Durante el verano de 1983, mi familia y yo fuimos a América Latina a pasar nuestras vacaciones. Una semana antes de que regresáramos me enfermé. Algunas personas creían que tenía malaria. Varios de mis familiares insistían en que mis padres me dieran medicamentos. Ellos decían que si no tomaba algún medicamento, los resultados serían trágicos. Pero toda nuestra familia, incluso yo, decidimos confiar sólo en la Ciencia Cristiana para la curación.
En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana siempre se me ha enseñado que en cualquier momento que tenga un problema, por muy grande que sea, puedo confiar en Dios completamente. Como en el país que estábamos visitando no había iglesia filial de Cristo, Científico, ni ningún estudiante de Ciencia Cristiana conocido, recaía sobre mi familia el ayudarme mediante la oración científica. (Sin embargo, no era fácil para mis padres hacerlo ya que les angustiaba verme sufriendo.)
Mi hermana se ofreció a leerme de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Me leyó durante varias horas. De toda aquella lectura, lo que recuerdo es la alegoría de un caso en la corte, que se encuentra en las páginas 430–442. Mi hermana leyó aquellas páginas con tal fuerza y convicción espirituales que media hora más tarde yo estaba completamente bien. Cesó la fiebre, y también desaparecieron rápidamente los otros síntomas. Pude probar que las palabras de la alegoría eran verdaderas: “El Amor divino había echado fuera el temor. El Hombre Mortal, que ya no estaba enfermo ni preso, salió — sus pies ‘hermosos... sobre los montes,’ como los de uno ‘que trae alegres nuevas’ ” (Ciencia y Salud, pág. 442).
Estoy tan agradecida, no solamente por esta curación, sino por muchas otras que he recibido mediante la Ciencia Cristiana. También me siento muy agradecida por haber aprendido lo verdadero de esa declaración dada en la alegoría anteriormente mencionada (ibid., pág. 441): “Nuestra ley se niega a reconocer que el Hombre está sujeto a enfermedad o muerte, sino que considera que es por siempre la imagen y semejanza de su Hacedor”.
Woodside, Nueva York, E.U.A.
Con gran placer testifico que nuestra hija se curó de lo que la gente pensaba que era malaria. Oramos por ella, y nuestra otra hija le leyó de Ciencia y Salud. Ella estuvo bien el mismo día.
Agradezco a Dios que he aprendido acerca de la Ciencia Cristiana. Mediante la práctica de sus enseñanzas, hemos recibido muchas bendiciones.
Como padre de Marta, verifico lo que ha escrito en su testimonio. Estoy muy agradecido de haber tenido la Ciencia Cristiana para recurrir a ella.
Soy la hermana que estaba con Marta cuando ella se curó. También yo me beneficié por las lecturas de Ciencia y Salud. Estoy segura de que cada uno de la familia fue bendecido por la curación de Marta. Todos estamos muy agradecidos por la Ciencia Cristiana.
