La Ciencia Cristiana llegó a mi vida cuando trabajaba para una universidad muy conocida y, al mismo tiempo, estaba estudiando para mi tesis doctoral en enseñanza religiosa. La Ciencia me fue especialmente beneficiosa mientras llevaba a cabo mi investigación doctoral en la República de Irlanda. Mi tesis doctoral era algo polémica, y algunas personas se mostraban reacias a permitirme acceso a los datos relacionados con mi trabajo de investigación. En una ocasión, había escrito con anticipación y me habían asegurado que todo estaría a mi disposición. Pero cuando llegué, el personal con el que esperaba encontrarme estaba ausente, y la persona que estaba encargada temporariamente rehusó darme acceso a los documentos. Me dijo, a modo de excusa, que yo probablemente no sabía irlandés (gaélico) y, por lo tanto, no podría leer la información del fichero que contenía la clave de estos documentos, algunos de los cuales estaban también en irlandés. A pesar de asegurarle de que sí sabía el idioma, continuó negándome el acceso a los datos.
Durante todo el tiempo yo oraba, sabiendo que no solamente había tomado los pasos humanos apropiados para obtener permiso, sino también que Dios prepara el camino para toda actividad correcta. Además, sabía que Dios, la única Mente, estaba verdaderamente gobernando cada faceta de la situación, y que Su gobierno era irresistible.
Finalmente, para justificar su intención de negarme acceso a los documentos, el hombre antes mencionado abrió una gaveta en el fichero grande y extrajo una tarjeta al azar. Inadvertidamente, él seleccionó, de lo que probablemente eran miles de tarjetas, una del mismo tema de mi tesis doctoral. Quedó tan sorprendido cuando pude leer la tarjeta en seguida, que dijo mascullando: “Está bien, pero no saque nada del salón”. Luego se fue, y el resto del tiempo en que permanecí allí fue generalmente armonioso.
Tiempo después, una practicista de la Ciencia Cristiana me recordó una declaración de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 215): “Todo lo que es gobernado por Dios jamás está privado ni por un instante de la luz y del poder de la inteligencia y la Vida”. Por sus comentarios, pude darme cuenta de que la comprensión de esta declaración me abriría el camino para poder lograr lo que necesitaba saber; esto se convirtió para mí en la llave que abrió muchas puertas durante las distintas experiencias que he tenido a través de los años.
También he tenido muchas curaciones físicas, desde catarros e influenza hasta huesos fracturados y lesiones musculares.
Por ejemplo, una serie de lesiones en las rodillas, que parecían tardar una eternidad para sanar, cesaron cuando me acordé de haberme enterado de que existía una creencia astrológica que el que tuviera la combinación de signos astrológicos que yo tenía, podría esperar tener problemas de este tipo. (Había obtenido esta información cuando trabajaba en un proyecto radial muchos años antes de que la Ciencia Cristiana llegara a mi vida.) Oré de inmediato, sabiendo que estaba verdaderamente bajo el gobierno de Dios, y que lo que llamamos pasado y futuro (incluso el presente), está siempre enteramente en Sus manos. Mientras yo afirmaba esto regularmente para mí, cesaron los problemas en las rodillas, y no han vuelto a aparecer.
Hace alrededor de tres años, cuando una amiga y yo salíamos para una reunión de testimonios de los miércoles en La Iglesia Madre, experimenté los síntomas de un ataque al corazón. Los dolores del pecho eran severos, y por instantes parecía que yo iba a perder el conocimiento. Sin embargo, seguimos camino a la iglesia tan pronto como pude.
En la iglesia, durante la lectura de la Biblia y Ciencia y Salud, me aferré a cada palabra. Con cada cita, parecía como si el Lector me estuviera lanzando una cuerda de salvamento, rescatándome de una amenazante pérdida de conocimiento y de la fijación hipnótica sobre lo que el corazón estaba o no haciendo. ¡Cuán agradecida me sentí de haber estado en la iglesia esa noche!
Como consecuencia del ataque, la mano izquierda quedó tullida y dolorida casi todo el tiempo. Además, las palpitaciones del corazón no eran normales, y quedé en un estado de completa debilidad. Durante algunas semanas, recibí ayuda maravillosa de una practicista cuya paciencia parecía no tener fin. Como resultado de sus oraciones, comencé a darme cuenta de que había estado llevando una carga de penas y autocondenación sobre ciertos acontecimientos del pasado. También me di cuenta de que estos sentimientos estaban basados en una mala apreciación de los hechos y de mi participación en ellos. Gradualmente, empecé a comprender que el amor de Dios había estado presente entonces y que estaba presente ahora. Además, reconocí que tenía que deshacerme de un falso sentido de responsabilidad. Estos descubrimientos fueron los pasos más importantes para obtener la liberación.
Luego, asistí a la evaluación crítica de la película preparada para la exhibición bíblica auspiciada por La Iglesia Madre. Hacia el final de la película, el narrador señaló algo con respecto a lo que los Evangelios decían sobre qué era lo que una persona sentía al estar con Jesús. Esa declaración me intrigó, y durante el fin de semana estudié los Evangelios con el fin específico de percibir cómo sería el haber estado con Jesús.
Al leer los Evangelios, pude ver con más claridad cómo Jesús expresó al Cristo. Capté, por lo menos en cierta medida, su sentido de propósito en la vida, su dominio y certeza de que él era inseparable de Dios. También pude apreciar su actitud firme para no dejarse atrapar por aquellos que trataron de engañarlo, y su total confianza en Dios.
Francamente, me había olvidado de la mano hasta que me di cuenta, mientras preparaba la cena y después de terminar el Evangelio según San Mateo, de que podía moverla con bastante soltura, a pesar de sentir un poco de dolor. Cuando terminé de leer el Evangelio según San Lucas, la mano estaba completamente sana. Aún así leí el Evangelio según San Juan.
La falta de fuerza y las palpitaciones irregulares del corazón finalmente cedieron durante el solo de un culto dominical en la iglesia. El solo estaba basado en el relato bíblico en donde Jesús le pregunta a Pedro si le ama (ver Juan 21:15–17). Pedro le dice: “Sí, Señor; tú sabes que te amo”. Jesús le responde: “Apacienta mis corderos”. Mientras escuchaba, me hallaba profundamente absorta en el diálogo entre el Maestro y su discípulo. Era exactamente lo opuesto del mesmerismo que había experimentado al comenzar el problema. Ahora, en vez de haber estado atrapada por las mentiras de la materia, estaba profundamente conmovida por el testimonio del Espíritu. De pronto, sentí una conmoción tanto en el corazón físico como en el yo interior (por no tener mejores palabras para describirlo). Supe entonces que había sanado. Comprobé esto uno o dos meses más tarde, cuando nadé más de cuatro kilómetros sin parar en una competición amistosa de natación auspiciada por la Asociación Cristiana de Jóvenes. Eso ocurrió unos cinco meses después del ataque, y previo al incidente había pasado cierto tiempo sin nadar con regularidad. Desde entonces, me he ocupado sin cesar en actividades al aire libre, aun en altitudes por sobre los tres mil metros, sin carecer de la energía necesaria ni sufrir el menor efecto perjudicial. Para mí, esto es una prueba definitiva de que la Ciencia Cristiana no solamente sana con rapidez, sino en forma completa.
Wilmington, Massachusetts, E.U.A.
Sáname, oh Jehová, y seré sano;
sálvame, y seré salvo;
porque tú eres mi alabanza.
Jeremías 17:14
