Una curación en la Ciencia Cristiana es verdaderamente una experiencia sagrada.
Nuestra hija Juliet, de doce años, llegó de la escuela un día sintiéndose afiebrada. Durmió durante varias horas.
Esa noche, antes de ir a la reunión de testimonios de los miércoles en nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, consulté las referencias sobre “fiebre” en las Concordancias de la Biblia, y en la de los escritos de la Sra. Eddy. Incluido en las referencias estaba un pasaje en la página 13 de Retrospección e Introspección, escrito por la Sra. Eddy. Allí, ella relata acerca de una fiebre que tuvo cuando era una jovencita.
Ella dice: “Mi madre, en tanto que bañaba mis sienes ardientes, me instó a que me apoyara en el amor de Dios, lo cual me haría descansar si iba yo a El en oración, como acostumbraba hacerlo, pidiendo que me guiara. Oré; y un claror suave de inefable alegría me inundó. La fiebre desapareció y me levanté y me vestí, en estado normal de salud”. Yo le relaté esta curación a nuestra hija.
Al día siguiente, Juliet no asistió a la escuela, puesto que todavía seguía afiebrada. Oramos juntas varias veces durante el día. Ella leyó un ejemplar del Christian Science Sentinel, y uno de El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Y escuchó una grabación favorita de himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana, que habíamos adquirido en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. También leyó el artículo religioso que venía en el The Christian Science Monitor. Sin embargo, esa noche parecía que no había ninguna mejoría.
Finalmente, justo cuando era hora de dormir, la animé para que tomara una actitud firme en contra de esta creencia de enfermedad; que se declarara a sí misma, con todo su corazón, la verdad espiritual acerca de sí misma, y que orara por sí misma. Así lo hizo. Dándole el beso de las buenas noches, y después de asomarme a verla varias veces en su cuarto, yo también me acosté.
A la mañana siguiente, Juliet estaba perfectamente bien ¡Qué alegría! No solamente había tenido lugar una curación física, sino que, desde entonces, se vio en su comportamiento mayor alegría y co-operación. Esa mañana se fue a la escuela, y las dos estábamos llenas de gratitud a Dios.
¡Qué maravilloso es saber que el Cristo, la Verdad, está siempre presente!
Redondo Beach, California, E.U.A.
Soy la hija mencionada en este testimonio, y recuerdo muy bien la experiencia. Este es un relato verdadero en todos sus aspectos.
