Para entender la ley de provisión, debemos captar el significado más profundo de “ley” así como el de “provisión”. La ley verdadera es invariable, inexorable y eterna. No puede ser manipulada ni evadida; tampoco puede ser afectada por el tiempo, cambios de normas de comportamiento o costumbres, presiones o caprichos humanos. Está basada en el Principio infalible, y el Principio es Dios. En consecuencia, está apoyada y sostenida por Dios y es totalmente espiritual y completa. Debido a que emana de Dios, cuya naturaleza es buena, la ley, para ser ley, tiene que ser buena.
Por otra parte, la ley humana está hecha por el hombre, no por Dios. Cuando se basa en la ley inmutable de Dios, según está establecida en los Diez Mandamientos y en las enseñanzas de Cristo Jesús, la ley humana es una influencia para el bien. Pero cuando se basa en opiniones humanas, está sujeta a abusos y limitaciones mortales. Puede pasar de moda con el transcurso del tiempo u otras circunstancias materiales y estar sujeta a interpretaciones humanas, que pueden equivocarse.
La ley basada en la opinión puede también ser directamente opuesta a la ley de Dios. Una evidencia de esta oposición es la llamada ley material que dice que el hombre debe enfermar y morir. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy desenmascara la mentira de la ley material cuando se refiere a las obras sanadoras de Cristo Jesús. Ella escribe: “El hizo la voluntad del Padre. Sanó las enfermedades, desafiando lo que se llama ley material, pero de acuerdo con la ley de Dios, la ley de la Mente”.Ciencia y Salud, pág. 168.
Ahora bien, la provisión, como la ley, emana de Dios, aunque los sentidos materiales quisieran argüir lo contrario. Considere por un momento las ocasiones descritas a través de la Biblia en las que se manifestó la provisión — de alimentos, agua, dinero o cualquier otra cosa — cuando materialmente parecía que nada estaba disponible. Para los israelitas guiados por Moisés, apareció el maná sobre la tierra como escarcha, el agua salió de la peña y codornices que vinieron de noche fueron su carne. Cristo Jesús también alimentó a miles solamente por medios espirituales. En otra oportunidad, dirigió a Pedro para que fuera a la boca de un pez para obtener el dinero necesario para pagar el impuesto. Sus obras muestran claramente que la fuente que provee al hombre es ilimitada y que esta ley puede proveer las necesidades diarias, y las provee.
Aun desde el punto de vista humano, el verbo suplir que viene del latín supplere, significa “llenar o integrar lo que falta”. Sin embargo, el uso común ha limitado tanto la palabra que tenemos la expresión (en inglés) “escasamente suplido”, que en realidad es una contradicción de términos. El verdadero sentido del verbo suplir está bellamente ilustrado en el cuarto capítulo de 2 Reyes donde leemos que Eliseo ayudó a una viuda cuyos hijos se iban a llevar como esclavos en pago de sus deudas. El le dijo: “Declárame qué tienes en casa”, a lo que ella respondió: “Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite”. Esto mostró que ella creía que sus entradas, sustento y demás tenían una fuente material. Eliseo le reveló que si ella tenía fe, la misma vasija de aceite a la que ella desestimaba podía proveer todas sus necesidades. La escasez no estaba en su casa, sino en su consciencia. Su disposición a seguir las instrucciones del profeta y juntar vasijas vacías de sus vecinos, muestra que ella estaba empezando a ver más allá del testimonio del sentido material que la rodeaba. Su creciente fe en la bondad de Dios, apoyada por la visión espiritual del profeta, le permitió llenar todas las vasijas con el aceite de la suya.
Pero, alguien puede preguntar, ¿cómo puede demostrarse hoy día esta ley de abundancia espiritual? Hay tantas circunstancias mucho más complicadas.
Una Científica Cristiana que vive en lo que podría denominarse un país del tercer mundo, fue guiada a este mismo relato de la Biblia mediante la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. Al igual que la viuda, ella estaba necesitada. Había sido propietaria de un negocio próspero pero como resultado de trastornos políticos en su país, su fuente de provisión, como la de muchos en la isla, había cesado. Lo que parecía un desafío todavía mayor era que ella había solicitado tomar instrucción en clase de Ciencia Cristiana y el momento de ir estaba cerca, mas los fondos no se evidenciaban. En su trabajo con la practicista, fue guiada a ver que, en gran medida, sus entradas estaban basadas en los pensamientos que ella admitía en su consciencia. Las condiciones que parecían crear privación, tales como la falta de turistas, la clasificación de su nación como país del tercer mundo, la inestabilidad política, eran todas materiales. Como no eran espirituales, no procedían de Dios, la Mente. Entonces, ellas no podían invadir su experiencia si ella no se lo permitía. Eran creencias limitativas; y lo que ella necesitaba era abrir su pensamiento a la bondad ilimitada de Dios.
Mediante este trabajo de oración, sucedieron dos cosas: su estudio de Ciencia Cristiana fue una gozosa actividad, en lugar de penosa; y el temor, en vez de aumentar con el tiempo, fue disminuyendo paulatinamente en su pensamiento. Sin embargo, la evidencia material todavía no parecía cambiar.
Finalmente, una mañana, cuando ella estaba repasando el relato de la viuda en la Biblia, se preguntó en voz alta: “¿Qué tengo yo en casa?” Y mediante su creciente comprensión de lo que es provisión, notó que tenía dos máquinas de coser que no usaba y que había estado guardando en su casa, también muebles que no necesitaba y que podía vender. Pero surgió la pregunta: ¿Quién puede pagar el precio? Inmediatamente rechazó el pensamiento negativo y miró por la ventana. Había obreros en un edificio de gobierno que estaba enfrente. Llamó a una de estas personas para que viniera a verla. Por medio de esa persona y sus amigos, la Científica Cristiana vendió, en menos de un mes, lo suficiente para conseguir todo el dinero necesario para el viaje. No solamente eso, sino que las cosas que ella ya no necesitaba, bendijeron a quienes las adquirieron por precios razonables. Ciertamente, fue una lección sobre la abundancia del bien para todos.
Entonces, la verdadera ley de provisión, la ley de provisión de Dios, jamás es insuficiente, inadecuada ni parcial. Tampoco se basa en reservas materiales, porque está respaldada enteramente por Dios, la Mente. El hombre, por ser la manifestación de Dios o Su expresión, está bajo la jurisdicción de esta ley de provisión. Cristo Jesús lo dijo así: “Todo lo que tiene el Padre es mío”. Juan 16:15. La bondad de Dios es también del hombre porque es el abundante amor de Dios por el hombre. Por consiguiente, como manifestación de Dios, el hombre expresa abundancia tanto como expresa misericordia, amor, alegría y demás. Puesto que no hay deficiencia en Dios, no puede haber deficiencia en Su idea, el hombre.
Entonces, ¿qué es lo que nos impide que veamos esta ley de provisión actuando más equitativamente en nuestra vida y en el mundo de hoy? Es la creencia universal en la carencia, manifestada en falta de empleos, alimentos, lluvia para las cosechas, o ideas. Los sentidos materiales nos inducen a creer en la escasez, equivocadamente nos informan que la sustancia de la provisión es material de la misma forma que quisieran hacernos creer que la sustancia de la salud reside en el cuerpo material. Esta falsa manera de pensar dejaría a Dios fuera de Su propia creación y haría a la materia la fuente de toda sustancia.
Por tanto, la escasez resulta de la aceptación individual del testimonio de los sentidos materiales. En la medida en que se corrija esto y la consciencia se imbuya más de los hechos divinamente científicos de la ley de Dios que nos provee, se manifiestará la abundancia ¿Cuánta abundancia? A Abram, que le había pedido a Lot que pastoreara su ganado en otro lugar porque había contienda entre los pastores de ambos, y que le había ofrecido a Lot la oportunidad de escoger primero la tierra, Dios le dijo: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”. Gén. 13:14, 15. ¿Cuánta abundancia? Todo lo que vio Abram.
Ciencia y Salud dice: “Si el pensamiento se alarma por la energía con que la Ciencia reivindica la supremacía de Dios, o la Verdad, y pone en duda la supremacía del bien, ¿no debiéramos, por el contrario, asombrarnos de las vigorosas pretensiones del mal y dudar de ellas, y ya no pensar que es natural amar el pecado y contranatural abandonarlo — ya no imaginarnos que el mal está siempre presente y que el bien está ausente?”Ciencia y Salud, pág. 130.
Traemos a nuestra experiencia lo que vemos o entendemos de la ley divina de la provisión. Y en la proporción en que aprendamos a recurrir a Dios cada vez más — a caminar humildemente con El — la mentira de la carencia en todas sus formas progresivamente dejará de presentarse en nuestra experiencia. El Salmista, en una frase notable de gran significado espiritual, describió esta ley perfecta en estas reveladoras y consoladoras palabras: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Salmo 23:1.
