Mis padres habían sido estudiantes de Ciencia Cristiana por seis años cuando yo nací; por lo tanto, fui criado en estas enseñanzas desde mis primeros días. Para el tiempo en que comenzó la Segunda Guerra Mundial, yo había sido un alumno de la Escuela Dominical de una iglesia filial por dieciséis años. También me había hecho miembro activo de esa iglesia, y había recibido instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. A lo largo del camino, yo había estudiado esta Ciencia sinceramente, y aplicado sus enseñanzas cuando surgían necesidades. Siempre me sentí agradecido por haber sido criado en la Ciencia Cristiana, pero acontecimientos subsiguientes me dieron oportunidades para realmente hacer mías estas enseñanzas.
Durante los comienzos de la guerra, y luego, mientras estaba estacionado en Londres sirviendo en el ejército británico durante los severos bombardeos, tuve muchos ejemplos de protección. En la primavera de 1941, fui enviado al Mediterráneo para unirme a las fuerzas británicas que estaban en la isla de Creta. Llegué ahí, once días antes de que el enemigo invadiera esa isla.
La invasión se llevó a efecto en una escala sin precedente: doce días de intenso ataque aéreo por medio de bombas y ametralladora que continuaba, sin parar, durante el día hasta el anochecer. Durante todo esto, oré y me sentí divinamente protegido.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!