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¡La Ciencia Cristiana sí se basa en la Biblia!

Del número de junio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Ha pensado alguna vez que la Biblia era de segunda importancia para usted como Científico Cristiano? ¿Que estaba usted mucho más interesado en la “Ciencia” que en el “cristianismo” de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens)?

Cuando yo era joven, definitivamente pensaba de esa manera. De hecho, aun cuando las citas de la Biblia, junto con las de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, son fundamentales en los cultos de la iglesia de la Ciencia Cristiana, yo consideraba a la Biblia sólo como una clase de telón de fondo o preparación para el mensaje “realmente importante” de Ciencia y Salud. Después de todo, fue la lógica de la Ciencia del cristianismo que hizo de mí un miembro dedicado a la Iglesia de Cristo, Científico, y me parecía que la Biblia no hablaba con el claro lenguaje de la lógica. Hablaba en un lenguaje literal de símbolos que yo no podía relacionar bien con la verdad científica.

Pero estaba equivocado en todo concepto y me di cuenta de ello con dificultad.

Como estudiante de segundo año en una universidad que era muy secular, me vi ante la necesidad de ocupar un cuarto en el dormitorio que pertenecía a la universidad bíblica de una iglesia fundamentalista cercana. Con cierta consternación, pronto sentí que la no muy sutil oposición a mi religión era común en esa universidad. Lo que es más, los estudiantes de allí no estaban interesados en las explicaciones lógicas de la Ciencia Cristiana. Querían la respuesta a una sola pregunta: ¿Está basada en la Biblia?

Parecía que obviamente habían llegado a la inevitable conclusión de que no era así. Pero sus preguntas acerca de la Ciencia Cristiana hicieron que yo empezara a ahondar en las Escrituras en mi provecho. Me di cuenta de que las Escrituras eran absolutamente esenciales para la Ciencia Cristiana, y el profundo significado de la Biblia se me ha ido revelando gradualmente desde entonces. Empecé a aprender mucho más acerca del espíritu de mi religión de lo que antes había podido al enfocar solamente en su lógica.

Los intercambios de ideas con mis amigos fundamentalistas no siempre fueron fáciles. Con frecuencia, lo que yo comprendía que en la Biblia era simbólico en carácter, ellos lo tomaban literalmente; pero, lo que era muy extraño es que los pasajes de la Biblia que yo interpretaba muy literalmente, ellos sólo podían aceptarlos en un sentido metafórico o como algo que ya no era aplicable, aun cuando no hubiera prueba alguna en las Escrituras para pasar por alto ese pasaje en particular. Esto ciertamente era verdad en cuanto a los mandatos de Jesús que se relacionan con la obra sanadora que sus seguidores — incluso quienes lo siguen hoy en día — debían y deben hacer. Ver Marcos 16:17, 18; Juan 14:12.

Así pude ver que la llamada lectura literal de la Biblia era, de hecho, una interpretación con una escala para determinar la importancia relativa a pasajes bíblicos y para unirlos uno con otro en un conjunto prescrito. El comprender esto me capacitó para desenmascarar el argumento que falsamente afirma que la interpretación literal de ninguna manera es una interpretación, al mismo tiempo que afirma falsamente que la Ciencia Cristiana es, en el mejor de los casos, sólo una interpretación y, por lo tanto, no es válida.

Si bien valoré la sinceridad de mis amigos fundamentalistas, era obvio que enfocábamos la Biblia desde puntos de vista opuestos. Ellos interpretaban muchos pasajes desde un punto de vista más o menos material y corpóreo. El concepto de que Dios es Espíritu parecía no ocupar casi ningún lugar en este sistema.

Aunque débilmente, yo estaba intentando comprender la plenitud y diversidad de la Biblia desde el punto de vista de la infinitud, omnipotencia y omnipresencia del Espíritu, y la invariabilidad de Dios, un punto de vista explícito o implícito que era apoyado por numerosos pasajes bíblicos. Ver Salmos 62:11; 139:7-12; 147:5; Mal. 3:6; Sant. 1:17. Desde esta posición ventajosa, vi que Dios no pudo haber promulgado decretos que iban a cambiarse en alguna fecha futura; en vez, la humanidad ha recibido, mediante inspiración divina, vislumbres cada vez más claras de la original voluntad divina. En estos términos, la Biblia no sólo fue un registro de la comunicación de Dios con la humanidad, sino también del afrontamiento de la humanidad con la verdad que había sido revelada.

Algunas veces, este procedimiento hizo que los profetas abogaran para que se abandonaran ciertas prácticas que habían sido consideradas ordenadas por Dios (y así establecidas en la Biblia), no sólo porque ya no eran necesarias o deseables, sino que, por empezar, no habían sido jamás la voluntad de Dios. Como Jeremías dice acerca de las prácticas ritualistas instituidas ostensiblemente por decreto divino en la época del éxodo de los hebreos de Egipto: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Añadid vuestros holocaustos sobre vuestros sacrificios, y comed la carne. Porque no hablé yo con vuestros padres, ni nada les mandé acerca de holocaustos y de víctimas el día que los saqué de la tierra de Egipto. Mas esto les mandé diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo”. Jer. 7:21-23.

De la misma manera, Jesús y Pablo algunas veces objetaron formas de adoración y ciertas prácticas religiosas. Ver Mateo 15:1-20; Juan 4:19-24; Rom. 2:25-29. Tales modificaciones son características siempre que un concepto más espiritual acerca de Dios cambie el énfasis en el pensamiento de formas externas a la esencia espiritual. De igual manera, la Ciencia Cristiana cambia al pensamiento de los meros símbolos externos a la esencia espiritual de tales importantes conceptos cristianos como el bautismo, la Eucaristía, la oración y la expiación. Al definir a Dios y al Cristo en términos puramente espirituales (aun cuando estos son manifestados al pensamiento humano en modos comprensibles), la Ciencia Cristiana pone énfasis en la individualidad espiritual de Jesús, el espíritu del Cristo que gobernaba al Jesús humano. Este punto de vista libera al pensamiento de la agobiante pretensión de la teología tradicional y antropomorfismo, que quisieran impedirnos discernir el significado espiritual de la Biblia. Dios, como Pablo escribe, “nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica”. 2 Cor. 3:6.

El interpretar espiritualmente la Biblia, fortalece nuestro discipulado cristiano, porque aparta nuestro pensamiento de la repetición de un conjunto de ceremonias hacia el seguimiento activo del gran ejemplo de nuestro Maestro, Cristo Jesús, en nuestra vida diaria. Nos muestra que los dones de la gracia, tan evidentes en las vidas de los hombres y mujeres santos de la Biblia, fueron el resultado de su comprensión y de su manera de vivir de acuerdo con la ley divina, siendo así capaces de aplicar tal ley. En breve, se demuestra que la práctica del cristianismo es una Ciencia y no la dádiva de un ser muy superior antropomórfico.

Pero debido precisamente a que el significado espiritual de las Escrituras exige el abandono de ciertas prácticas y creencias establecidas por un cristianismo más profundo, encuentra, con frecuencia, intensa oposición. Ciencia y Salud declara: "Habrá mayor oposición mental al significado espiritual y científico de las Escrituras de la que jamás ha habido desde el comienzo de la era cristiana".Ciencia y Salud, pág. 534.

Tal vez esta oposición se manifieste a sí misma tanto en la renuencia de algunos Científicos Cristianos a considerar profundamente la esencia bíblica y cristiana de su religión, como en la más abierta resistencia externa.

El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, provee la base sobre la cual puede comprenderse la Biblia espiritual, inteligente y prácticamente. Mediante las verdades del libro de texto, la infinitud del Espíritu, Dios, y la falta de poder e irrealidad fundamentales del mal y de la materia que hacen frente a esta infinitud, pueden ser demostradas. No es un sustituto de la Biblia, o una segunda Biblia. Pero debido a que establece un sistema metafísico para comprender las Escrituras espiritualmente, ocupa un lugar único en la Ciencia Cristiana. Puesto que contiene cientos de citas directas y hace eco a múltiples pasajes de las Escrituras, sus raíces bíblicas son muy claras.

Por supuesto, tenemos que aprender a comprender esta “clave”. Tenemos que estudiarla profundamente. Pero tenemos también que empezar a usarla para descubrir los tesoros de la Biblia. De lo contrario, no ha cumplido su misión en nuestra vida, y la prueba de su autoridad divina estará faltando tristemente en nuestra experiencia.

Los Científicos Cristianos deben precaverse de permitir que inconscientemente los estereotipos de nuestra religión, generalizados en algunos segmentos de la opinión pública, modelen su manera de pensar o de comportarse. Al concepto equivocado entre muchos sinceros cristianos acerca de que la Ciencia Cristiana no sólo no es cristiana, sino que es una incorporación del anticristo, no se le debe permitir que sutilmente haga que abandonemos la Biblia. Tal curso de acción secularizaría a nuestra Iglesia, debilitando su vitalidad y poder sanador.

La comprensión de que la obra sanadora hecha por los Científicos Cristianos mediante el nombre y la naturaleza de Cristo Jesús, es la más elevada obediencia posible a las enseñanzas del Maestro y al cumplimiento del discipulado cristiano, puede hacer mucho para fortalecer nuestra práctica sanadora. Esta comprensión puede destruir toda duda acerca de la veracidad de la curación por la Ciencia Cristiana en nuestro propio conjunto de miembros y moderar la desconfianza entre los miembros de otras religiones. Puede disipar el falso concepto de que la Ciencia Cristiana es sólo una manera de pensar positivamente o un procedimiento egoísta para manipular la mente humana en beneficio personal.

Las obras sanadoras de Jesús eran parte esencial de su misión “para deshacer las obras del diablo”, 1 Juan 3:8. y el Científico Cristiano tiene que estar sumamente consciente de que su obra sanadora es la continuidad de la misión de Cristo Jesús de salvación para todo el mundo. La promesa de Jesús: “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto”, está unida con la advertencia: "Porque separados de mí nada podéis hacer". Juan 15:5.

Jamás debemos ser engañados por la creencia de que las Escrituras no son esenciales para la Ciencia Cristiana, o adormecidos para que creamos que no debieran ser esenciales. Si atesoramos el gran don del “significado espiritual y científico de las Escrituras”, al ponerlo en práctica asimilaremos el espíritu del cristianismo verdadero y lograremos mucho más para la salvación del mundo.

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