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Hace más de cincuenta años que mis padres conocieron la Ciencia Cristiana.

Del número de agosto de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace más de cincuenta años que mis padres conocieron la Ciencia Cristiana. Mi madre sanó de insomnio al leer un ejemplar del Christian Science Sentinel. Con frecuencia recordaba que, al terminar de leer ese Sentinel, sintió la paz de Dios que la rodeaba, y durmió profundamente hasta la mañana siguiente. El primer sueño profundo y sereno que había tenido en muchos años.

Desde que nací tuve muy mala salud; además, tenía un pie deforme y por eso me era difícil caminar y jugar. A pesar de que mis padres gastaron grandes sumas de dinero en llevarme a ver a médicos especialistas, mejoré muy poco. Sin embargo, cuando la Ciencia Cristiana llegó a nuestro hogar y tuve mi propio ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, comencé a sentirme más libre.

Tal vez por afinidad con mi madre, quien había sido enfermera de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial, yo siempre había deseado ser una enfermera graduada. Como me sentía más libre a medida que mi estudio de Ciencia Cristiana me volvía a la normalidad, me sentí fuertemente inclinada a ser una enfermera de la Ciencia Cristiana.

En ese tiempo en Inglaterra (1926), no había entrenamiento específico para enfermeras de la Ciencia Cristiana, y la única manera de obtener experiencia práctica era por medio del entrenamiento para enfermera general en un hospital, y eso hice. Pero después de tres meses el trabajo parecía ser superior a mis fuerzas. Entonces recibí gran consuelo al estudiar en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana que había en la vecindad, y también al asistir a los cultos de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Sin embargo, la tarea del entrenamiento parecía demasiado grande y una mañana, me sentía tan cansada que apenas podía caminar.

Fui entonces a visitar a una querida amiga que era practicista de la Ciencia Cristiana. Ella me ayudó con mucho amor a entrar en su oficina. No recuerdo nada de lo que leí en el ejemplar del Sentinel que me dio mientras ella oraba, pero su oración fue tan eficaz que cuando salí de la oficina me sentí como si caminara sobre las nubes. Después, la practicista me dijo que en su oración ella había reconocido que Dios creó al hombre a Su propia imagen, y que había rechazado la creencia en defectos de nacimiento. Desde ese momento en adelante, pude terminar mis tareas sin dificultad y pasar los exámenes para enfermeras. Al mismo tiempo, sané total y permanentemente de la deformidad del pie.

No podría expresar con palabras mi enorme gratitud a Dios por los miembros de la filial local, especialmente por la calurosa amabilidad y el apoyo amoroso que me dieron en la época de esa primera curación. Me afilié a La Iglesia Madre y recibí instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Después de terminar el entrenamiento para enfermeras de la Ciencia Cristiana, me recibí de enfermera de la Ciencia Cristiana y gocé de muchos años de servicio activo en ese campo.

A través de los años, he tenido muchas curaciones. En cierta ocasión estuve enferma y no podía hacer nada por mí misma, por lo cual decidí ir a una residencia para Científicos Cristianos donde cuidan enfermos. El amor y la tierna ayuda que me dieron fueron maravillosos. La oportunidad que tenía para estudiar la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy en una atmósfera pacífica era justamente lo que necesitaba para vencer los errores que parecían haber esclavizado mi pensamiento. Cuando fui completamente capaz de reconocer que Dios gobierna cada idea espiritual de Su creación, incluso a mí, me sentí completamente liberada. Esa curación sucedió hace más o menos doce años y ha sido permanente. Continúo libre y muy activa en los trabajos de la filial, incluso en el trabajo de una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. También me mantengo muy ocupada ayudando en la administración de un hogar local para Científicos Cristianos ancianos.

Con palabras no puedo ni siquiera comenzar a expresar la gratitud que siento por la Ciencia Cristiana y por la alegría que ha traído a mi vida y que ha perdurado todos estos años. ¡Esta enseñanza ha sido una maravillosa bendición de inmenso valor!


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