¿Por qué habló Cristo Jesús con tanta frecuencia acerca del reino de Dios? La traducción de Phillips del Evangelio según San Lucas, nos dice: “Al amanecer, fue él a un lugar desierto, pero las multitudes trataron de encontrarlo, y cuando lo hallaron, trataron de impedirle que los abandonara. Pero les dijo: ‘Tengo que dar las buenas nuevas del reino de Dios a otras ciudades también; ésa es mi misión’ ”. Lucas 4:42, 43 (J. B. Phillips translation).
Supongamos que el nombre de usted es Jedidías. Como lo han hecho otros antes, usted también ha estado reuniendo información mediante sus ojos y oídos, tratando de averiguar lo que puede esperar de la vida, y el informe no es muy alentador. La enfermedad, escasez, injusticia, agresión, opresión, pecado, y así por el estilo, parecen destinados a ser lo característico de su existencia, tal como lo fue para sus antecesores.
Pero, ¿qué puede usted hacer? Así es la vida.
Un día, al ir camino al herrero para que le arregle una hoz, ve a un extranjero hablándole a un grupo de sus vecinos. Usted escucha; lo que él dice le causa en lo profundo de su ser una maravillosa emoción. Usted está oyendo ideas radicalmente nuevas que — de alguna manera — suenan como cosas que siempre ha sentido. El dice: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Marcos 1:15.
Su amigo Malaquías también lo oyó por primera vez ese día; y se ha preguntado las mismas cosas que usted se ha preguntado. Juntos procuran oír a ese hombre otra vez. Cuando lo escuchan, saben que él tiene respuestas. Cuando cita pasajes bíblicos conocidos, éstos adquieren nueva vida. Ustedes perciben que están escuchando esas cosas como era la intención que se escucharan.
Lo que él dice hace mucho sentido, pero hay algo más que eso. Lo que dice lo respalda mediante la verdadera curación. Como el caso del muchacho que vive calle abajo. El que tan a menudo es influido por espíritus malos, que es derribado y echa espuma por la boca, cae al fuego o al agua y se lastima. Eso no le acontece más. Ahora camina y corre, salta y juega como los muchachos deben hacerlo.
Ese hombre trajo “buenas nuevas”: que nadie está desamparado, sujeto al soplo de cualquier viento malo. Somos los amados de Dios, quien de ninguna manera está descontento con nosotros. El es nuestro Padre, que nos cuida, nos dirige, nos abre el camino, preservándonos como los magníficos hijos que El, en Su sabiduría, nos creó para que lo fuéramos. Por siempre estamos a salvo, sanos e intactos a pesar de lo que nuestros ojos y oídos puedan decir en algún momento. Unicamente si no sabemos esas “buenas nuevas” creemos que el mal tiene poder, y así seguimos sufriendo por ignorancia. Todo esto es innecesario; nada de esto es la voluntad de Dios.
Bueno, éstas son “buenas nuevas” que nos capacitan para adoptar un punto de vista radicalmente diferente de todo lo que nos concierne; para después vivir ese radicalmente nuevo punto de vista espiritual; para negarnos a admitir como real, algo que nuestro afectuoso Padre no ha hecho.
Cuando la Biblia dice que debemos procurar la comprensión espiritual sobre todas las cosas, da a entender sólo eso. Esta búsqueda puede que nos cueste algo. Puede que no siempre parezca tan fácil desechar nociones confusas que, desde que tenemos memoria, se nos ha enseñado a aceptar ciegamente. Pero ciertamente valdría la pena hacer todo lo que se nos pidiera, si el cambio nos capacitara para dejar lo falso por lo verdadero. Y cuando ese hombre habla, por primera vez nos parece posible hacerlo.
La comprensión espiritual lo capacitará a usted y a Malaquías a cambiar sus vidas, de la misma manera práctica en que el muchacho ahora camina y corre, salta y juega libremente. Eso que no es bueno puede cambiarse, después de todo, no es algo con lo que hay que vivir. La discordia es un fraude. ¿Acaso no dijo Jesús — ahora ya saben que ése es el nombre de este hombre — acaso no dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” ? Lucas 12:32.
Pero usted y Malaquías se preguntan: ¿Cuál es ese reino de Dios del cual Jesús habla con tanta frecuencia? Esto es cada vez más claro...
Amigo Malaquías, ¿recuerda usted ese día en que algunos fariseos preguntaron a Jesús cuándo había de venir el reino de Dios? El respondió: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:20, 21.
Entonces, el reino de Dios no es un lugar o una época, ¿no es así? Es la verdad que sentimos y comprendemos en nuestros corazones; la verdad acerca de Dios, de nosotros y de nuestro prójimo.
Malaquías, ¿recuerda cuando ese meditativo escriba preguntó a Jesús cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús respondió: “Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Y dijo, el segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”.
Entonces el escriba le dijo: “Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”. ¿Recuerda usted qué ocurrió después? Parece que Jesús reconoció que este escriba no era como muchos de los otros. Este quería comprender, no sólo argüir. Jesús le dijo: “No estás lejos del reino de Dios”. Marcos 12:29–34.
Empiezo a pensar, Malaquías, que el comprender las ideas espirituales que integran el reino de Dios, y el vivirlas, aunque sea un poco, es mucho más que sólo ser humanamente correcto, por importante que esto sea. ¿Recuerda a ese hombre rico que vino preguntando cómo heredar la vida eterna? Jesús dijo: “Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre”. Y cuando el hombre dijo a Jesús que todo esto lo había hecho desde su juventud, usted pudo darse cuenta de que realmente lo había hecho. Era un buen hombre, ¿no es así Malaquías? Y, por supuesto, Jesús reconoció eso de inmediato. Se podía percibir cómo amó Jesús a ese hombre y lo que él anhelaba. Estaba muy, muy cerca de la percepción más importante que había tenido en toda su vida. Entonces dijo Jesús: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz”.
Lo que ocurrió después me llena los ojos de lágrimas cada vez que pienso en ello. ¿Recuerda, Malaquías? El hombre se veía tan afligido, tan triste. Y siguió su camino. ¡Realmente se fue! A pesar de que Jesús lo invitó a que lo siguiera, no podía deshacerse de su amor por las riquezas. Con frecuencia me pregunto lo que habrá sentido Jesús en ese momento. Recuerda que miró alrededor y dijo a sus discípulos: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” Ver Marcos 10:17–23.
Debo confesar, Malaquías, que sólo por un momento pensé que Jesús nos estaba enseñando que, de alguna manera, la pobreza era una virtud. Pero al meditar sobre otras cosas que nos dijo, me di cuenta de que no estaba diciendo que la pobreza es lo que debemos esperar. ¿Recuerda cuando nos habló en la ladera de esa colina? Entre otras cosas, habló de la riqueza y la pobreza, sobre cómo parecemos ocuparnos tanto en tener lo suficiente para comer, beber o vestir. Creo que estaba diciendo que eso no era nuestra ocupación principal. El parecía entender que si pensábamos que dependía de nuestra propia habilidad el satisfacer nuestras necesidades, nos fatigaríamos corriendo, corriendo, corriendo para obtener lo que nunca podríamos obtener nosotros mismos.
En ese momento no sabía por qué, pero allí mismo, algo dentro de mí exhaló un gran suspiro de alivio. Fue como si se me hubiera quitado un gran peso de encima. Dijo que era asunto de nuestro Padre celestial cuidar de proveernos lo que necesitáramos, y que El lo haría tal como lo hace para las aves del cielo o las flores del campo. Después, Jesús dijo lo que nos concierne. ¿Recuerda? “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33.
Habló acerca de una manera diferente de pensar, de una manera diferente de vivir. Toda mi vida me he quedado sin aliento, buscando “cosas” como casi todos los demás. Y como casi a todos los demás siempre me falta algo, a pesar de lo mucho que pueda obtener. Mas todo el tiempo lo que necesitaba era comprender el reino y vivirlo, y no meramente ir a la búsqueda de “cosas”.
¡Oh, Malaquías, qué ideas tan maravillosas él compartió con nosotros! Ideas prácticas que mejoran nuestra vida, día tras día. Permanentemente. Porque lo que él dice no es sólo una opinión humana más.
Lo que él nos dice no viene sólo de él, como continúa asegurándonos. Ver Juan 12:49,50. Comparte con nosotros lo que escucha del Padre. Es, como si no solamente estuviera allí hablándonos, también está sentado junto a nosotros y escuchando a la vez.
Se nos está mostrando el reino, Malaquías. El reino de Dios no es realmente un lugar lejano en otro tiempo. Es el hecho de que el Padre nos mantiene a salvo, sanos, saludables y felices. Aquí y ahora. Siempre. Las buenas nuevas son que, después de todo, no estamos sujetos a la discordia a la cual creíamos que estábamos sujetos toda la vida. La armonía no es meramente una vaga posibilidad casual. Es el constante gobierno de Dios que reina sobre nosotros. Muy poco, muy tarde, esto no es lo que hemos de esperar como rutina. La provisión abundante de Dios sí lo es. Lo casual y accidental no son normales. El cuidado y dirección de Dios sí lo son. No somos miserables pecadores. Somos los propios hijos de Dios en quienes se complace.
¡Oh, Malaquías! Cada percepción espiritual que describe la realidad — el reino de Dios ya está entre nosotros — verdaderamente eleva mi vida a las alturas. Siento en mi corazón que esas percepciones son respuestas de nuestro Padre a preguntas que me he hecho durante gran parte de mi vida.
Y, sin embargo, no es suficiente que usted y yo seamos mejores esposos, padres y granjeros, ¿verdad, Malaquías? El reino no debe permanecer sólo con nosotros. Algunas veces, en la quietud de la noche, cuando estoy solo con mis pensamientos, me pregunto cosas extrañas, cosas que jamás hubiera soñado que las pensaría.
Mi querido amigo Malaquías, ¿se ha preguntado alguna vez si está usted destinado a hacer algo aparte de cultivar la tierra? ¿Ha tenido la sensación de que una voz en lo íntimo de su ser lo está llamando, diciendo: “Sígueme”? ¿Es posible que debamos hacer algo con lo que sabemos ahora? ¿Algo que signifique que el reino de Dios puede ser hallado por otros, otros que ni siquiera conocemos ahora mismo?
¿Qué cree usted, mi amigo Malaquías? ¿Podría eso ser posible, para dos granjeros llamados Jedidías y Malaquías?
Esta pequeña parábola intenta ilustrar el impacto que las enseñanzas de Cristo Jesús pudieron haber tenido en sus contemporáneos. Las enseñanzas de Jesús pueden ser tan vívidas y poderosas para nosotros como lo hubieran sido para Malaquías y Jedidías. Y nosotros tenemos una bendición adicional: el descubrimiento de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) y la escritura de su libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Esta Clave abre la puerta para comprender las enseñanzas de Jesús de manera inspirada y sistemática. Mediante ella aprendemos que la Ciencia divina es el conocimiento de Dios, lo que El es y lo que ha hecho que sea. Viene de Dios Mismo. Nos muestra cómo son realmente las cosas y nos revela el reino de Dios.
El mantenernos confiados en lo que aprendemos acerca de Dios, trae a nuestra vida el reino del cielo mismo. La discordia se elimina científicamente — no ciegamente — no creyendo en ella. Y entonces, allí mismo y en ese mismo momento, empezamos a hacer las obras sanadoras que hizo Jesús, y que dijo que deberíamos hacer. Ver Juan 14:12.
Es por eso que los Científicos Cristianos examinan profundamente la Biblia y Ciencia y Salud. Quieren comprender mejor las buenas nuevas. Quieren tener más del reino de Dios en sus vidas. El hallar este reino y armonizar sus vidas con él, es el cielo, es decir, la felicidad verdadera y permanente.
Inevitablemente sienten también otro anhelo: que este reino se manifieste para todos. La Sra. Eddy sintió esto tan profundamente, que escribió en un Estatuto de la Iglesia lo siguiente: “Será deber de cada miembro de esta Iglesia orar diariamente: “Venga Tu reino'; haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y quita de mí todo pecado; ¡y que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y la gobierne!” Manual de La Iglesia Madre, Art. V III, Sec. 4.
Pensemos lo que ese deseo tan sincero y desinteresado haría para ese fin, al extenderlo en la corriente de la consciencia llamada el mundo, de un modo único para cada individuo.
Pensemos en ello.
