Beatriz, que cursaba el segundo año de secundaria, era la hija mayor de la familia. Su tarea era cortar el césped cada dos semanas. Entre los árboles que bordeaban el césped, había un azufaifo chino, con unas raíces muy largas que se extendían por el pasto. De estas raíces salían pequeños brotes. Si al aparecer los brotes, Beatriz los hubiera cortado de raíz con todo cuidado, no hubieran crecido. Pero, si por el contrario, pasaba la cortadora de césped por encima de los brotes, cortando únicamente la parte de arriba, los brotes se transformarían en plantas pequeñas y fuertes con agudas espinas.
Un día, mientras Beatriz jugaba con un platillo volador con su hermana menor, pisó descalza una de estas plantas de azufaifo, y se le clavó una espina en el dedo del pie. Su mamá le sacó la espina, pero Beatriz se quejaba de que aún le dolía el pie. Su mamá le dijo: “Entonces, tendremos que saber la verdad, ¿no es cierto?”
Como era Científica Cristiana, Beatriz sabía lo que quería decir su mamá. “Saber la verdad” significaba poner en orden nuestros pensamientos acerca de quién es Dios y de lo que esto nos dice sobre nuestra propia identidad como Su hijo. Esto requiere oración y estudio. Beatriz se fue rengueando hasta su cuarto, tomó Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y comenzó a leer “la exposición científica del ser”, que comienza diciendo: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”.Ciencia y Salud, pág. 468. Sin embargo, mientras leía, Beatriz dejó vagar sus pensamientos, en vez de aplicar estas verdades.
Luego, vino una amiga para invitarla a jugar al tenis. Beatriz no iba a permitir que un mero dedo se interpusiera en su diversión y la de su amiga. Pero, al terminar el partido, a Beatriz le dolía todo el pie.
Cuando estuvo nuevamente en su casa, se dejó caer sobre la cama y volvió a abrir Ciencia y Salud. Lo primero que leyó fue: “No permitáis que ninguna pretensión de pecado o enfermedad se desarrolle en el pensamiento. Desechadla con la constante convicción de que es ilegítima, porque sabéis que Dios no es el autor de la enfermedad, como no lo es del pecado”.Ibid., pág. 390.
“¡Eso realmente fue escrito para mí!” pensó. Sabía que la palabra “ilegítima” utilizada en esta frase significa ilegal: que no es parte de la ley del bien instituida por Dios. La creencia de ser material o de tener un dedo lastimado no era la verdad acerca de su ser verdadero y espiritual. Al igual que con los brotes del azufaifo en el césped, ella debería haberla arrancado, haber desechado esta creencia del pensamiento al momento de aparecer. Sin embargo, aunque la creencia parecía agravarse, sólo era una creencia. Tal como una vez le dijo su maestra de la Escuela Dominical, un cero, sea grande o pequeño, sólo significa cero.
Beatriz se enderezó, aún razonando consigo misma. “¿Estoy creyendo la mentira de que una espina me ha hecho doler el dedo del pie? Una espina no tiene más poder para causarme dolor en el dedo, del que tiene mi dedo para causarle dolor a la espina. Bajo la ley divina de Dios, nada tiene poder para causar dolor ni para sentir dolor.
“Mi trabajo no es lograr que la materia lastimada esté bien. Mi trabajo es reconocer que no hay, de ninguna manera, inteligencia ni vida en la materia; ver mi ser espiritual y perfecto tal como Dios me creó. El hará la curación”.
Beatriz se recostó y cerró los ojos. Recordó las palabras de Cristo Jesús escritas en una de las paredes de la Escuela Dominical: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32. Ella confió en esta verdad.
A pesar de que aún le dolía el pie, de pronto se sintió agradecida por las verdades aprendidas en la Escuela Dominical, verdades que ella podía utilizar todos los días. Se fue quedando dormida.
Cuando Beatriz despertó, el dolor había desaparecido. Había aprendido la lección; y dijo a su mamá: “De ahora en adelante, voy a cortar las creencias de dolor desde sus raíces. ¡Por supuesto que también cortaré esos brotes del azufaifo!”
Las experiencias de curaciones en los artículos del Heraldo se verifican cuidadosamente, incluso en los artículos escritos por niños o para niños.
