¿Quién no ha oído la frase: “¿Es que hay alguien que no tenga algún problema que resolver?” Esto puede ser un punto de vista pesimista, especialmente si consideramos a otras personas o a Dios Mismo como responsables de las dificultades que hayan surgido.
Pero si analizamos este punto dentro del enfoque de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), vemos que las dificultades no son más que una pretensión de la llamada mente mortal acerca de su existencia y de la posibilidad de proclamar que gobierna nuestras experiencias, nuestros cuerpos, nuestras vidas.
Tuve una experiencia que ilustra este punto. Mientras mi esposa y yo regresábamos en autobús de una reunión que tuvo lugar en un país vecino, noté que se me había desaparecido la billetera con todos los documentos, pasaportes, tarjetas de crédito y chequeras. El momento del primer impacto fue decisivo: O me desesperaba, o me cruzaba de brazos bajo la apatía de considerarme la víctima indefensa de un robo, o, por el contrario, podía saber que era una oportunidad para que las obras de Dios “[se manifestaran]”. Ver Juan 9:3. Me decidí por la segunda opción. Uno de los primeros pasos que di fue llamar por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien me dio un gran apoyo y fortaleció mi confianza en Dios. Ella aceptó orar por mí. Mi esposa también me ayudó con sus oraciones y su actitud. Todo lo que sucedió de allí en adelante fue la consecuencia de ese primer paso, de esa firme decisión.
Comencé a dar los pasos humanos correspondientes. Fui al departamento de policía para informar acerca de lo ocurrido, mientras mi esposa fue a los bancos a cancelar las chequeras y las tarjetas de crédito. De acuerdo con la policía, las perspectivas de recuperar los documentos eran casi nulas.
Traté de permanecer siempre firme en la Verdad, sin dejar que influyeran en mí esos comentarios, y sin levantar barreras que impidiesen la manifestación de la presencia y el poder de Dios. Percibí que la verdad que se había declarado, en mi propio trabajo y en el de la practicista, era una ley en acción. Noté que algunos de los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana me venían al pensamiento, trayéndome mensajes como si fuesen ángeles guiando mis pasos. Me di cuenta de que estaba tarareando algunos versos:
Tus ángeles me sostendrán
jamás tendré temor...Himnario, N.° 136.
Me guía Dios; me guía Dios,
¡qué bendición! me guía Dios.
Su seguidor yo quiero ser,
pues con Su amor me guía El.Ibid., N.° 95.
Durante el viaje, yo había estudiado la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y leído varios pasajes de la Biblia. Uno de ellos me quedó grabado en el pensamiento y me daba una gran paz y tranquilidad cada vez que lo recordaba, fue la oración de Cristo Jesús por los apóstoles, especialmente cuando él dice: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Juan 17:20. Me sentí bendecido y protegido.
Esa noche, en casa, mi esposa y yo reafirmamos el amor que el Padre tiene por todos Sus hijos, incluyendo en nuestra oración a la persona que había cometido el robo. Juntamente con la practicista, oramos para saber que mi identidad espiritual no había sido tocada, ni jamás podría serlo, y que estaba intacta y protegida. Todo tenía que estar gobernado por la única Mente.
Al día siguiente, tomé la Concordancia de los escritos de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, y estudié los pasajes correspondientes a individualidad e identidad. Continué afirmando la verdad acerca de mi identidad y aumentando mi entendimiento acerca de la Vida, Dios. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, leemos: “El cuerpo y la mente materiales son temporales, pero el hombre real es espiritual y eterno. La identidad del hombre real no se pierde, sino que es hallada mediante esa explicación; pues la consciente infinitud de la existencia y de toda identidad es así discernida y permanece inalterada. Es imposible que el hombre pierda algo que es real, puesto que Dios es todo y eternamente suyo”.Ciencia y Salud, pág. 302.
Esas palabras y los mensajes angelicales que para guiarme me venían al pensamiento a través de los himnos, eran tan firmes que apenas presté atención a las falsas barreras que presentaba la mente mortal y que pretendían hablar del problema, del temor, de la incertidumbre y de otras mentiras, tales como la dificultad de recuperar un objeto valioso perdido en una ciudad tan grande. Me esforcé por pemanecer receptivo a los pasos que el Padre podría señalarme y por ser paciente.
Poco tiempo después, me llamaron por teléfono de uno de los bancos para informarme que alguien había dado uno de los cheques en una tienda para pagar los objetos que había adquirido y que regresaría a retirarlos. A medida que la experiencia continuaba desarrollándose, sentí que estaba actuando la mano de Dios y que el Cristo estaba dirigiendo nuestros pasos, quitando las barreras de la creencia mortal no sólo para mí, sino también para todas las personas que tenían que ver en el caso.
Fueron surgiendo varios puntos que fue preciso tratar, y en todo momento me esforcé por afirmar la verdad, incluso la inocencia espiritual y la pureza de la persona que había obrado de esa manera. Fue una oportunidad práctica para luchar por emular a Jesús, quien, como se explica en Ciencia y Salud “veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales”.Ibid., págs. 476–477.
En la medida en que yo sentía la actividad de la mano de Dios señalando el camino, noté que aumentaba mi entendimiento espiritual y que ya no había más barreras que me impidiesen ver la pureza en esa persona.
El poder de la verdad quedó demostrado con certeza ese día. El joven regresó a la tienda para retirar los objetos que había comprado y fue interceptado por los investigadores. Algunas horas más tarde, había recuperado la billetera con todos los documentos, las tarjetas y las chequeras. Con excepción del único cheque que había sido librado y que había servido como pista, ningún otro documento había sido usado. Los investigadores, que durante años habían tratado con casos similares, dijeron que lo que había sucedido — una billetera robada en una ciudad de doce millones de habitantes y devuelta intacta a su propietario en menos de veinticuatro horas — era algo maravilloso. Dijeron que mi “suerte” había sido algo extraordinario. Con el corazón rebosante de gozo y de gratitud, les hablé acerca del poder de la oración y del amor y del cuidado del Padre por todos nosotros.
La Ciencia Cristiana nos enseña y nos permite demostrar que hay sólo una Mente, Dios, que gobierna todo, incluso al hombre, Su imagen y semejanza. La mente divina es Todo, la única causa real, siempre presente, y podemos recurrir a esa Mente para que dirija y gobierne nuestras experiencias y nuestras vidas. A medida que aumenta nuestro entendimiento acerca del Espíritu y de nuestra verdadera naturaleza espiritual, obtenemos más dominio. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La Mente divina es el Alma del hombre y da al hombre señorío sobre todas las cosas”.Ibid., pág. 307.
A la luz de esta verdad, vemos que las barreras para alcanzar la armonía que la creencia en una mente mortal pueda presentar, no son más que ilusiones; y que se convierten en grandes oportunidades para crecer espiritualmente, cuando nos mueven a demostrar que el hombre está siempre bajo la protección y el amor de su amado Padre. Entonces ya no nos asustamos de la teatralidad de la mente mortal. Debemos recordar siempre que esa supuesta mente sólo sugiere que hay vida y sensación en la materia; y en proporción a nuestra espiritualidad, aceptamos o rechazamos la sugerencia. Si estamos firmes en nuestra comprensión de que la única Vida es la divina y que nosotros, como ideas de Dios, expresamos todas las cualidades de la Vida — belleza, pureza, bondad, actividad, abundancia, armonía — estamos menos expuestos al mal, o magnetismo animal. Se levanta una luz que nos guía y nos muestra los caminos que nos llevan a la solución de los problemas; y, de este modo, nos identificamos más y más con la protección y la seguridad que encontramos en el Padre.
Cada uno de nosotros debe crecer en entendimiento, a fin de expresar a Dios cada vez más y saber que El nos da y mantiene para nosotros sólo el bien espiritual. Al encontrar a un hombre que había sido ciego desde su nacimiento, los discípulos le preguntaron a Jesús quién había pecado para que el hombre naciera ciego. El Maestro respondió: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”. Juan 9:3.
Ese es el punto de vista que debemos tener. Si surge alguna dificultad, si es evidente, entonces dejemos de condenar al mundo y comencemos a trabajar; oremos para superar la sugestión de que somos víctimas y seamos receptivos a “las obras de Dios”. Sabemos que Sus obras son buenas, perfectas, que sólo pueden traernos felicidad y que se manifiestan instantáneamente a través de la acción de Su propia omnipresencia y omnipotencia. “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”, Sant. 4:8. dice la Biblia. El Cristo nos muestra cómo solucionar los problemas, los pasos que debemos dar, el camino que debemos seguir.
Para Dios no hay barreras y, por lo tanto, tampoco pueden existir para el individuo que está alerta y que ora. Naturalmente, nadie quiere tener dificultades, pero si surgen, podemos hacerles frente y vencerlas con el poder de la oración, con la justicia del Amor divino, que es una ley activa que aniquila todo mal; ya sea crimen, carencia, desarmonía, enfermedad o cualquier otra creencia.
La Ciencia Cristiana nos da todos los elementos necesarios para superar todas las barreras que la mente mortal quisiera poner ante nosotros. A través de la luz que esta Ciencia proyecta sobre las Escrituras, especialmente sobre las enseñanzas de Cristo Jesús, siempre trae progreso a nuestro entendimiento, mostrándonos que somos los bien amados hijos de Dios, el Amor. Nuestro estudio nos trae la seguridad y la certeza de que nuestra vida es espiritual y que, por lo tanto, no estamos sujetos a problemas, sino que tenemos dominio sobre ellos.
Deberíamos hacer a diario nuestro trabajo de comunión con el Padre y, a través del estudio y la oración, estar alerta y vigilantes. Pueden surgir dificultades, pero cuando pensamos y actuamos científicamente, vemos que, en vez de ser molestias o barreras, se transforman en oportunidades para demostrar “las obras de Dios”.
