Con frecuencia, la vida de la gente parece estar tejida por los telares del pasado. Parece que el lugar donde una persona ya ha estado en su experiencia humana, determina el curso que debe seguir para llegar al lugar a donde se dirige. La gente lleva consigo un gran número de recuerdos, algunos buenos y agradables, y otros que no lo son.
Entre los recuerdos desagradables que quizás obsesionen a alguien y estorben su progreso, podría haber un recuerdo atemorizante de una enfermedad o accidente angustioso, incluso cuando la persona ya no está sufriendo físicamente. También, puede ser la muerte de un ser querido, el fracaso en nuestra carrera, el rompimiento de relaciones amistosas con otra persona, o un pecado cometido años atrás; tales recuerdos parecen, a veces, asir a las personas en el puño de un pasado sombrío.
Es indudable que aprendemos lecciones apropiadas de experiencias pasadas, incluso de errores y fracasos (y aprendemos a no repetirlos). La Sra. Eddy escribe: “Es bueno dialogar con nuestras horas pasadas y saber qué clase de informe nos traen, y cómo hubieran informado sobre un desarrollo más espiritual”.Escritos Misceláneos, pág. 330.
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