La topografía de mi corazón fue cambiando
mientras yo viajaba;
fui lavada en arroyos de gracia eternal —
escalé mesetas de esperanza,
salté sobre valles de depresión
(la obstinación, en niebla ya no me envolvió).
La tierra de desiertos gimientes se volvió tierra prometida.
Sentí que una casa se convirtió en hogar,
porque ahora vivía no sólo de pan.
Y al continuar yo escalando,
el viento del Espíritu cinceló profundamente mi alma.
Mi relación con Dios se tornó en una aventura de AMOR
al elevarme hacia una vista cumbre,
abrazando el monte de visión, acercándolo a mi reverente corazón.
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