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Algo está sucediendo; algo está en juego

Del número de octubre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunas personas, al reflexionar sobre la década del 60, han notado un espíritu especial. A pesar de los trastornos de la época, frecuentemente se percibía un sentimiento poco común de preocupación por los demás, una acentuada percepción de la potencialidad de la humanidad, una efusión de gozo y libertad.

¿Qué le ha sucedido a ese espíritu? Quizás no se haya perdido; sólo ha echado raíces para fortalecerse. Cuando analizamos más detenidamente el espíritu de la década del sesenta, vemos que en verdad parece ser una tendencia, una dirección que emerge, no sólo para la década del ochenta, sino también para el próximo siglo.

Después de todo, el pensamiento de la humanidad sí cambia. Contrariamente a los escépticos, el pensamiento evoluciona, aunque debe admitirse, no siempre en una línea recta de progreso, y no siempre con la suficiente rapidez como para notarlo fácilmente. En determinada ocasión, Mary Baker Eddy observó: “Pueden oírse los latidos de nuestro corazón, mas no así el palpitar y las angustias incesantes del pensamiento que abandona los puntos de vista materiales por los espirituales”.La idea que los hombres tienen acerca de Dios, pág. 1.

Ella estaba convencida de que la consciencia humana va cambiando. Ella tenía la seguridad de que la humanidad va tomando un nuevo rumbo trascendental, alejándose de la fría teoría que dice que todo está vinculado a la materia, y dirigiéndose hacia nuevas vistas espirituales. Dio todo de sí misma para revelar esta Ciencia del Espíritu, Dios, que finalmente se conoció como Ciencia Cristiana.

Parece que otras personas, incluso algunos de los mejores pensadores de esta época, también perciben que la humanidad está atravesando un punto decisivo y crucial, que está al borde de obtener una percepción diferente de sí misma. La Fundación Templeton, que todos los años otorga un premio internacional para el progreso que se lleva a cabo en la religión, hace el siguiente comentario de interés en su declaración de objetivos: “Es imperativo que se acelere el progreso en la religión a medida que se hace evidente el progreso en otras disciplinas. Un vasto universo exige un conocimiento más profundo de la dimensión del espíritu y de los recursos espirituales accesibles al hombre, de la inmensidad de Dios, y del conocimiento y comprensión divinos que aún quedan por reclamarse”. Program, Templeton Foundation Prize for Progress in Religion, 14 de mayo de 1985.

Si rehusáramos admitir lo que está sucediendo en esta época, perderíamos de vista una perspectiva sumamente alentadora. En diversos aspectos y en mucho niveles, la humanidad está tratando de alcanzar la comprensión espiritual. El Cristo, la Verdad, continúa cambiando la consciencia humana. Algo está sucediendo, y esto tendrá una influencia fundamental en el futuro de la humanidad.

La Sra. Eddy escribió: “Hoy en día percibimos sólo la primera vislumbre de un cristianismo más espiritual que incluye una filosofía más profunda y amplia y un sistema de curación más racional y divino”.Escritos Misceláneos, pág. 2.

Sus propias experiencias la llevaron a la conclusión de que la curación de la enfermedad era perfectamente natural para aquel cristianismo que considerara seriamente que el Espíritu, Dios, es el Padre del hombre, y que Su reino está presente ahora. Ella creía que siempre que predomina en el pensamiento la Verdad — que, según su comprensión, es el Cristo, la verdadera idea de Dios que Jesús vivió— se producen cambios poderosos para bien.

Ella previó un gran leudamiento en la consciencia como resultado del reconocimiento de la sencillez del Cristo, la Verdad, en nuestra época. Algo está sucediendo, mas, al mismo tiempo, algo está en juego.

Lo que está en juego es esta “primera vislumbre”. La realidad de Dios, el Espíritu, y del nuevo hombre revelado como Su expresión, no se pone en duda. No obstante, el materialismo intenta oprimir la capacidad que tiene el pensamiento para responder al Cristo. Trata de eliminar al Cristo dondequiera que aparezca, al igual que trató de deshacerse del niño Jesús poco después de su nacimiento.

Este empeño no triunfará. Pero se requiere el compromiso total de quienes aman la luz de la espiritualidad. La emergente espiritualidad de la época no acontece automáticamente, sino que se manifiesta por medio de las vidas de aquellos que están dispuestos a trabajar y luchar por ella.

Los trabajadores tampoco pueden pasar el tiempo discutiendo sobre lo interesante que es el leudamiento espiritual. Su tarea primordial es procurar leudarse ellos mismos para participar en el cambio en lugar de ser parte del problema.

El derrotar el materialismo y el mal que han esclavizado la mentalidad de las épocas, no constituye ningún espectáculo. Significa luchar contra el sentido falso y persistente de que la vida y el ego son materiales — primeramente en nuestro propio pensamiento — y ganar esta batalla por medio de una creciente y completa obediencia al Cristo. Significa aprender, de la manera más práctica y sanadora, que realmente vivimos en Dios, el Espíritu; que somos de El, y no “del mundo”. Y significa exactamente lo que Jesús dijo a sus discípulos: “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”. Mateo 10:38, 39.

Como está implícito en el título de la reunión de las organizaciones universitarias de la Ciencia Cristiana que se celebró en agosto de 1985 — “La espiritualidad individual y el futuro de la humanidad” —, es mucho lo que hoy está en juego para nosotros y para la humanidad. (Ver informe sobre la conferencia en el Heraldo de marzo de 1986.) Pero, ¿quién querría vivir en una era menos importante?

Cristo Jesús no prometió que el camino sería agradable, fácil, común; tampoco prometió un breve y amistoso cese de enfrentamientos con el mal. Sería cándido de nuestra parte pensar que el milenio se encontrará al entrar la próxima década. Pero la idea espiritual de Dios — y del hombre a Su imagen, espiritual, semejante a El — ha comenzado a hacer su entrada en esta época. Esta idea está cambiando el pensamiento, y a medida que el pensamiento cambia, el mundo que vemos a nuestro alrededor cambia, porque no podemos evitar ver lo que estamos pensando. Las dificultades que antes parecían ser impenetrables, se desvanecen ante el pensamiento inspirado.

El escritor de la Primera Epístola de Juan nos asegura con gozo: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y... mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. 1 Juan 4:4.

La razón por la que podemos vencer lo que a veces parece ser un mundo inmenso, inamovible y habitualmente material, es que, en realidad, no existe tal mundo objetivo fuera de nosotros. El “mundo” y sus problemas — sus guerras, escasez de alimentos, y aguas contaminadas — en realidad es la medida de lo que piensan los hombres colectivamente. Pero el descubrimiento de que Dios, el Espíritu, es la vida del hombre, es una influencia masiva — omnipotente — en el pensamiento, y comienza a revelar a un hombre y un mundo nuevos.

Podemos percibir nuevamente la asombrosa profundidad del significado de las palabras de Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5:14.


También el reino de los cielos
es semejante a un mercader
que busca buenas perlas,
que habiendo hallado una perla preciosa,
fue y vendió todo lo que tenía,
y la compró.

Mateo 13:45, 46

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