Cuando Jesús sanaba, no acostumbraba hacer preguntas al paciente para determinar el nombre o la causa específicos del problema, o preguntarle cómo se sentía. En lugar de ello, Jesús veía al hombre perfecto de la creación de Dios. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy define el método de curación usado por el Maestro, en estas palabras: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud, págs. 476–477. Las preguntas basadas en el testimonio de los sentidos no promueven tal percepción a la manera del Cristo.
Pero el hacer las preguntas correctas sí puede ser valioso. De hecho, es normal preguntar para aprender. En Ciencia y Salud, un capítulo entero, “Recapitulación”, está dedicado a preguntas y respuestas, que son la base de la instrucción en clase de Ciencia Cristiana.
El hacer preguntas hipotéticas basadas en lo que nos dicen los sentidos físicos acerca de una condición corporal, puede que nos confunda aún más. La Biblia nos advierte: “Desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas”. 2 Tim. 2:23. The New English Bible (La Nueva Biblia Inglesa) lo traduce así: “No tengas nada que ver con especulaciones necias e ignorantes”. Tales especulaciones siguen manteniéndonos siervos, en lugar de amos, de nuestros cuerpos.
Pero las preguntas que demuestran nuestro profundo anhelo de aprender más acerca del hombre espiritual creado por Dios, y de su dominio otorgado por Dios e integridad eterna, nos elevan a la Verdad inmutable, por encima de la contemplación de lo que se piensa sobre la materia y sus supuestas condiciones.
Nuestra familia fue testigo de las bendiciones que resultan de aprender a hacer las preguntas correctas. Nuestra hijita de dos años tenía una fea condición en el cuero cabelludo y se rascaba la cabeza con frecuencia, irritándola aún más. Trabajamos primero con una practicista de la Ciencia Cristiana y luego con otra, y también nosotros mismos tratamos la situación mediante la oración.
Habiendo llegado al punto en que me sentía desalentada, llamé a la practicista y le pregunté qué era lo que yo estaba haciendo mal. Me contestó que me asegurara de que estaba haciendo las preguntas correctas. Me pidió que hiciera una lista de las preguntas que me hacía a mí misma y que sustituyera cada una de ellas con aquella pregunta cristianamente científica que sacaría a luz el hecho espiritual opuesto. Escribí nueve preguntas e inmediatamente empecé a contestarlas, una por una, según me venían los pensamientos angelicales de Dios.
Mi primera pregunta fue: ¿Cómo puedo impedir que mi hijita se rasque las llagas? Esta pregunta se transformó en: ¿Cómo estoy contemplando a mi hija? Contesté: La veo como la idea espiritual de su Padre-Madre Dios, completa, incontaminada, obediente, hermosa, alegre, pura y encantadora. Continué pensando: la voluntad humana no es una fuerza real. No puedo usar mi voluntad para que la niña deje de hacer cosa alguna. Pero sí puedo verla como una idea de Dios, obediente a la Mente, siempre alerta a la dirección de la Mente y bajo Su gobierno. Los impulsos destructivos no provienen de Dios, y la Verdad los destruye, asi como a las llamadas condiciones enfermas. Ambos son mentiras acerca del hijo de Dios, y tales mentiras son todo lo que puede ser destruido, porque no tienen base alguna en el Principio divino.
Otra pregunta fue: ¿Por qué demora tanto? Invirtiendo este interrogante hipotético, me pregunté a mí misma: ¿Cuándo es verídica la verdad? ¿Siempre, o sólo cuando la aplico específicamente? ¿Siempre, o sólo cuando la comprendo claramente? ¿Siempre, o sólo después de que la he visto demostrada? La respuesta fue: ¡Siempre! La verdad es verídica ahora mismo; es intemporal. La verdad de que esta niña siempre ha existido como una imagen espiritual y perfecta de Dios, es tan verídica ahora como lo será cuando sea demostrada en la curación. Nada cambia a la vista de Dios. Dios contempla la integridad perpetua del hombre. Al referirse al fracaso de sus discípulos para sanar cierta enfermedad. Jesús dijo: “Este género no sale sino con oración y ayuno”. Mateo 17:21. La Sra. Eddy interpreta espiritualmente la palabra ayuno de esta manera: “Abstenerse de admitir las pretensiones de los sentidos”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 222. ¿Qué iba yo a creer: las pretensiones de los sentidos o la verdad? ¡La verdad!
La siguiente pregunta: ¿Qué estoy haciendo mal?, fue reemplazada con: ¿Qué está Dios haciendo? Contesté: Toda acción procede de la Mente; Dios es el hacedor. No necesito ayudar a la omnipotencia. La perfección no tiene que ser producida; sólo tiene que ser revelada. Mi trabajo es ser receptiva a la verdad y confiar en el amor que Dios tiene hacia Sus hijos.
La cuarta pregunta fue: ¿Cuál es la fórmula secreta? En vez, me pregunté: ¿En qué difiere el tratamiento en la Ciencia Cristiana del tratamiento médico? En la curación por la Ciencia Cristiana no hay fórmulas, ni secretas ni de ninguna otra clase; no hay ingredientes que falten. El enfoque médico requiere un diagnóstico físico, pero no es así en la Ciencia Cristiana. Un tratamiento médico fundamentalmente asocia la causa física con el efecto físico, pero no así la Ciencia Cristiana. Percibí que tenía que abandonar todas esas teorías. Declaré que la curación es el resultado natural de comprender la verdad, aunque se comprenda sólo en parte. Afirmé que la Verdad estaba presente en ese mismo instante y que yo sabía que me incluía a mí, a mi familia y a todo el mundo.
Había escrito cinco preguntas más. Pero cuando me pregunté si responder a todas ellas iba a producir la curación, me di cuenta de que había comenzado a considerar este proceso como una clase de fórmula, y ése no era el propósito. De inmediato puse de lado mis preguntas y respuestas. La inspiración que había recibido había sido inmensa, y ciertamente me dejó en paz.
No, la curación física no ocurrió de inmediato. Pero la curación fue completa. Recuerdo que, después de haber pensado y orado tan profundamente ese día, tuve menos miedo a las apariencias. Mirando en retrospección, puedo sinceramente decir que apenas recuerdo los detalles de la experiencia. Pero las verdades que me vinieron entonces todavía las atesoro profundamente. Aun ahora estoy asombrada de toda la inspiración que afluyó a mi consciencia.
Durante los momentos de prueba, rehusémonos a hacer preguntas sin fundamento, basadas en el testimonio de los sentidos físicos. En cambio, aprendamos a hacer las preguntas correctas y a prestar atención para que Dios nos dé las respuestas inspiradas que sanan.
