Es fácil ver cómo el pensamiento mueve la mano. Pero, ¿qué podemos decir de las llamadas funciones involuntarias, como el funcionamiento de los ojos, el corazón y el aparato digestivo?
La Ciencia Cristiana nos enseña que lo que equivocadamente se llama acción involuntaria es el resultado del pensamiento, tan ciertamente como lo es la acción considerada como voluntaria. Pero esta Ciencia no trata de corregir la acción defectuosa por medios mecánicos tales como la biorregeneración, o, por métodos mortalmente mentales tal como la autohipnosis. Si alguien tiene necesidad de curación orgánica o funcional, necesita más de lo que la mera voluntad humana puede proporcionar. Necesita comprender que Dios es Mente, Espíritu, que produce toda acción verdadera. Necesita comprender su verdadera naturaleza como hijo de Dios, como el efecto directo de la Mente.
Hace más de un siglo, la Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud: “Comprender que la Mente es infinita, que no está limitada por la corporalidad, que no depende del oído y del ojo para el sonido o la vista, ni de los músculos y los huesos para la locomoción, es un paso hacia la Ciencia de la Mente, por medio de la cual percibimos la naturaleza y la existencia del hombre”.Ciencia y Salud, pág. 84.
La Ciencia Cristiana es la ciencia de la Mente que revela la infinitud de Dios, la Mente divina, y la libertad infinita que pertenece a Su representación incorpórea, o expresión, el hombre espiritual. El cuerpo, sea cual fuere el sentido humano y limitado que tengamos de él, tiene en verdad que residir en la Mente, puesto que la Mente es infinita. El cuerpo no puede dominar, reprimir, ni aprisionar a la Mente, puesto que la Mente es omnisciente, omnipresente y omnipotente. La Mente gobierna al cuerpo.
La acción de la Mente divina produce armonía total y absoluta. Debido a que hay un sólo Dios, hay una sola Mente, una sola fuente de acción, un solo modo de acción. Debido a que Dios no tiene opuesto real, la acción divina no tiene opuesto real. Por lo tanto, no puede haber acción lesionada ni enferma, ni acción opuesta o reacción. Jamás puede haber exceso o escasez alguna de la acción de la Mente. La Mente perfecta produce sólo acción perfecta.
Es evidente que Dios preserva lo que crea. En la Ciencia Cristiana, se puede demostrar que el hombre, nuestra verdadera identidad, expresa perpetuamente la acción perfecta. Mediante la oración científicamente cristiana, podemos comprobar esto aun ante la presencia de lo que parece ser el funcionamiento alterado o destruido del cuerpo.
Si creemos que el movimiento es forzado o doloroso, excitado o deteriorado, podemos acoger, por medio de la oración, el mensaje que la Mente nos da de la Verdad, el Cristo. El Cristo alivia, consuela, calma y libera. Y esto resulta en que la acción del cuerpo se disminuye o aumenta de acuerdo con la necesidad humana.
La oración produce la curación en la proporción en que expresa la comprensión espiritual de Dios y del hombre. Dondequiera que la oración se aprecie — es decir, se ponga en práctica — la Mente infinita actúa por medio del Cristo, la manifestación sanadora y salvadora de la Mente, a fin de reemplazar las sugestiones de defectos y fracasos con la evidencia indisputable de la acción perfecta. Los medios mortalmente mentales, o materiales, no se pueden comparar con el propósito salvador o efecto sanador del Cristo.
Cristo Jesús, ilustró el efecto del Cristo, la Verdad, sobre las mentes y los cuerpos humanos. El restableció la acción a extremidades inútiles y a cuerpos sin vida. Corrigió la inacción y la acción excesiva implícita en la hidropesía, la lepra y la hemorragia prolongada. Dio oído al sordo, vista al ciego, y agilidad al lisiado. Curó la epilepsia. Corrigió el comportamiento errático de la enfermedad mental. Sin embargo, él no se adjudicó esta acción sanadora como propiedad exclusiva. El dijo: “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10. Y al hablar de “el Espíritu de verdad”, Jesús dijo: “mora con vosotros, y estará en vosotros”. Juan 14:17.
Cuando seguimos a Jesús como discípulos cristianos, permitimos que este “Espíritu de verdad” obre en nosotros. Aquello que gobierna nuestra vida es lo que determina nuestra salud, vitalidad y libertad de acción. Con razón, el Apóstol Pablo insistió: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5.
El hombre verdadero posee solamente la inteligencia infinita de la Mente que es Dios. Este hombre es nuestra verdadera identidad, y Dios es nuestra Mente. La regeneración moral y espiritual nos despierta para que comprendamos esto en su totalidad. Paso a paso, aprendemos que la identidad espiritual del hombre, perfectamente formada y en perpetuo funcionamiento como la expresión de la Mente, es el único cuerpo que siempre hemos tenido. Y, mientras nos despertamos espiritualmente a la presente realidad divina, el Cristo, la Verdad, provee todas nuestras necesidades humanas.
Si necesitamos ser sanados, sí podemos sanarnos. La herencia, los genes, los accidentes, las enfermedades, la edad — todo lo que se crea que es la causa de la acción defectuosa — jamás pueden eliminar la acción perfecta de la Mente o despojarnos de nuestra capacidad para demostrar esa acción perfecta con un efecto sanador. Nada puede desmoralizar, debilitar ni destruir la salud y fortaleza de aquellos que confían sus vidas a Dios porque Lo comprenden.
Ciencia y Salud declara: "La enfermedad, el pecado y la muerte tendrán finalmente que subyugarse ante los derechos divinos de la inteligencia, y entonces el poder de la Mente sobre todos los órganos y funciones del organismo humano será reconocido”.Ciencia y Salud, págs. 384–385. En realidad, no hay voluntad humana alguna que pueda ejecutar o impedir la acción divina que cumple esta profecía.
Lo que es verdadero para el cuerpo humano ciertamente es verdadero para la iglesia o la organización: Dios es supremo, y esto se puede demostrar. La acción de la inspiración divina, que operó primero en la vida de la Sra. Eddy y luego en la vida de quienes ella sanó y enseñó, inspiró y sigue inspirando al movimiento de la Ciencia Cristiana. Tanto nuestras vidas como la vida de nuestro movimiento dan testimonio de esta revelación en Ciencia y Salud: “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa”.Ibid., pág. 283.
Nuestras vidas y nuestro movimiento progresan a medida que los Científicos Cristianos desechan individualmente un sentido material de la existencia por la realidad espiritual de la Vida, Dios, y Su idea. La regeneración individual, moral y espiritual, da entrada al Cristo en nuestro diario vivir y veneración. Al ponernos en armonía con el Cristo, el ideal de Dios, demostramos que, en la proporción en que tengamos una sola Mente perfecta — a medida que fielmente expresemos sabiduría, comprensión y amor en todo lo que hagamos — poseeremos, veremos y conoceremos sólo la acción perfecta.
