Cuando Carlitos era pequeño, sus padres conocieron la Ciencia Cristiana. A él le gustaba escuchar de sus padres relatos de la Biblia, y ponía atención a lo que le enseñaba su maestra en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Una cosa que él aprendió fue que, en realidad, el no tenía nada que temer porque Dios está siempre cerca y siempre cuida de Sus hijos.
Una vez, su papá lo llamó para que lo ayudara a sostener una pesada tabla, mientras él la clavaba en la pared. Mientras Carlitos sostenía la tabla, una abeja se posó en su mano.
Carlitos había escuchado de los niños del barrio que la picadura de abeja era dolorosa, y hasta podía ser venenosa. Así que, al principio, sintió temor de la abeja.
Pero Carlitos decidió que él no podía permitir que la abeja lo atemorizara, porque si soltaba la tabla, caería sobre la cabeza de su papá. No dijo nada a su papá, pero recordó lo que la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles e indestructibles”.Ciencia y Salud, pág. 514.
Mientras la abeja le iba subiendo por el brazo, Carlitos seguía recordando cosas de la Biblia. Pensó en Daniel cuando fue echado en el foso de los leones. Daniel no sintió temor. Pensó en Pablo cuando la víbora se colgó de su mano, y él meramente la sacudió. Dios estaba protegiendo a Daniel y a Pablo, y ellos confiaron en El, y no sufrieron ningún daño. Ver Dan. 6:16–23 y Hechos 28:1–5.
A medida que la abeja le subía hasta el hombro (él no tenía puesta la camisa), Carlitos la miró sin temor; con cariño. Pensó en lo útil y rica que es la miel que las abejas producen.
Entonces, muy despacito, Carlitos dijo a la abeja: “Vete, abejita. Estoy ayudando a papá”.
La abeja se fue, y Carlitos estaba feliz porque no había sentido temor. Había probado dos cosas importantes para él: que su Padre-Madre Dios lo cuida en todo momento, y que él verdaderamente podía ayudar a su papá.
