Por muy refinado o sencillo que sea nuestro estilo de vida, mientras la base de nuestra manera de pensar y de vivir sea material, nuestra comprensión de la felicidad, paz y armonía será muy tenue. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “El reino de lo real es el Espíritu. Lo desemejante del Espíritu es la materia, y lo opuesto de lo real no es divino — es un concepto humano. La materia es un postulado erróneo. Ese error en la premisa conduce a errores en la conclusión en toda proposición en que entra”.Ciencia y Salud, pág. 277.
Es la ignorancia de la humanidad acerca del Espíritu — y de la relación del hombre con el Espíritu como su idea espiritual y perfecta — lo que causa la inseguridad e incertidumbre que caracterizan a gran parte de la sociedad hoy en día. Generalmente sometido a un modo de ver la creación del cual la presencia y el poder del Espíritu están casi totalmente excluidos, el pensamiento humano está mesmerizado por un sentido material de la existencia que es irreal, destructivo y destructible.
No hay seguridad en el sentido material de la existencia. Todos sus elementos están sujetos al deterioro y a la discordia. Tarde o temprano, todo lo que él incluye tendrá que terminar. Pero, en realidad, el hombre es espiritual, la imagen y semejanza de Dios, quien es el Espíritu. Nuestra verdadera identidad es el reflejo del Espíritu. Si el hombre y el universo fueran materiales, lo mejor que podríamos aspirar a obtener sería un sentido de seguridad temporal y precario, que en cualquier momento podría ser aniquilado. Sin embargo, nuestra individualidad espiritual y genuina jamás se puede destruir, pues su permanencia y seguridad descansan totalmente en la sustancia del Espíritu.
El pensamiento humano jamás se sentirá seguro mientras cimente su sentido de la existencia en la materia. Su creencia dualista en la coexistencia de la mente y la materia es una negación del monoteísmo. Es una negación del Primer Mandamiento. Es una negación de la vida y obra de Cristo Jesús, quien enseñó: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:24.
Debido a que Dios, el Espíritu infinito, es la causa y creador únicos, sólo hay una creación. Lo que se presenta al sentido humano como una creación material, no es otra creación. Es un falso concepto acerca de la única creación: la creación de Dios, que es enteramente espiritual e indestructible. Por tanto, no es de una creación material, destructible y corruptible, de la que la humanidad necesita salvarse, sino de un sentido material, corrupto y destructible de la creación.
La materia no es una realidad que está fuera del pensamiento humano, sino una aserción errónea en el pensamiento humano acerca de la realidad. Las personas, lugares y cosas que constituyen el sentido material y terminable de la existencia no son sino los engaños del pensamiento mortal. No están fuera ni separados del pensamiento que los percibe. Son la objetivación de ese pensamiento. Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, declara: “La mente mortal ve lo que cree tan ciertamente como cree lo que ve. Siente, oye y ve sus propios pensamientos”.Ciencia y Salud, pág. 86.
Cada uno de nosotros es responsable de sus propios pensamientos. Lo que estamos pensando, y no lo que otra persona pueda estar pensando, es lo que primordialmente determina nuestra experiencia. Así es que nuestra seguridad no depende de lo que otros puedan creer o hacer, sino de lo que nosotros estemos aceptamos como verdadero. La presencia y bondad de Dios son la única realidad de la existencia. La gente de ánimo espiritual a la que se refiere la Biblia, comprendió y percibió, en diferente medida, la presencia de Dios. Leemos acerca de Daniel, quien estuvo a salvo en el foso de los leones, y de los tres hebreos que salieron ilesos del horno de fuego ardiendo. Todos ellos recurrieron a Dios en busca de su seguridad.
Por supuesto, el ejemplo supremo de encontrar seguridad en Dios lo dio nuestro gran Maestro, Cristo Jesús. Debido a la expresión pura del Cristo eterno que Jesús manifestó, su crucifixión no lo condujo a la muerte, sino a su triunfo sobre la muerte. A medida que lo seguimos, incorporando en nuestra manera de pensar y de vivir la verdad de la totalidad del Espíritu y la unidad del hombre con Dios, el Espíritu, como Su imagen y semejanza espirituales, experimentamos la seguridad que le es innata al linaje indestructible del Espíritu.
Una noche, un joven Científico Cristiano, al sentirse de repente atacado por agudos dolores abdominales y vómitos, recurrió a Dios y a Sus medios espirituales para enfrentar este desafío. El practicista de la Ciencia Cristiana a quien llamó para que lo ayudara, dirigió los pensamientos del joven a un versículo de la Biblia que dice: “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”. Prov. 18:10. El practicista señaló que en la torre fuerte — la Verdad — el hombre, como la idea de Dios, no necesita ser salvado. ¡Está por siempre a salvo!
El practicista prometió orar por el Científico Cristiano durante toda la noche. Y durante toda la noche el joven luchó. Rechazó la sugestión agresiva de que jamás podría liberarse del dolor sin recurrir a la cirugía física, afirmando persistentemente que, como reflejo del Espíritu, vivía en la presencia del Espíritu del todo armonioso. Al reconocer, mediante la oración, la omnipotencia del Espíritu como el único poder que gobierna al hombre, venció la sugestión atemorizante de que si no se sometía a la cirugía se iba a morir.
Fue una larga noche, pero al llegar la mañana amaneció en su pensamiento la clara comprensión espiritual de que debido a que Dios, el bien, es absolutamente Todo, El tenía que ser — y es— la única Mente. Esta comprensión de la Verdad desenmascaró y destruyó el temor latente en su pensamiento. El había estado creyendo que una persona, que se había opuesto a una reciente medida que él había tomado, sentía odio hacia él y podía hacerle daño. Pero, en ese momento vio con gratitud que debido a que Dios, el bien infinito y omnipresente, es la única Mente, no podía haber una mente mala y dañina en ninguna parte.
El desorden físico desapareció. El dolor se desvaneció. Había sanado por completo. El hecho científico del ser, activo en su pensamiento, lo había rescatado del error del sentido material. La Sra. Eddy escribe: “Protección para las reivindicaciones del ser armonioso y eterno se encuentra sólo en la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 232.
La humanidad encontrará seguridad sólo a medida que el pensamiento humano se depure de sus falsos conceptos por medio del Cristo, la Verdad, el cual revela en la Ciencia que el estado y naturaleza verdaderos y espirituales del hombre, son el reflejo indestructible del Amor divino.
La gran necesidad de la humanidad es percibir la naturaleza totalmente mesmérica de todo lo que la materia, alias mente mortal, pretende ser. La mente mortal no tiene poder para crear ni para destruir, ni para dañar ni para salvar. Es un estado de autoengaño. No tiene realidad. La revelación de la Verdad acerca de la totalidad del Espíritu, destruye el mesmerismo del sentido material. Ciencia y Salud afirma: “Los mortales tienen que encontrar refugio en la Verdad para escapar del error de estos postreros días”.Ibid., pág. 83.
El Espíritu no está en el proceso de llegar a ser Todo. Es eternamente Todo. No hay otra presencia y no hay otro poder. La verdad de la totalidad del Espíritu y de la naturaleza e identidad del todo espirituales del hombre, como reflejo del Espíritu, es la realidad demostrable del ser, ahora y por toda la eternidad. El hombre, como el hijo de Dios, jamás ha estado sujeto a ninguna clase de materia. El refleja el amor del Espíritu eterno, su sustancia, salud, armonía, inteligencia y sabiduría. Nuestra seguridad no está en las cosas, personas o lugares materiales. Está en el Espíritu que todo lo incluye.
