Carlitos tenía una hermosa bicicleta negra con rayas doradas. Desde que empezó quinto grado, estuvo ahorrando la mayor parte de su dinero para comprarla. Carlitos iba a todas partes en su bicicleta. Hacía toda clase de piruetas en el medio de la calle para que su mamá pudiese verlo desde la ventana de la cocina. La bicicleta era lo suficientemente fuerte como para poder llevar los periódicos en su recorrido alrededor del pueblo, y lo suficientemente rápida para permitirle llegar a su casa antes de que se encendiesen las luces de la calle.
Una tarde, Carlitos fue a casa de Roberto a la salida de la escuela. Estacionó su bicicleta en la entrada para autos de la casa de su amigo. Al atardecer, los muchachos, que habían estado en el sótano de la casa, subieron, y Carlitos fue a buscar su bicicleta.
“¿Dónde está mi bicicleta?”, murmuró. “Roberto, ¿dónde está mi bicicleta? ¿Qué sucede? ¡Ayúdame a buscar mi bicicleta!”
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