Lo más lindo de visitar a Beatriz, la amiga de la mamá de Haydeé, eran los gatos, la playa y la sopa de almejas. A Haydeé le gustaban mucho los gatos, pero no les permitían tener ninguno en el departamento que tenían en la ciudad, de modo que era toda una fiesta ir a ver de vez en cuando a Malt, Ramsey y Sherlock. A Malt en especial, un hermoso gato grande y moteado que siempre ronroneaba cuando Haydeé lo acariciaba.
Pero lo mejor de todo era cuando Beatriz llevaba a Haydeé y a su mamá a la playa en el auto. Era hermoso ver los árboles, las flores, el océano y la arena. Y Beatriz le había prometido a Haydeé que le enseñaría a nadar.
Durante esta visita, Haydeé pensó que ya era hora de aprender a nadar. Tenía nueve años, y la mayoría de sus compañeros de clase ya sabían hacerlo. Era un día caluroso de julio, sin una sola nube en el cielo. El océano estaba casi más azul que el cielo, y estaba calmo, con unas pequeñas olas que lo ondulaban. Ella estaba contenta; así estaba mejor para nadar.
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