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Jesús y el Cristo

¿Qué es el Cristo?

Del número de octubre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes que el mundo fuese, el Cristo era. Y después de que el mundo termine, el Cristo aún será. El Cristo es la idea eterna y espiritual de Dios. Pero el Cristo se percibe más fácilmente en términos de lo que hace por el mundo.

Desde los primeros tiempos bíblicos, aquellos que eran devotos tuvieron vislumbres del Mesías, o el Cristo, el ungido de Dios, y profetizaron su aparecimiento en la carne. En el Antiguo Testamento se hace referencia al Cristo, y de vez en cuando es demostrado mediante obras sanadoras, como salvador, redentor, el Sol de justicia [que] en sus alas traerá salvación. Más tarde, Cristo Jesús se refirió a sus innumerables obras salvadoras, redentoras y sanadoras, para identificarse como el ungido, que manifiesta el Cristo en la carne.

Por supuesto, el Cristo manifiesto en la carne jamás fue todo lo que se refiere al Cristo. Jesús dio muestras de esto cuando, casi al final de su experiencia humana, oró: “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Juan 17:5. Pero debido a que Jesús ejemplificó el Cristo para todas las épocas, se infiere que el obedecer sus preceptos y emular su ejemplo, indica la manera obvia de comprender lo que es el Cristo.

Después de que Jesús ascendió, sus discípulos continuaron adhiriéndose a sus enseñanzas y práctica para progresar en su habilidad para sanar. El Nuevo Testamento fue escrito a partir de las memorias de los discípulos sobre las palabras y obras de Jesús, y de las experiencias que tuvieron al ponerlas en práctica, algunas veces bajo severa persecución. Este Testamento incluye algunas revelaciones que les vinieron a ellos acerca de la naturaleza del Cristo eterno.

Por ejemplo, el Evangelio según San Juan se refiere evidentemente al Cristo divino y no al Jesús humano, cuando metafóricamente hace mención de la “luz verdadera” y también del “Verbo [que] fue hecho carne, y habitó entre nosotros”. Juan 1:9, 14. Y la Epístola a los Hebreos, evidentemente se refiere al Cristo cuando llama al Hijo de Dios “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. Hebr. 1:3.

Cuando seguimos a Jesús en el camino que él mismo señaló — no importa qué dificultades quizás enfrentemos — de seguro somos guiados a comprender el Cristo. El seguir a Jesús guió a la Sra. Eddy al descubrimiento del Consolador — la Ciencia Divina o la Ciencia del Cristo — que Jesús prometió que Dios enviaría para estar con nosotros para siempre y enseñarnos todas las cosas. Ver Juan 14:16, 17, 26.

La misión de Jesús fue ejemplificar el Cristo; la misión de la Ciencia del Cristo es explicar la naturaleza dual, aunque inseparable, de Jesús y el Cristo. La declaración de principios de esta Ciencia, publicada en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra Eddy, compendia esta explicación en las páginas 332–334. Por ejemplo, dice: “Jesús demostró al Cristo; probó que el Cristo es la divina idea de Dios — el Espíritu Santo, o Consolador, que revela al Principio divino, el Amor, y conduce a toda la verdad”.Ciencia y Salud, pág. 332.

Así como Jesús dependía de las obras de curación espiritual para confirmar su identidad como el Cristo, la Ciencia Cristiana depende de las obras de curación espiritual para confirmar su identidad como el Consolador divino, la revelación de la plenitud del Cristo para esta época. En la Ciencia, el título divino Cristo pertenece exclusivamente a Jesús, y ningún otro individuo jamás será llamado Cristo. Pero los Científicos Cristianos esperan, como Jesús evidentemente esperaba, que el ministerio divino, o agencia sanadora del Cristo — manifestada hoy mediante la Ciencia Cristiana — sea demostrada por todos.

Jesús profetizó que sus seguidores harían las obras que él hizo. Ver Juan 14:12. Por cierto, entonces, venerarlo verdaderamente es hacer más que elogiarlo. Venerarlo verdaderamente es esforzarse por cumplir su profecía de que se harían mayores obras. La norma de curación que era tan natural para él puede ser realizada por nosotros. Esto se lleva a cabo a medida que obedecemos la ley moral y espiritual a la que él se adhirió, incluso al enfrentar la crucifixión.

La Ciencia Cristiana revela la teología o ley divina que Jesús mismo demostró en su resurrección. El estudio profundo y la práctica consagrada de esta Ciencia nos capacita en mayor medida para poner en práctica la autoridad omnipotente del Cristo que Jesús ejemplificó. Como el libro de texto de la Ciencia Cristiana observa y prevee: “La personificación de la idea espiritual tuvo una historia breve en la vida terrenal de nuestro Maestro; pero ‘su reino no tendrá fin’, porque el Cristo, la idea de Dios, regirá al fin todas las naciones y todos los pueblos — imperativa, absoluta y definitivamente — con la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 565.

El Cristo es la luz espiritual que ilumina cada paso del camino hacia la realización de la salvación universal. El Cristo es la Verdad, el Verbo de Dios, el remedio para el error mortal, incluso todas las pretensiones de pecado, enfermedad y muerte. El Cristo es la idea divina de la Vida, la naturaleza del hombre inmortal con que nos vestimos a medida que abandonamos los conceptos mortales y falsos respecto del hombre.

El requisito cristiano para el renacer espiritual nos exige ineludiblemente que venzamos toda creencia en el mal. No obstante, sólo la realidad del Cristo puede destruir la ilusión de que existe conocimiento o existencia alguna aparte de Dios. Sólo el Cristo puede despertarnos espiritualmente para que comprendamos al hombre creado a la semejanza de Dios como la verdadera identidad de todos los hombres. Obtenemos esa comprensión en la medida en que expresamos la naturaleza del Cristo en la manera en que nuestro Maestro enseñó.

Videntes y trabajadores espirituales modernos — los profetas y discípulos de hoy — están bien equipados para percibir y comprobar que el Cristo todavía es el Salvador, Redentor y sanador de la humanidad. Esta percepción y prueba viene a medida que seguimos a nuestro Modelo completo y final, Cristo Jesús, y a medida que demostramos la Ciencia, la revelación completa y cabal del Cristo.

En Cristo — la naturaleza eterna del hombre y su inseparabilidad de Dios — nuestra identidad verdadera como hombre, la semejanza de Dios, es perfecta e intacta. Antes que el mundo fuese, el Cristo era. Por cierto, en lugar del mundo, el Cristo es.

Un editorial titulado “Jesús y el Cristo: ¿Quién era Jesús?”
apareció en el Heraldo de septiembre de 1986.

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