Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La grandeza de la calma

Del número de agosto de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mantener nuestra calma en condiciones apremiantes parecería una severa disciplina si uno no supiera lo supremamente natural que es la calma. La Biblia nos da este conocimiento. Nos enseña que Dios crea al hombre a su semejanza; por tanto, la verdadera identidad de cada uno de nosotros refleja la quietud divina.

De hecho, no hay nada que perturbe o desarmonice la creación toda armoniosa de Dios. El ni causa el mal, turbulencia o enfermedad ni coexiste con ellos. Hay un solo Dios y es el único creador, es puramente bueno, y Su creación está perfectamente en paz. Puesto que la calma inmutable es natural para Dios, Mente, Espíritu, Verdad y Amor divinos, es también obligataria para Su semejanza, el hombre espiritual, la verdadera individualidad de usted y la mía.

Podemos despertar a esta calma celestial al defender nuestros pensamientos de sugestiones intrusas de que hay un creador aparte de Dios o una creación separada de El. En la medida en que entendamos que únicamente el bien es la verdad, podremos comprender la santa presencia de la calma imperturbable. Y a medida que decidamos permanecer imperturbables, podremos experimentar los continuos efectos sanadores indicados por la Sra. Eddy. Ella escribe: “La Mente divina calma y limita con una palabra a la mentalidad humana expresada en enfermedad, pecado y muerte, en tempestad y en inundación”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 106.

Cristo Jesús, más que cualquier otro hombre en la tierra reconoció que la Mente divina es la única Mente, ejemplificó la calma de esa Mente y demostró sus efectos tranquilizadores. Jesús dormía tranquilamente cuando una tempestad de viento sacudió y amenazó con anegar el barco en el cual él y sus discípulos navegaban. Los otros, temerosos por sus vidas, lo despertaron. “Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. Marcos 4:39. Entonces, se movieron sin impedimento hacia su destino.

Luego Jesús dijo a sus seguidores: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Juan 14:27. Y tal como Jesús prometió, el Cristo, el ideal eterno e incorpóreo que él ejemplificó, está siempre disponible para revelar y restaurar la calma en el ámbito humano. Y la calma espiritual que el Cristo trae no es simplemente el arrullo momentáneo que el mundo ocasionalmente quisiera permitir. Es una permanente serenidad interior mantenida por Dios que nos capacita para establecer y mantener un curso determinado de discipulado cristiano. Es la respuesta del Cristo a la súplica humana que desea liberarse del movimiento que es mera conmoción, liberarse para lograr algo que satisface.

La calma a la manera del Cristo es inherente al verdadero ser de cada uno de nosotros, y podemos reclamarla y experimentarla. La confusión es un sentido falso, a menudo un sentido de sufrimiento, una creencia errónea de que hay inteligencia, vida y sustancia independientes de Dios. Cuando despertamos a la verdadera comprensión espiritual — Dios y Sus ideas — ese sentido falso desaparece. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “Los sentidos del Espíritu están sin dolor y siempre en paz. Nada puede ocultarles la armonía de todas las cosas y el poder y la permanencia de la Verdad”.Ciencia y Salud, págs. 214–215.

La Sra. Eddy entendió tan bien la Ciencia del Cristo que ella descubrió — la ley divina que era la base de las demostraciones de Jesús — que ella pudo demostrar para sí misma y para otros la condición divina de la calma. Un periódico de la ciudad de Boston en una ocasión publicó un relato de tal demostración.

Este periódico dijo que la Sra. Eddy fue llamada al hogar de un hombre que padecía de enteritis y obstrucción intestinal. Dos médicos acababan de salir de la casa, y aseguraban que el paciente se estaba muriendo. Según el relato del periódico, el paciente se retorcía, “usando lenguaje violento y casi maldiciendo a Dios”. A pesar de eso, la Sra. Eddy no pensó que él no era receptivo a la curación espiritual. Ella “le pidió que dejara ese lenguaje, y dijo: ‘Si usted se calma puedo sanarlo’ ”.

El paciente hizo lo que evidentemente ella sabía que él podía hacer y que lo haría. Se calmó, y sanó por completo con un solo tratamiento por medio de la oración. El periódico continuaba: “La curación física del hombre fue notable, pero aún más notable fue la transformación en su pensamiento y en su vida”. Comenzó a expresar afecto por su familia, algo que él jamás había hecho. Su esposa luego le dijo a la Sra. Eddy: “¡Oh, cuánto le agradezco que haya restablecido la salud a mi esposo! Pero especialmente estoy agradecida por lo que ha hecho por él moral y espiritualmente”. Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1966), págs. 48–49.

Por supuesto que este hombre que fue sanado no tenía el monopolio de la calma que manifestó en su ser. Nosotros también, podemos sentir y experimentar tan sagrada quietud. La encontramos mediante el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, la revelación de la Verdad que Cristo dio a esta época. La Sra. Eddy escribe: “¡Oh, gloriosa esperanza! Hay reposo para el justo, un reposo en Cristo, una paz en el Amor. Este pensamiento acalla la queja; la encrespada marejada del turbulento mar de la vida se desvanece en espuma y en el fondo queda una calma profundamente arraigada”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 19.

La Ciencia Cristiana expresa la omnipotencia de su poder sanador, dondequiera que sea mansamente recibida. Porque la Ciencia es lo que las Escrituras llaman el “silbo apacible y delicado” de la Verdad, el cual se escucha y obedece con mayor claridad en la calma sagrada. Por lo tanto, la grandeza de la calma estriba en su unidad con la Verdad, su disposición al progreso espiritual. En la medida en que nosotros entendamos que el progreso infinito es la necesidad divina, podremos demostrar la realidad eterna de la calma.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1985

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.