema.

En los meses siguientes, aunque no hablé de la condición con nadie, sí pedí y recibí ayuda de varios practicistas de la Ciencia Cristiana en diferentes oportunidades, la que siempre se me dio con amor.

Llegó un momento en que un ojo y el sentido auditivo de un oído se vieron afectados. Sin embargo, continué activo en mi trabajo, y ejercí mi deber como Primer Lector suplente en nuestra iglesia filial.

Cuando la boca y garganta se vieron afectadas, acepté y apliqué la inspirada instrucción de esta declaración de Ciencia y Salud (pág. 269): “La metafísica resuelve las cosas en pensamientos y reemplaza los objetos de los sentidos por las ideas del Alma”. Entonces desperté a un error que necesitaba corregirse: el de tener fuertes y farisaicas opiniones humanas. Para corregir esto, era necesario un profundo estudio. La Sra. Eddy define la palabra “conocimiento”, en el Glosario de Ciencia y Salud (pág. 590): “Conocimiento. El testimonio que se obtiene de los cinco sentidos corporales; mortalidad; creencias y opiniones; teorías, doctrinas e hipótesis humanas; lo que no es divino y es el origen del pecado, de la enfermedad y de la muerte; lo opuesto de la Verdad y de la comprensión espirituales”.

Paso a paso oré para reconocer cada opinión o creencia falsa, y luego sustituirla con la verdad espiritual concerniente a situaciones en el trabajo, la iglesia, el hogar, la prensa, la política, los negocios y el gobierno. Me esforcé por poner en práctica la verdad, según lo mejor de mi comprensión, en cada situación en que me hallaba. Esto trajo mucho progreso.

Después que la llaga cerró, dejó una cicatriz muy obvia. Sin embargo, al resolver esto mentalmente en pensamiento, me di cuenta de que la cicatriz era justamente la manifestación de creer que el incidente era algo que había ocurrido en mi pasado, y que, por lo tanto, era parte de mí. Como el desorden no es parte del reino de Dios, no es real. Afirmé esto para mí mismo, y muy pronto la cicatriz desapareció.

Por ese tiempo (cinco años después de nuestro primer encuentro), el médico que jugaba al golf conmigo, vio que la llaga había desaparecido. Entonces me reprendió por no haber yo aceptado su ayuda y la del especialista que él me había aconsejado que viera. Al responderle, dije a mi amigo que la condición no había sido ignorada por mí, sino que había sido superada por medio de la oración persistente en la Ciencia Cristiana, con su radical confianza en Dios, el bien. Al mismo tiempo, le agradecí su consideración y su amoroso interés en mi bienestar personal.

Comparto esta experiencia porque sé que esta curación ha sido permanente y completa.

Estoy muy agradecido por el poder sanador del Cristo universal, la Verdad, y por el hecho de que fue verificado en nuestra comunidad local por medio de un completo restablecimiento.


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