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No delineemos el resultado final

Del número de agosto de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué buscamos por medio de la oración? ¿Qué tratamos de demostrar?

Estas preguntas requieren un profundo autoexamen si han de contestarse eficazmente.

¿Oramos para conseguir un trabajo, u otro que nos va a proporcionar más dinero? ¿O buscamos un comprador para una casa que ha estado en venta por cierto tiempo? ¿O un matrimonio más feliz? ¿O mejor salud? ¿O alivio para un problema de relaciones personales?

Cualesquiera que sean nuestros deseos o cualquiera que sea el problema con el que estamos luchando, ¿no sería más sabio y más práctico poner nuestro principal esfuerzo en demostrar la bondad de Dios en nuestras vidas y en el amor que sintamos el uno por el otro? Al tener tales prioridades estaríamos ajustándonos al bondadoso consejo de Cristo Jesús: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33.

Cuando ponemos a Dios primero, la provisión de nuestras necesidades se manifiesta en mejor salud, felicidad y armonía.

Al recurrir a Dios, estamos haciendo un esfuerzo profundo y sincero para comprender que El es absolutamente del todo bueno, nuestro Padre-Madre, nuestra Vida eterna y Mente infinita, la fuente misma, sustancia y fuerza generadora de nuestra volición y acción. Más aún, podemos amar al hombre viéndonos a nosotros mismos y a los demás como los amados hijos de Dios, creados por El para ser Su útil, fructífera y altamente productiva imagen y semejanza.

La Biblia declara que estas grandes verdades se pueden comprobar a medida que miramos más allá de las apariencias de las cosas materiales y reconocemos valiente y alegremente la naturaleza espiritual de Dios y Su creación, y realmente vivimos lo que comprendemos. He aquí un ejemplo.

Un amigo mío tuvo una interesante experiencia al enfrentar los que parecían ser problemas monumentales. Sus negocios andaban mal. Todas sus operaciones comerciales eran deficitarias, con deudas acumulándose una tras otra; y mi amigo sintió que había perdido el control de la situación. Entonces oró para comprender que todas estas actividades — en el grado en que demostraren cualidades espirituales y morales — eran en realidad los negocios de Dios y, por lo tanto, tenían que ser gozosamente productivas. En el plano humano, él tenía la responsabilidad de fabricar un producto de calidad y ofrecer un buen servicio, sin poner primero la ganancia financiera. Comprendió que ésta última llegaría automáticamente a medida que llevara a cabo sus responsabilidades con un alto sentido de integridad e inteligencia.

A medida que oraba devotamente por cambiar el rumbo de su negocio cambiando su manera de pensar, recordó las palabras que Cristo Jesús les dijo a sus discípulos cuando éstos no habían conseguido pescar nada: “Echad la red a la derecha”. Juan 21:6. Cuando así lo hicieron, la red se llenó. Esto le hizo ver a él que tenía que “echar” su pensamiento hacia el lado de la Verdad.

¿Cómo hacerlo? Comprendiendo la verdad del ser que Jesús demostró y que la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) nos enseña a comprender y practicar. Esto incluye la verdad fundamental de que el hombre, como el hijo de Dios, posee ahora mismo todo el bien y está consciente de todo el bien. En realidad, el hombre no tiene nada que lograr, coordinar, llevar a cabo, adquirir ni nada de qué deshacerse. El hombre no es un mortal que lucha con la materia finita. El hombre es inmortal y refleja al Espíritu infinito, o Dios, en términos de ideas espirituales.

Al ocuparnos del problema de provisión, debemos comprender y amar en mayor medida al Espíritu, y preocuparnos menos de las numerosas formas y facetas de la materia. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, lo explica así en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Puesto que Dios es sustancia y el hombre es la imagen y semejanza divina, el hombre debe desear, y en realidad posee, sólo la sustancia del bien, la sustancia del Espíritu, no de la materia. La creencia de que el hombre tiene otra sustancia, o mente, no es espiritual y quebranta el Primer Mandamiento: Tendrás un solo Dios, una sola Mente”.Ciencia y Salud, pág. 301.

Poco después de haber orado, a mi amigo se le presentó una oportunidad de solicitar un puesto de responsabilidad en el gobierno. Al considerar la situación, sintió que ello solamente aumentaría sus problemas económicos debido a que el salario no era suficiente para hacer frente a las necesidades del momento, sin mencionar la responsabilidad de recuperar las pérdidas que había sufrido. Además, tendría que enfrentar gastos de traslado, que eran bastante elevados. No obstante, le parecía apropiado considerar la oportunidad debido a la experiencia y a los conocimientos que él podría aportar. Finalmente decidió que la única solución era seguir lo que su intuición le decía y dejar el resultado en manos de Dios.

A medida que continuaba orando, comenzó a comprender que era presuntuoso de su parte delinear el resultado final. Tal enfoque humano no tendría la dirección y la autoridad de Dios; no sería genuinamente provechoso ni bendeciría a las personas que estaban vinculadas a esta experiencia. La definición que Ciencia y Salud da de la Mente como “la Deidad, que delinea pero que no es delineada”,Ibid., pág. 591. le fue de gran ayuda. En vista de esto, decidió presentarse como candidato, y si lo aceptaban, gozosamente dejaría sus actividades comerciales y daría lo mejor de sí al gobierno.

Sintió que un profundo y activo amor por Dios y por el hombre lo guiaría a la ocupación apropiada en la que podría ser útil. Oró para ser divinamente guiado a comprender dónde y cómo podría expresar mejor a Dios, el bien ilimitado, y dónde y cómo podría ser de más utilidad a su prójimo.

Con este pensamiento más elevado, confiadamente presentó su solicitud para el cargo en el gobierno, y comenzó una serie de entrevistas que duraron varios meses, meses que aprovechó para reencauzar sus negocios personales. En esa época el déficit era de 200.000 dólares. Cuando el cargo en el gobierno fue finalmente adjudicado, no fue a él a quien se lo otorgaron, pero rehusó desalentarse. La declaración: “Y el Amor se refleja en amor”, que la Sra. Eddy da en su interpretación espiritual del Padre Nuestro en el libro de texto de la Ciencia Cristiana,Ibid., pág. 17, refiriéndose a las palabras de Jesús: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). le vino frecuentemente al pensamiento, asegurándole que el amor que él expresaba por Dios y por el hombre lo bendeciría, aunque no era él quien debía determinar cómo llegaría la bendición.

Mi amigo se fue convenciendo más y más de que la oración es respondida; que solamente tenía que confiar en Dios y no tratar de delinear el resultado final. Esta declaración en Ciencia y Salud significó mucho para él: “La experiencia nos enseña que no siempre recibimos las bendiciones que pedimos en la oración. Hay cierta incomprensión acerca del origen de toda bondad y bienaventuranza, y de los medios para alcanzarlas, pues si así no fuera recibiríamos con seguridad lo que pedimos”.Ciencia y Salud, pág. 10.

Al orar con el propósito de desarrollarse espiritualmente, y no con el de lograr objetivos materiales, disipó la carga de preocupaciones que había llevado y que se había impuesto a sí mismo, y lo capacitó para descansar en la seguridad de que Dios no necesitaba de sus ávidos esfuerzos para delinear el resultado final.

Apartando de su pensamiento el cargo en el gobierno, concentró sus esfuerzos en corregir el rumbo declinante de sus negocios. Inspeccionó cuidadosamente la calidad de los productos que ofrecía, así como la calidad del servicio que prestaba, asegurándose de que todo era lo mejor que podía ofrecer. Al cabo de poco tiempo, los resultados fueron evidentes; los negocios comenzaron a prosperar y a crecer.

Afortunadamente, estaba aprendiendo a apreciar que lo primero y más importante era hacer un verdadero esfuerzo por reconocer y utilizar las ideas espirituales de Dios, y no estar tan preocupado con las cosas materiales y con los altos y bajos de una economía material.

En Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy nos dice: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis”.Esc. Mis., pág. 307. Mi amigo percibió que tenía que retornar a las diferentes actividades de su negocio con una mayor dedicación, y buscar y descubrir las ideas espirituales que lo llevarían a aplicaciones prácticas.

A medida que aceptamos y ponemos en práctica las ideas de Dios, éstas nos capacitan para hacer las cosas que son humanamente útiles y, por lo tanto, remuneradoras. La Biblia declara: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filip. 2:13. ¿No es acaso la voluntad de Dios que llevemos muchos frutos buenos, como Jesús requirió de sus seguidores, Ver Juan 15:1–8. es decir, que seamos productivos en gran medida?

Al cabo de poco tiempo mi amigo recibió a un cliente que necesitaba gran ayuda, de índole poco común, la que mi amigo le suministró rápida y gustosamente. Este hombre quedó tan agradecido que le envió un cheque adicional ¡por la suma de 300.000 dólares! ¿De dónde vino esta persona? No vino, como uno se imaginaría, del área local o de los contactos comerciales habituales, sino que vino a raíz de un tal llamado encuentro casual, cuando mi amigo estaba gestionando el cargo en el gobierno. Si mi amigo no hubiera estado allí, probablemente nunca habría conocido a este hombre que vino a ser la vía para tanta ayuda económica.

Es Dios quien efectúa el desarrollo del bien en nuestra experiencia. La Sra. Eddy dice: “El Espíritu, Dios, reúne pensamientos informes en sus cauces adecuados y desarrolla esos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que ese propósito aparezca”.Ciencia y Salud, pág. 506.

La importante lección que se aprende de la experiencia de mi amigo es que no debemos tratar de delinear el trabajo de Dios. Pero, puesto que somos en realidad los testigos de Dios, debemos estar alerta a las oportunidades de expresar amor y de ser útiles. El mantener este hecho en la consciencia permitió a mi amigo expresar a Dios, el bien, en un grado más elevado en su experiencia humana. Y la recompensa se manifestó tan seguro como que “el Amor se refleja en amor”.

No tenemos que preocuparnos sobre el resultado de los esfuerzos honestos y meritorios cuando vemos claramente que Dios es quien delinea, y ¡el resultado es siempre bueno!

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