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¿Ha sido usted criticado? Aprecie sus bendiciones.

Del número de agosto de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La crítica puede traernos una maravillosa bendición: la oportunidad de crecimiento espiritual. No sólo es posible superar el resentimiento cuando sentimos que hemos sido reprendidos, sino que además podemos crecer en dignidad, aprecio de sí mismo y gracia espiritual.

Supongamos que un jefe nos indica la necesidad de mejorar nuestro trabajo. Puede ser que nuestra respuesta inicial sea una reacción instantánea que nos induzca a afirmar: “No me tiene simpatía” o tal vez “no tiene ningún reconocimiento por el trabajo bien hecho”. Pero es necesario que no reaccionemos de esa manera. Si estamos orando por adquirir mayor crecimiento espiritual, nuestra respuesta esencial puede ser una cuidadosa reflexión tal como: ¿Acaso tiene una buena razón? ¿Hay algo que tengo que aprender que me pueda ayudar? La manera en que respondamos a la crítica depende de nuestra madurez espiritual.

Debido a que la Sra. Eddy era una figura pública muy reconocida, recibió frecuentes críticas acerca de lo que dijo e hizo durante su carrera. Sin embargo, su actitud hacia esas críticas está claramente expuesta en Ciencia y Salud. Ella escribe: “Debiéramos examinarnos para saber cuáles son los afectos y propósitos del corazón, porque sólo de ese modo podemos saber lo que verdaderamente somos. Si un amigo nos informa de alguna falta, ¿escuchamos el reproche con paciencia y damos crédito a lo que se nos dice? O, ¿más bien damos gracias de que no somos ‘como los otros hombres’? Durante muchos años la autora se ha sentido muy agradecida por reprensiones merecidas. El mal está en la censura inmerecida — en la falsedad que a nadie beneficia”.Ciencia y Salud, págs. 8–9.

La observación de la Sra. Eddy nos da una idea de cómo podemos proceder cuando sentimos la tentación de pensar que hemos sido juzgados o criticados injustamente. Debemos analizar para saber “cuáles son los afectos y propósitos del corazón”. La Biblia declara: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios”. 1 Juan 3:21. No obstante, el examen de nuestros móviles requiere una reflexión profunda. El ego humano invariablemente exclama: “¡Por supuesto que tengo razón!” Dejar de lado el sentido mortal del ego con todas sus actitudes autojustificativas, es el desafío y, a la vez, nuestra oportunidad.

La Ciencia Cristiana revela que Dios, la Mente divina, es el único Ego verdadero, la única Vida que existe. Aunque aparentemente todos somos mortales con mentes personales propias, nuestra identidad verdadera es la imagen de Dios, el hombre espiritual de Su creación. El sentido mortal de identidad con todos sus defectos es una ilusión que debemos probar como irreal mediante nuestra demostración de lo que verdaderamente somos: el hombre, el reflejo individual del Ego divino, la única Vida o Mente. Nuestra identidad verdadera como el hombre de Dios, no necesita reprensión, ni corrección, puesto que Dios ha creado al hombre perfecto. Sin embargo, cuando surgen desafíos que parecen contradecir este hecho espiritual, nuestra gran necesidad es probar, en mayor grado de lo que hemos probado anteriormente, que somos ese hombre.

El orgullo y la justificación propia nunca forman parte del valer y dignidad verdaderos. No podemos sentirnos personalmente orgullosos por los méritos que Dios le otorga al hombre, porque El confiere la perfección a todas Sus ideas. No obstante, podemos estar agradecidos. Y esta gratitud por nuestra verdadera identidad es lo que nos capacita para refutar la tendencia a sentirnos ofendidos cuando alguien nos critica. Sabemos que nuestra verdadera identidad es intachable porque nuestro creador divino, Dios, es intachable. Debemos estar dispuestos a utilizar toda ocasión como una oportunidad para orar y trabajar específicamente para vencer cualquier rasgo desagradable del pensamiento mortal, puesto que no es realmente nuestro y, por consiguiente, no tiene valor.

El abandonar el sentido mortal del ego que se siente herido y ofendido, nos capacita para ver nuestro trabajo y nuestra individualidad más impersonalmente y preguntarnos: ¿Expresan mi trabajo y mis actitudes el más alto sentido de Dios y de Su hombre, como lo comprendo en este momento? Ningún ser humano es perfecto, pero demostrar la perfección del hombre de Dios como nuestro ser verdadero, es el objetivo de la vida.

La crítica constructiva, de hecho, puede ayudarnos a percibir nuevas vías para demostrar más cabalmente la presencia de esta inteligencia y bondad divinas. De modo que podemos recibir con agrado la oportunidad de aprender y ser bendecidos.

Pero, si sinceramente hemos escudriñado nuestro corazón y pensamos que la corrección es inmerecida, ¿en qué forma procederíamos? Quizás un mensaje que procede de lo más profundo de la propia experiencia de la Sra. Eddy, pueda ayudarnos. Ella escribe: “El Científico Cristiano no guarda resentimiento; sabe que eso le haría más daño que toda la maldad de sus enemigos. Hermanos, así como perdonó Jesús, perdonad vosotros. Os digo con gozo que no hay persona que pueda cometer un agravio contra mí que yo no sepa perdonar”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 19.

Nadie puede saber qué tan profundamente habrá orado la Sra. Eddy, y cuántas lágrimas habrá derramado, a fin de seguir el ejemplo de Jesús del verdadero perdón. El cultivar la cualidad del espíritu de perdonar es uno de los más grandes componentes para nuestro crecimiento espiritual. Trae la ternura, comprensión, paciencia y bondad del espíritu del Cristo a todo lo que hacemos. Las sublimes palabras de Cristo Jesús sobre la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, Lucas 23:34. indican por qué le fue posible vencer la horrible presentación de la muerte misma.

Jesús expresaba el Cristo, la idea divina de Dios, la cual no puede ser destruida. El Cristo tiene su origen en el Espíritu, la Vida eterna. Entonces, nuestra propia demostración de la verdadera semejanza del Cristo — del perdón, amor y perseverancia que siempre caracterizó la vida de Jesús — significa mucho más que el solo hecho de no ofendernos cuando somos criticados o aun odiados. El espíritu del Cristo es esencial para nuestro crecimiento espiritual y nuestra ascensión gradual sobre las pretensiones de la mortalidad. El librarnos de guardar rencores y resentimientos no sólo contribuye a que nuestros días sean más placenteros, sino que el espíritu del Cristo nos purifica y nos redime de la carne. La semejanza al Cristo es la dádiva de Dios que nos capacita para despojarnos de todos los elementos de la mortalidad que puedan necesitar una reprensión.

¡Qué oportunidad magnífica tenemos para aprender de la crítica!, ya sea constructiva o la que se llama destructiva. La primera nos ayuda a aprender, y la otra nos ayuda a perdonar.

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