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Mi mejor recuerdo: cuando se me pidió ayuda

Del número de junio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando yo era niña, mi mamá no sabía muy bien cómo hacer galletitas o ropa de muñecas, ese tipo de cosas que yo hubiera querido que ella supiera hacer.

Sin embargo, ella podía hacer algo muy especial que superaba a todo lo demás: ella sabía cómo sanar a la gente. Era practicista de la Ciencia Cristiana, y la gente la llamaba por teléfono para pedirle que orara por ellos, y, a veces, para que fuera a verlos. Entonces ella iba a su estudio o se iba en el auto a ver a alguien, llevando consigo la Biblia, y Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy. Después, las personas la volvían a llamar para decirle que ya estaban bien.

Por lo que me acuerdo, mi mamá siempre fue practicista, y también mi papá. El alquilaba una oficina en el centro de la ciudad para su práctica, para que las personas de negocios pudieran ir a verlo. Siempre pensé que mi papá y mi mamá eran las mejores personas del mundo porque sabían cómo ayudar a las personas y hacerlas sonreír nuevamente, aun cuando los tiempos eran difíciles y mucha gente necesitaba saber que Dios los amaba y que ellos eran útiles y necesarios, tuvieran o no empleo.

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