¡Otra huelga! Estando en el aeropuerto en una localidad que no conocía, listo para partir, descubrí que mi vuelo se había cancelado debido a una disputa industrial. No podía evaluar imparcialmente ningún bien o mal justificable. Todo lo que sabía era que mis planes inmediatos habían sido interrumpidos.
Sin duda, muchos se han visto en una situación similar y entenderán que la situación me parecía muy inoportuna. Sin embargo, la Ciencia Cristiana nos enseña a aceptar la verdad de que una fundamental y perfecta creación espiritual se desarrolla eternamente, como se describe en el primer capítulo del Génesis. En el reino del bien infinito, la Mente divina es omniactiva y está gobernando. A medida que aceptamos esta base verdadera del ser, nuestra experiencia evidencia lo divino, y la armonía se restablece como secuencia natural.
En mi caso, era necesario ser paciente y entender que todas las cosas estaban obrando juntas como el bien mismo. En vez de preguntarme cómo se resolvería la situación, tenía que anclar mi pensamiento en algo más elevado que la esperanza humana, elevarlo al reconocimiento de la inteligente y unificada actividad de la Mente, Dios. Como lo explica la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “El cemento de una humanidad más elevada unirá todos los intereses en la divinidad única”.Ciencia y Salud, pág. 571.
Poco después me avisaron que algunos aviones iban a partir. Fue necesario cambiar los planes de mi viaje pero la nueva ruta resultó mucho mejor tanto en tiempo como en costo. Una vez más, el entendimiento de la Ciencia Cristiana había eliminado en mi pensamiento y experiencia lo que parecía estar en desacuerdo con el progreso armonioso.
Decimos que la Ciencia Cristiana es una revelación. ¿Qué nos revela? Nos revela que la sustancia del ser universal es espiritual y completamente buena. Esta realidad es, de hecho, la base de la experiencia humana que a veces insinúa el bien espiritual, pero que más frecuentemente expresa los modelos cambiantes y defectuosos del pensamiento material. La Ciencia revela el Cristo a la consciencia humana, la idea espiritual del Amor divino; todo lo que Dios está expresando como Su reflejo infinito, o imagen. Mediante la verdad espiritual, cambiamos la creencia mortal de que somos personalidades físicas viviendo en un mundo material por la realidad de la unidad espiritual de Dios y el hombre. Reconocemos que el hombre verdadero, individual y colectivamente, es la expresión de la naturaleza divina. En la Mente única, Dios, todos los intereses están divinamente unidos.
Sin embargo, en un mundo de intereses en conflicto, donde cada cual trata de obtener decisiones a favor de su propio método ¿cómo podemos decir que todo está gobernado divinamente en beneficio de todos? En la Ciencia Cristiana aprendemos a reconocer que la invisible perfección espiritual es la única evidencia verdadera, que no sólo es un “algo” abstracto al que aferrarse sino el único reino, en el que todos realmente vivimos y nos movemos. Aquí no hay opinión, veredicto o manipulación humana que cause división.
La creación eterna de Dios es inmune a la interferencia personal. En ella todo está terminado y es muy bueno. Necesitamos rechazar la ilusión y elevarnos a la armonía espiritual siempre presente, donde todos los intereses y deseos permanecen abundantemente satisfechos a través de la eternidad.
Ciertamente, el mundo parece estar influido por presiones partidarias y tendencias políticas. Las deliberaciones industriales a menudo llegan a un estancamiento. Por lo tanto, es muy necesario que aquellos que pueden discernir la unidad espiritual establecida entre Dios y el hombre, vean este hecho evidenciado en los asuntos de la humanidad. Todos los intereses deben ser vistos como ya cementados en la unidad de la divinidad. En el universo perfecto de Dios no hay elemento divisorio ni conflictivo que pueda interrumpir, contravenir o derribar la armonía. Un verdadero entendimiento del hombre y el universo bajo la dirección de Dios, rechaza la creencia y evidencia opuestas. Vemos que nuestra experiencia diaria está alcanzando normas más elevadas, convirtiéndose en un estado de suficiencia y satisfacción, más bien que en un deseo insaciable de la mortalidad con la presión, el apremio y el apoderamiento recordar ésta ocasiona.
Para confimarlo, necesitamos solamente recordar el ejemplo de Cristo Jesús. Sus pruebas del gobierno y cuidado de Dios vinieron siempre a través de su consciencia elevada, que reconocía que todas las cosas existen en la unidad espiritual con Dios. Aun al reprender el mal, Jesús mostró que la fuerza del espíritu era el medio por el cual todos los intereses estaban unidos.
Durante una tormenta que amenazó el barco en que él viajaba, “levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. Marcos 4:39.
De manera similar, al reflejar las cualidades de Dios, podemos traer a luz la presencia de la paz, acallando el mal en cualquier forma que nos amenace. Vemos que la apacible convicción interior es la inevitable manifestación humana.
La violencia es pecado desenfrenado. Por ejemplo, el prejuicio racial quisiera robar a toda la gente de sus derechos a la paz y a la felicidad. Es necesario disolver la distorsión del pensamiento humano de manera que las actitudes más elevadas puedan desarrollarse normalmente. El hombre de la creación de Dios jamás desvía de la acción correcta, ni es intolerante, asesino o violento.
Entonces, si parece que estamos encarando una situación en nuestra familia, negocio, colegio o iglesia, donde los intereses que difieren son insuperables, comencemos cementando en vez de disputar sobre quién tiene razón y quién no la tiene. La Verdad divina es omnisapiente, omniactiva. Podemos saber que cada detalle de nuestro progreso individual y colectivo está bajo el cuidado y gobierno de la bondad inteligente. A medida que nos damos cuenta de esta verdad, nuestra experiencia humana refleja más lo divino; vemos que el cielo está con nosotros dondequiera que estemos en tierra. Si nuestros planes preconcebidos fueran impedidos, y nuestro progreso pareciera detenerse, afirmemos y comencemos a probar que estamos aceptando el reino de los cielos establecido dentro de nosotros ahora. No necesitamos esperar que Su reino venga como un posible evento futuro.
La Mente divina y su reflejo no tienen conocimiento de todas las fases de la mortalidad y la creencia mundana. Nuestra perceptiva y devota comprensión del universo siempre presente de Dios, ayudará a unificar a las personas, a consolidar organizaciones, calmar tempestades, curar la violencia y quitar las barreras que obstruyen nuestro camino hacia la salud, la felicidad y el progreso, dondequiera que estemos. Reconozcamos, entonces, que todo está sostenido dentro de la unidad del Amor divino. Ciertamente comprenderemos, como tan bellamente lo declaran los Salmos, que “El [Dios] ama justicia y juicio; de la misericordia de Jehová está llena la tierra”. Salmo 33:5
