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La grandeza de la calma

Del número de agosto de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mantener nuestra calma en condiciones apremiantes parecería una severa disciplina si uno no supiera lo supremamente natural que es la calma. La Biblia nos da este conocimiento. Nos enseña que Dios crea al hombre a su semejanza; por tanto, la verdadera identidad de cada uno de nosotros refleja la quietud divina.

De hecho, no hay nada que perturbe o desarmonice la creación toda armoniosa de Dios. El ni causa el mal, turbulencia o enfermedad ni coexiste con ellos. Hay un solo Dios y es el único creador, es puramente bueno, y Su creación está perfectamente en paz. Puesto que la calma inmutable es natural para Dios, Mente, Espíritu, Verdad y Amor divinos, es también obligataria para Su semejanza, el hombre espiritual, la verdadera individualidad de usted y la mía.

Podemos despertar a esta calma celestial al defender nuestros pensamientos de sugestiones intrusas de que hay un creador aparte de Dios o una creación separada de El. En la medida en que entendamos que únicamente el bien es la verdad, podremos comprender la santa presencia de la calma imperturbable. Y a medida que decidamos permanecer imperturbables, podremos experimentar los continuos efectos sanadores indicados por la Sra. Eddy. Ella escribe: “La Mente divina calma y limita con una palabra a la mentalidad humana expresada en enfermedad, pecado y muerte, en tempestad y en inundación”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 106.

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