Cuando Carlitos era pequeño, sus padres conocieron la Ciencia Cristiana. A él le gustaba escuchar de sus padres relatos de la Biblia, y ponía atención a lo que le enseñaba su maestra en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Una cosa que él aprendió fue que, en realidad, el no tenía nada que temer porque Dios está siempre cerca y siempre cuida de Sus hijos.
Una vez, su papá lo llamó para que lo ayudara a sostener una pesada tabla, mientras él la clavaba en la pared. Mientras Carlitos sostenía la tabla, una abeja se posó en su mano.
Carlitos había escuchado de los niños del barrio que la picadura de abeja era dolorosa, y hasta podía ser venenosa. Así que, al principio, sintió temor de la abeja.
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