Hace más de cincuenta años que mis padres conocieron la Ciencia Cristiana. Mi madre sanó de insomnio al leer un ejemplar del Christian Science Sentinel. Con frecuencia recordaba que, al terminar de leer ese Sentinel, sintió la paz de Dios que la rodeaba, y durmió profundamente hasta la mañana siguiente. El primer sueño profundo y sereno que había tenido en muchos años.
Desde que nací tuve muy mala salud; además, tenía un pie deforme y por eso me era difícil caminar y jugar. A pesar de que mis padres gastaron grandes sumas de dinero en llevarme a ver a médicos especialistas, mejoré muy poco. Sin embargo, cuando la Ciencia Cristiana llegó a nuestro hogar y tuve mi propio ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, comencé a sentirme más libre.
Tal vez por afinidad con mi madre, quien había sido enfermera de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial, yo siempre había deseado ser una enfermera graduada. Como me sentía más libre a medida que mi estudio de Ciencia Cristiana me volvía a la normalidad, me sentí fuertemente inclinada a ser una enfermera de la Ciencia Cristiana.
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