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Una idea que se necesita por encima de todo

Del número de agosto de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunas veces la curación física viene con bastante facilidad, mediante sencillos pensamientos o percepciones espirituales. Probablemente usted mismo haya tenido tales curaciones o haya leído sobre ellas.

En esos momentos, la llegada de la inspiración espiritual y la desaparición del dolor o de la discordancia física están tan estrechamente relacionados que no puede quedar duda de que la mejoría de ningún modo fue circunstancial, especialmente cuando hemos visto que frecuentemente ha ocurrido de esta manera. Además, las circunstancias a menudo ponen en claro que no fue ningún procedimiento común, mental o corpóreo, lo que originó el cambio.

Mary Baker Eddy, al escribir basándose en su propia amplia experiencia en la curación espiritual, comenta: “El poder espiritual de un pensamiento correcto y científico, sin un esfuerzo directo, un argumento oral o aun mental, a menudo ha curado enfermedades inveteradas”.Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 9.

“Un pensamiento correcto y científico” es obviamente uno que es acertado. Desplaza la ignorancia superficial, y percibe, en cierta medida, en forma correcta o científica, la presencia de la realidad divina y la operación de la ley espiritual. Aun cuando tal pensamiento es espiritual en todo el sentido de la palabra, también es científico. Aun un instante de precisa percepción espiritual de la realidad divina y fundamental — la realidad de que Dios mantiene al hombre y al universo en total perfección — tiene el poder de alterar y hacer a un lado los puntos de vista inexactos que son la fuente de la discordia.

Pero, ¿qué decir si estamos frente a situaciones que parecen ser en extremo amenazadoras, tal vez llenas de una evidencia que aparentemente confirma que hay razón para alarmarse? ¿Podemos tener aún “pensamientos correctos” cuando la situación parece ser abrumadora? Sí, podemos, cuando obtenemos un sentido espiritual más profundo de lo que somos y de lo que estamos haciendo. Necesitamos progresar y profundizar nuestro discipulado cristiano.

En su respuesta a la pregunta: “¿Cómo puedo progresar más rápidamente en la comprensión de la Ciencia Cristiana?”, la Sra. Eddy da este consejo en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Mantened perpetuamente este pensamiento: que es la idea espiritual, el Espíritu Santo y Cristo, lo que os capacita para demostrar con certeza científica la regla de la curación, basada en su Principio divino, el Amor, que está por debajo, por encima y alrededor de todo el ser verdadero”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, págs. 495–496. Es la idea espiritual lo que nos capacita, escribe la Sra. Eddy.

¿Qué es esta idea? ¿No es, acaso, la idea espiritual de Dios, del bien divino e ilimitado, que lo es todo y está en todas partes? Esta idea espiritual es tan diferente de toda la manera humana común de pensar que es, por cierto, la única idea con poder para salvar a la humanidad del error y del pecado. Es el Cristo mismo, la Verdad misma, lo que inspiró a Jesús y lo hizo el Mesías.

Es la idea omnímoda de Dios lo que nos capacita para seguir adelante con la certeza de curación, no es nuestro propio esfuerzo por tener una variedad de pensamientos espirituales partiendo de la base de que somos mortales limitados. El poseer esta idea significa recibir al Espíritu Santo y la presencia de Emanuel, o “Dios con nosotros”, es decir, significa conocer más acerca del bien de lo que humanamente podríamos concebir. Es estar inspirados por la percepción de que el Amor divino es el Principio mismo de nuestro propio ser y de todo ser verdadero.

Pero, ¿puede cualquiera tener esta idea? Sí, quienquiera que desee apartarse del error de suponer que los sentidos materiales tienen autoridad, y quien desee seguir de todo corazón a Cristo Jesús. No es demasiado difícil; es verdaderamente natural.

En otras palabras, la idea espiritual no es sólo un pensamiento entre tantos otros pensamientos útiles; cuando ésta es reconocida, se amplía en la consciencia humana y la transforma. Enriquece trayendo comprensión, la comprensión espiritual de que todo lo que está ocurriendo es, en realidad, la emanación de bondad y gracia divinas, completamente espirituales y buenas. La idea espiritual incluye un bien inmenso, y lo revela ante nuestra vista; y el resultado es curación y libertad. Como Jesús lo prometió y demostró: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32.

Los argumentos materialistas parecen saturar la consciencia humana hoy en día. De hecho, algunas veces pretenden ser nuestros propios pensamientos y ofrecen vívidas razones de por qué, en este o en aquel caso particular, la curación no es probable que ocurra. Por tanto, necesitamos mucho más que un cotejo de pensamientos inspiradores, sean tanto nuestros como de otros. Necesitamos la gran idea salvadora de Dios, y tomamos consciencia de ella al seguir de una manera más definitiva, y por entero, el camino de Cristo Jesús.

Cuando la idea espiritual comienza a adquirir sus proporciones verdaderas en la consciencia humana, nos eleva. Nos lleva con ella, tanto como podríamos esperar que ocurriera si estuviéramos constantemente ante la presencia de Jesús, ante la presencia del Cristo que él expresaba.

Como fue con sus discípulos, así también nosotros llegamos a percibir una nueva individualidad en Cristo, no el antiguo concepto acerca de nosotros mismos que teme y duda, sino una individualidad que está unida con el conocimiento y expresión perpetuos que Dios tiene de su creación buena y maravillosa. Nos sentimos menos perturbados por la preocupación de una individualidad que puede o no sentirse inspirada en cualquier momento dado. Después de todo, lo que verdaderamente importa es que sea revelada una sola idea espiritual de total importancia.

Aquí, entonces, está la clave para oponer resistencia a los agresivos argumentos mesméricos audibles del materialismo. Aquí está el medio por el cual podemos tener inspiración y paz, aun si hemos sido abrumados por el materialismo que afirma surgir de nuestra propia manera de pensar. En las palabras de Isaías: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Isa. 26:3.

Con esta obediencia, ya no nos preguntamos: ¿Puedo aferrarme a los pensamientos espirituales ante la evidencia material? ¿Estoy espiritualmente lúcido y lo bastante inspirado como para ser sanado? Tenemos presente que todo lo que necesitamos es la gran idea espiritual. Entonces, esta idea espiritual revela nuestra verdadera individualidad con reservas inesperadas de seguridad, y con capacidades de comprensión espiritual que antes no habíamos concebido. Esto es el Espíritu Santo y Cristo que viene a nosotros, y trae una nueva y creciente consciencia de nuestro Dios, quien es el Amor divino que todo lo abarca.


Si alguno está en Cristo,
nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas.

2 Corintios 5:17

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