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Cómo obtener la llave del reino

Del número de octubre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quizás nos preguntemos, ¿por qué es necesario obtener la llave del reino si Jesús dijo que “el reino de Dios está entre vosotros”? Lucas 17:21. La alegoría de Adán y Eva nos dice cómo fueron tentados por la serpiente, o sentido corporal, para participar del árbol de la ciencia del bien y del mal. De la misma manera, al sucumbir a las persuasiones del sentido corporal, con su creencia de vida, sustancia e inteligencia en la materia, una gran parte de la humanidad se encuentra hoy en día prácticamente afuera del reino de los cielos.

¿Acaso no nos previno Jesús en el Sermón del Monte contra el culpable que quisiera robarnos el reino, o sea, la consciencia pura de la totalidad de Dios? El culpable es el sentido corporal, o sentido personal, un sentido de personalidades mortales o de muchas mentes, en contraste con la verdad sanadora de la Mente infinita, Dios, el bien, reflejado por el hombre verdadero.

¿Qué nos haría quebrantar los Diez Mandamientos? ¿Qué es lo que causaría que nuestra sal pierda su sabor y que nuestro compromiso de todo corazón con la Verdad se desvanezca? ¿Qué es lo que nos tienta a ser susceptibles, impacientes y a enfadarnos con nuestros hermanos o tratarlos con desdén? ¿Qué es lo que nos permite interesarnos en los placeres materiales a costa de la espiritualidad, de quebrantar la Regla de Oro, o de edificar sobre bases falsas? ¿No es acaso la respuesta a todas estas preguntas, el sentido personal?

En la primera de las Bienaventuranzas relatadas en el evangelio según San Mateo, Jesús va directamente al fondo del asunto cuando dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Mateo 5:3. En cierta ocasión se refirió a sí mismo como “humilde de corazón”. Mateo 11:29.

Para ser humilde de corazón ciertamente debemos vencer el sentido personal, que incluye tales rasgos negativos como orgullo y timidez, una gran sensibilidad y jactancia, impasibilidad y temor, así como la justificación propia, la obstinación y el amor propio, de hecho, el egocentrismo. Todos o cualquiera de estos rasgos de carácter pueden, en creencia, mantenernos fuera del reino de los cielos.

Pero si estudiamos las Bienaventuranzas, no como consejos sabios aislados, sino como procediendo una de la otra, podremos hallar una nueva inspiración en el consejo de Jesús. Por ejemplo, ¿acaso no podría aplicarse la segunda bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran,” Mateo 5:4. a todos aquellos que se sienten contritos y rechazan el pecado del sentido corporal? Ya que es pecado, en su sentido más amplio, pensar y actuar desde el punto de vista de la creencia en la separación del hombre de Dios. Seremos consolados o fortalecidos por los ángeles de Dios cuando rechacemos las tentaciones del sentido corporal y sepamos que, en realidad, la Mente infinita, el Amor lo gobierna todo.

En la tercera bienaventuranza Jesús nos indica que un modo importante para combatir el sentido personal es logrando la mansedumbre. ¿Qué es la mansedumbre? ¿Acaso no es la fortaleza lo que nos da dominio sobre la tierra, fortaleza interna que se niega a reaccionar por medio del sentido personal a cualquier provocación o menosprecio? Y ¿qué hace que los insultos no nos afecten en lo más mínimo? La mansedumbre. Jesús demostró la fortaleza de la mansedumbre, que es el poder del amor. El dijo: “Los mansos... recibirán la tierra por heredad”, es decir, que ellos expresarán el dominio dado por Dios.

Se requiere mucho aceite — mucha “consagración; amor; dulzura; oración; inspiración celestial”,Ciencia y Salud, pág. 592. como la Sra. Eddy define aceite en el Glosario del libro Ciencia y Salud — para adquirir mansedumbre. Necesitamos practicar esta clase de amor con mayor persistencia que la que tendría un concertista practicando su piano, ya que el amor espiritual está libre de reaccionar a las sugestiones de la mente mortal. Cuando tomemos esta bienaventuranza para estudio durante la semana, nos asombraremos al ver cuánto crecimiento espiritual necesitamos para poder manifestar amor o reaccionar con bondad.

Necesitamos preguntarnos: ¿Tengo acaso tanta hambre o sed de justicia hasta el punto de estar dispuesto a emprender la autodisciplina? Si es así, entonces seré ciertamente saciado de la justicia que deseo.

Jesús continúa diciendo: “Bienaventurados los misericordiosos” Mateo 5:7. (la quinta bienaventuranza). La misericordia verdaderamente sigue a la mansedumbre y a la justicia, capacitándonos para expresar el amor que perdona instantáneamente, robándole al pensamiento mortal el sentido personal y sus exigencias de venganza o represalia.

Yo experimenté un pequeño pero iluminador momento de esto recientemente. Fui severamente criticada por una amiga en relación a una decisión que tomé, y no estuve lo suficientemente alerta para refrenar el sentido personal de inmediato. Por el contrario, me justifiqué, provocando así más acalorados comentarios. Al pensar en ello más tarde, comprendí que había sido el sentido personal lo que me había arrebatado mi mansedumbre, la cual me hubiera dado dominio. Pude poner el episodio completo en su propia perspectiva en seguida. Casi de inmediato sonó el teléfono, y era mi amiga quien se disculpó por haber sido tan insistente en su crítica. Esto me dio la oportunidad para expresar el amor y la mansedumbre que sentí en ese momento. Quedé admirada al ver el efecto instantáneo del perdón verdadero.

En la sexta bienaventuranza Jesús dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. Así se revela la recompensa maravillosa que nos espera al despojarnos del sentido personal: la pureza de corazón, que nos permite elevarnos sobre las sugestiones del sentido corporal que nos han hecho sentir que estamos separados de Dios, luchando por un yo inexistente. La pureza de consciencia, de acuerdo con el grado adquirido, nos permite comprender la totalidad divina, que incluye al hombre en el reino de Dios.

En este estado de pensamiento, en donde sabemos que no hay separación entre Dios y Su idea, el hombre, quien coexiste en armonía perfecta, percibimos que no hay interferencia del sentido corporal; ninguna reacción del sentido personal que niegue el poder del Amor. Aquellos que logran este estado mental son los pacificadores; y ser llamados los hijos de Dios es la recompensa de la séptima bienaventuranza.

En la secuencia de las Bienaventuranzas, la que generalmente es aceptada como la octava: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia”, me parece un resumen y una reafirmación para aquellos que puedan tener temor de ser mansos. Jesús reiteró: “Porque de ellos es el reino de los cielos”, Mateo 5:10. y entonces les habló directamente a sus seguidores, asegurándoles que cuando padecieran persecución por su causa, ellos deberían considerarlo como una señal de bendición. Ellos se habían unido a la fila de los profetas, quienes habían sido recompensados de igual manera.

Cristo Jesús nos ha entregado la llave que abre la puerta para entrar al reino, por muy afuera que estemos debido a nuestra manera de pensar. La Ciencia Cristiana nos ha mostrado cómo usar esa llave, al revelarnos el método para despojarnos del sentido personal a través del ejercicio del amor en toda circunstancia. Por lo tanto, somos libres para comenzar a aceptar la perfección presente y eterna del hombre, para reconocer el reino de Dios ahora, dentro de nuestra consciencia.

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