Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Encontrando amparo

Del número de mayo de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Las fotografías que vemos en las noticias, en donde la gente latinoamericana se cubren las caras para ocultar su identidad, son solamente un agudo recordatorio de la gran cantidad de personas que buscan amparo hoy en día. Esta gente, que lucha contra tremendos obstáculos, viaja de país en país con la esperanza de encontrar un nuevo hogar. Muchos de ellos, en vez de escapar, hubieran preferido ver la injusticia, la confusión y la opresión erradicadas de sus países.

¿Quién no quisiera encontrar amparo, si pudiera, en el mismo lugar en que se encuentra? Nadie desea vivir huyendo, escondiéndose y con temor. Pero, para establecer la justicia y la seguridad permanentes, se requiere más que la valentía humana o la resignación a soportar injusticias.

En las últimas palabras del Salmo 23, vemos parte de lo que se requiere para alcanzar esto: “Y en la casa de Jehová moraré por largos días”. La seguridad, la prosperidad y el bienestar descritos en este conocido salmo, están basados en la comprensión de que uno puede habitar en la casa de Jehová, y en realidad uno habita en ella. Al escribir sobre lo que implica espiritualmente este salmo, la Sra. Eddy nos da la interpretación de este último versículo: “en la casa [la consciencia] del [amor] moraré por largos días”.Ciencia y Salud, pág. 578.

Puede que nos sorprenda oír que nuestro amparo en realidad se encuentra en la consciencia que tenemos de Dios, del poder y de la presencia del Amor. Pero, en la medida en que comprendemos que esto es verdad, y vemos cuán inviolable es nuestra protección, no sólo estamos seguros, sino que somos instrumentos de paz y justicia.

Cristo Jesús comprobó esto de una forma notable al pasar desapercibido a través de una multitud enfurecida, que estaba pronta a despeñarlo por un monte. No pudieron impedirle que cumpliera con su misión. (Ver Lucas 4:16–30.) Por supuesto, su resurrección fue la prueba final de su seguridad en Dios. Y, aunque nosotros reconocemos el triunfo singular que fue esa resurrección, no debemos perder de vista el hecho de que por medio de su resurrección Jesús nos enseñó la base de nuestra propia seguridad. El nos enseñó que la identidad espiritual del hombre, y su verdadera unidad con Dios, constituyen su seguridad.

Aunque Jesús es el ejemplo supremo de este hecho, este ejemplo no nos es inaccesible. Si fuera así, él no nos hubiera pedido que lo siguiéramos. Poco antes de su crucifixión, Jesús oró por todos los que le iban a seguir. Lo que dijo, pone de relieve el hecho de que nuestra unidad consciente con Dios es nuestra protección. “No ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17:20, 21.

¿Cómo ponemos ahora en práctica esta unidad en nuestras vidas? En realidad, esta unidad es algo que Dios mantiene. Y nosotros comprobamos que es nuestra seguridad cuando estamos dispuestos a ampararnos bajo Su ley, a seguir Sus órdenes, y a obedecerlo. Uno de los pasos que nos pone bajo Su ley consiste en rechazar conscientemente el temor de que el mal tenga poder y que pueda derrocar a Dios.

Este puede ser un paso gigantesco cuando la oposición al bien parece estar constantemente presente y ser implacable. Sin embargo, permanece el hecho de que es la voluntad de Dios que todos lleguemos a reconocer que el bien, Dios, es el único poder. Y, a pesar de la ceguera de la percepción humana, la consciencia que está espiritualmente despierta ve que ahora mismo el Espíritu divino está obrando, demostrando Su todo-poder y eliminando todo aquello que se le opone. Mientras tanto, todo aquel que comprende la unidad del hombre con el Espíritu divino, puede encontrar seguridad para sí mismo y para su familia, “aunque ande en valle de sombra de muerte”. Salmo 23:4.

Aquellos que no están frente a desafíos de tal magnitud como la persecución y los pelotones de fusilamiento, bien pueden sentirse inspirados para actuar en bien de aquellos que necesitan ayuda. Pero lo que fundamentalmente se requiere de cada uno de nosotros es orar y actuar de tal manera como para despertar a la humanidad a la naturaleza espiritual de la consciencia y la vida individuales, y al hecho de que el hogar permanente del hombre existe en Dios.


Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos,
sino conciudadanos de los santos,
y miembros de la familia de Dios.

Efesios 2:19

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 1986

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.