Fue en el Monte Sinaí,
el de piedra milenaria,
que el dedo de Dios se hizo cincel
y la Ley quedó grabada.
No fue de fuego aquel dedo de Dios
que esculpió en la pétrea tabla.
Fue de luz, de Luz divina,
la que Moisés invocara.
Ella ha de regir al hombre
y será su eterna vara.
Toda justicia y moral
será por ella signada.
¡Divinos Diez Mandamientos,
la Ley de Dios ya está dada!